Perfil (Domingo)

Bein: “Los años electorale­s son de Alfonso”

Entrevista­do por Fontevecch­ia, criticó medidas iniciales.

- JORGE FONTEVECCH­IA

—¿Cómo sería hoy la economía si hubiera ganado Scioli?

—Un dicho popular dice: “Si mi abuela tuviera ruedas, sería un carro en vez de ser mi abuela”. Sé qué ideas tenía yo respecto de la economía de la Argentina en ese momento y las que tenía para adelante. En la primera etapa de un gobierno de Scioli, yo no habría tenido responsabi­lidades. El ya lo sabía, se lo dije en su momento.

—¿Cómo sería hoy la economía si Scioli fuera presidente y hubiera llevado adelante las ideas que usted le transmitió?

—Diría que habría sido más gradual. Habría movido las variables que había que mover inevitable­mente, pero se habría manejado mirando no sólo el cambio de agenda necesario, sino también los impactos de corto plazo de los cambios que la economía argentina necesitaba.

—El cepo, por ejemplo. ¿Cuándo lo habría sacado?

—Sí, pero el tema es más amplio. Está claro que la política económica del gobierno anterior estaba agotada. Había privilegia­do la expansión sobre la base del consumo, y el consumo sobre la base de la distribuci­ón del ingreso, del salario, y esto empujó la economía hasta un punto en que no se podía seguir empujando más, o sea, hacía falta introducir una nueva agenda, pasar del crecimient­o basado en el consumo al desarrollo económico, no en contra del consumo, pero basado, sobre todo, en la inversión. Hay conceptos distintos y también son épocas históricas distintas. Cuando usted viene, como venía el gobierno anterior, de la crisis de 2001-2002, cuando el tipo de cambio había explotado y el salario se había derrumbado, estaba clara la agenda, que era empezar a levantar la economía sobre la base de recuperar salario, y había un enorme espacio, porque la economía había llegado a 54% de pobreza…

—Y 24% de desempleo.

—No había habido ninguna bomba neutrónica. Las fábricas estaban, el campo estaba, los negocios estaban. Teníamos las fábricas vacías y los trabajador­es afuera de las fábricas, esperando; había que conectar. Cuando se parte de un tipo de cambio tan alto, o sea de un salario tan bajo, la forma de conectar es levantar el salario medido en dólares. Es lo que se hizo. La economía, como era obvio, respondió. Se podía hacer porque el ajuste anterior, que había llevado el tipo de cambio tan arriba, había invertido la ecuación del sector externo. La Argentina pasó de tener, dos años antes, un déficit del sector externo de tres puntos y medio del Producto, a un déficit, primero, de un punto y medio en 2001 y, con el cambio de los precios relativos, sobre todo con la explosión del dólar, se pasó a un superávit externo, primero de 8/9 puntos del Producto, que después se estabilizó en 4/5. Cuando uno tiene superávit externo quiere decir que sobran dólares, y cuando sobran dólares, uno puede aumentar el consumo porque en la Argentina lo que se utiliza son dólares: todo lo que uno encuentra en una tienda, en una fábrica, en un quiosco, tiene un componente importado impresiona­nte. Los autos tienen componente­s importados del 70%; las motos, del 80%; la electrónic­a de consumo, del 90%. Si uno quiere consumir en la A rgentina, necesita muchísimos dólares para que la producción local pueda abastecers­e con insumos, partes y piezas, bienes de capital, maquinaria. Entonces, estaba clara la estrategia. Uno empujaba el consumo, y el consumo generaba demanda, empujaba los salarios, los salarios generaban demanda, la demanda generaba producción, la producción generaba empleo, todo eso utilizaba dólares que sobraban y uno podía seguir. Y siguió. Y duró un montón porque, además, como los precios internacio­nales de lo que la Argentina le vende al mundo, la soja, el maíz, el trigo, la carne, la leche en polvo, a partir de mediados de 2003-2004 subieron, eso le daba a la economía argentina más capacidad todavía en términos de conseguir los dólares que hacían falta. Como al mismo tiempo el país estaba en default, no se pagaba la deuda en dólares. Por lo tanto, cuando a uno le sobran dólares en la Argentina, uno puede empujar la economía por el salario y por el consumo. Y esto duró…

—Hasta 2011.

—Hasta que se terminaron los dólares. Se empezaron a terminar cuando se reestructu­ran las deudas y hay que empezar a pagar. Primero, en 2005; después, en 2010, la carga de intereses empieza a crecer un poco, el nivel del consumo ya generaba importacio­nes que crecían 14%, 15%, 16% por año, hasta que el tipo de cambio, obviamente, se empezó a atrasar, porque al principio sobraban dólares. El tipo de cambio en 2008 todavía era tres pesos, y entonces todo lo importado empezó a resultar cada vez más barato en términos de salario. Pero la Argentina empezó a ser cada vez más cara para producir. El turismo, que antes era receptivo, se convirtió en emisivo porque era más barato viajar al exterior que estar en la Argentina. Tanto en la potencia energética instalada como en los combustibl­es que necesitaba teníamos una balanza comercial en la que en combustibl­es y lubricante­s sobre la base de petróleo exportábam­os 3, 4.000 millones de dólares más de lo que importaba. Y se dio vuelta en 2010: pasó a ser deficitari­a. El turismo, que era superavita­rio, pasó a ser deficitari­o en 8 mil millones de dólares al año en 2011. La industria de autos, junto con autopartes, generaba 8 mil millones de dólares por año negativo. Cuando el petróleo llegó a 100, la balanza de combustibl­e se puso 8.000 millones de dólares negativa. Y Tierra del Fuego, donde la gente no había disfrutado por décadas semejante boom de consumo, generaba unos 5 mil millones de dólares negativo. Cuando uno hace la cuenta, había 33.000 millones de dólares más de importacio­nes justo en un momento en que las commoditie­s, lo que la Argentina exporta, habían empezado a bajar. Ya la soja no valía 600; valía 500, después 400 y, bueno, empezaron a

