Perfil (Domingo)

Chorros contra chorros

- RAUL H. ALVAREZ

Entre las noticias policiales recientes tuvo amplia difusión un episodio ocurrido en una estación de servicio de City Bell cuando un playero, para defenderse de un asaltante, apretó el gatillo de la manguera y lo roció con un chorro de nafta.

Ese método de utilizar una manguera de alta presión como contraataq­ue, que podría definirse como “chorros contra chorros”, no era del todo desconocid­o y ya lo habíamos visto en varias películas, sólo que en este caso el baño fue de combustibl­e.

En 1950, Amarga condena inició una ola de películas carcelaria­s en la que la manguera y los chorros eran protagonis­tas. Allí una joven (Eleanor Parker) espera en el auto a su marido sin saber que éste se baja en una estación de servicio para cometer un asalto. Al marido lo matan y ella es encarcelad­a y soporta todo tipo de tormentos.

La manguera aparece también en el reformator­io de Tan perversa y tan joven, que muestra torturas con chorro a presión.

Daniel Tinayre, en 1952, en Deshonra, denunció el uso de la manguera en las cárceles. Allí una sádica celadora (Alba Mujica) alinea a las reclusas y las somete al chorro de una manguera de alta presión que las hace caer al suelo y provoca la muerte de una de ellas. Cuando las autoridade­s del penal son reemplazad­as, la nueva directora elimina esas torturas. El mensaje que se pretendía transmitir era que en “la nueva Argentina de Perón” la cárcel era para prevención y no para castigo.

Una temática similar abordó Enrique Carreras en Las procesadas. La trama mostraba un correccion­al en el que una mujer policía se hace pasar por presa para informar sobre las atrocidade­s que se cometen contra las presidiari­as, como rociarlas con chorros de agua para desalentar su rebeldía.

El caso del playero de City Bell fue muy debatido. Es cierto que si la nafta hubiera entrado en combustión (como en una escena de Los pájaros, de Hitchcock) se hubiera ocasionado una tragedia. Sin embargo, es impredecib­le cómo uno puede reaccionar cuando lo asaltan. Es muy distinto el análisis de un panelista sentado en un estudio de televisión y el de una persona a la que un delincuent­e le está apuntando con un revólver.

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FOTOS: CEDOC PERFIL Afiche del film Deshonra.

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