SHIMON PERES
Acaba de fallecer en Israel uno de los hombres más trascendentes del mundo moderno. Como cristiano, imbuido totalmente en la letra y el espíritu del Concilio Vaticano II –Declaración Nostra Aetate–, deseo expresar a todo el pueblo judío mi acompañamiento en este momento de dolor. He tenido el privilegio de compartir un almuerzo (compartir el pan…) con el señor Shimon Peres, y su conversación me brindó la posibilidad de apreciar un hombre visionario, profundamente pragmático y con frecuencia poético, desenvolviéndose en un rango amplio de asuntos inmensamente complejos. En una ocasión, respondiendo a una pregunta del periodista Robert Littell sobre su definición de judaísmo, respondió: “En lo que respecta a la filosofía de la fe, lo grandioso del judaísmo es que es muy optimista porque está basado en la idea de que cada persona puede mejorar, que se puede mejorar una nación, que se puede poner fin a las guerras, a la pobreza. La profecía está orientada hacia el optimismo, no es mi intento justificar lo que existe o vivir con ello. Y el judaísmo considera una afinidad entre lo universal y lo racional, porque en la tradición hebrea no hay una diferencia entre la religión y la nación. Implica la creencia en un solo Dios invisible, que creó a cada uno de nosotros a su imagen. Y significa un compromiso con una tierra y una lengua, con un código moral, con los diez mandamientos, con una universalidad en nuestra responsabilidad. Así que mientras somos al mismo tiempo una religión y una nación, somos