Vivir sin las FARC
¡Adiós a las FARC! Claudia López Debate Investigación
De los más de cincuenta años de duración del conflicto armado, los gobiernos han invertido los últimos treinta en diferentes tipos de estrategias de guerra y paz negociada para desmontar los grupos armados ilegales protagonistas de ese conflicto. Para hacerlo, han combinado descentralización, desmovilización y programas presidenciales para llevar el Estado a las regiones; esa combinación la han usado para lidiar con la presión social y política por democratizar el acceso al poder político y el presupuesto, para someter e incorporar a los grupos armados ilegales que desafían al Estado
Pocos países tienen más experiencia en conflicto armado y guerra civil que Colombia
y para fortalecer la presencia estatal en las regiones. Este libro hace un balance de esa receta de descentralización, desmovilización y programas presidenciales para llevar el Estado a las regiones con el objeto de comprender mejor qué hemos intentado estos últimos treinta años, qué hemos logrado y qué no, y cómo deberíamos prepararnos para los desafíos que se nos vienen.
La actual negociación de paz con las FARC y el ELN [Ejército de Liberación Nacional] es el décimo proceso de paz en Colombia. Pocos países tienen más experiencia en conflicto armado y guerra civil que Colombia, pero ningún otro tiene más experiencia en paz; Colombia es el único país del mundo que ha hecho nueve procesos de paz, desmovilización y posconflicto en los últimos treinta años. Los gobiernos respectivos enfrentaron con diferentes diagnósticos y recetas el conflicto armado; unos argumentaron que la pobreza y la falta de representación política causaba el conflicto, otros dijeron que era la falta de legitimidad del Estado, otros simplemente negaron el conflicto y lo calificaron de amenaza terrorista; unos ofrecieron más mano dura, otros más negociación; todos actuaron en un contexto en el que deliberada o incontroladamente se combinaron todas las formas de lucha: clientelismo con descentrali- zación, uso legítimo de la fuerza con narcoparamilitarismo, modernización con corrupción, revolución insurgente con narcotráfico, democratización con violencia. Cada gobierno se inventó un programa presidencial alrededor del cual intentó cumplir sus promesas de guerra o paz, y por las buenas o por las malas trató de llevar el Estado central a las regiones. Cada gobierno priorizó unos municipios a intervenir con su programa presidencial, invirtió miles de millones de pesos y declaró haber contribuido a la paz.
Si logramos culminar la negociación de paz con las FARC y el ELN, habremos culminado la desmovilización de todos los grupos armados ilegales que surgieron desde el Frente Nacio- nal alegando falta de garantías para su seguridad y/o acción política. En este sentido, el que viene será el primer proceso de posconflicto propiamente dicho, en el sentido que no quedarán otros grupos armados ilegales posFrente Nacional. Nos quedarán desafíos de seguridad enormes como el crimen y la delincuencia organizada, las Bacrim, la inseguridad urbana y rural y, sobre todo, la rampante corrupción de la política, la justicia y la Policía, pero habremos puesto fin al conflicto armado colombiano de la segunda mitad del siglo XX.
Sin embargo, sabemos poco de nuestra propia experiencia en procesos de paz. Sabemos poco de lo que hemos logrado y de lo que no, en estos treinta