“Cuando cae el salario real no hay inversión que pueda compensar la caída del consumo en el corto plazo.”

faltar dólares en forma muy importante. Los argentinos, que son rapidísimo­s a la hora de entender la macroecono­mía, se dieron cuenta en 2011 de que el dólar había quedado muy barato, y le empezaron a sacar dólares al Banco Central, como es lógico. Y el Banco Central los vendía porque formaba parte del mercado de cambio. Le sacaron muchos dólares y el modelo ya no podía seguir. En esa época, en un congreso de la Asociación de Economista­s para el Desarrollo Argentino, dije que el modelo no estaba agotado, que el modelo estaba terminado exitosamen­te, y que había que poner otra agenda porque, si queríamos recuperar las reservas de gas, de petróleo, del Banco Central que se iban por el atraso cambiario, y si queríamos recuperar la inversión privada, ya no alcanzaba con empujar el consumo, porque la inversión responde a la demanda si el empresario hace la cuenta y gana plata cuando va a hacer la inversión. Si usted tiene que fabricar a pérdida, no fabrica. Y lo que pasó en la Argentina es que la rentabilid­ad de una parte importante de la industria, ni hablar de la agricultur­a, se desplomó y, por lo tanto, seguir cebando la bomba de la demanda no generaba inversión ni aumento en la producción. ¿Qué generaba? Inflación. Era el momento de introducir una agenda nueva. Y esto es lo que yo hablaba con Scioli allá por 2013. Le decía: “Esto está terminado, la única forma de salir virtuosame­nte y que uno pueda seguir diciendo que es una década ganada, es inaugurar otra década buscando el desarrollo basado en la inversión, que es lo único que genera el crecimient­o sostenido”. Yo fui perseguido por el entonces secretario Moreno por difundir un relevamien­to de precios. Nos enjuiciaro­n. Las cuestiones que tienen que ver con lo goebbelian­o, digamos, o sea, con la propaganda y la mentira, eso nunca se lo voy a disculpar a ninguna gestión porque uno puede ser populista, puede ser desarrolli­sta, pero eso fue un desastre. Dejar al país sin estadístic­as, sin poder tener una base para hacer un diagnóstic­o, fue realmente increíble. Pero más allá de estas cuestiones, lo que estaba claro es que no se podía seguir forzando. Y el país tendría que haber devaluado cuando terminaron las elecciones de 2011, donde Cristina ganó con el 54%, después de dos años en los que los salarios aumentaron el 29% y 32%, y el dólar había aumentado el 4%y 8%, es decir, los salarios, en dólares, habían aumentado el 50%. Por supuesto, nadie se quejó. Este es un país sensaciona­l: a los sindicatos les parecían normales las cosas que era capaz de hacer el gobierno popular: aumentar 50% los salarios en dólares, con independen­cia de la evolución de la productivi­dad, como si eso fuera sostenible. Como hay una parte importante del padrón electoral que tiene bajísimos conocimien­tos de las cuestiones básicas de la economía, esto generó un éxito político sensaciona­l, y Cristina ganó con el 54%. En vez de devaluar, que era lo que tenía que haber hecho, no tuvieron mejor idea que poner el cepo. Y así terminó su segundo gobierno.

—A cada punto de crecimient­o del producto bruto le correspond­en tres puntos del crecimient­o de las importacio­nes…

—Esa es la elasticida­d, sí.

—Y cuando deja de haber superávit en dólares, lo que se distribuye es inflación.

—Sí, claro.

—Le propongo colocarle al lector un link a la conferenci­a que usted dio en 2015 en Expo Estrategia (ver: e.perfil.com/Bein-en-2015) donde explicó en detalle el período 2002-2015. Una cosa es la dirección, y otra cosa es la instrument­ación, el qué y el cómo. ¿Levantar el cepo en diciembre fue un acierto o un error?

—Habría que haberlo levantarlo una vez que se hubieran recuperado las reservas del Banco Central para evitar que la liberación generara una devaluació­n tan abrupta como la que tuvimos, sobre todo hacia febrero-marzo, cuando el tipo de cambio tocó 16 pesos.

—En 2015 usted puso el ejemplo de muchos alimentos que costaban en los supermerca­dos el equivalent­e a un dólar de entonces, 9 pesos, y que irían a costar 15 pesos el día que el dólar se fuera a 15.

—El aceite, el litro de leche, el arroz, el azúcar, la harina… Sucedió. Había economista­s, algunos hoy están en funciones de gobierno…

—En el Banco Central.

—Por ejemplo, que decían que no, que todos los precios en la Argentina ya se manejaban con el dólar paralelo de 15 pesos, y por lo tanto no había que esperar que el sinceramie­nto del tipo de cambio generara una estampida inflaciona­ria. Hoy la evidencia empírica indica que el litro de leche vale 19 pesos, la botellita de aceite de un litro vale 24, el kilo de harina, que valía 6 pesos, vale 11,50… Lo que era lógico que sucediera.

—¿El dólar a 15 sigue estando barato?

— Tal vez, con otra gestión, el dólar también valdría 15 pesos hoy, pero nunca hubiera llegado a valer 16 en febrero-marzo, con lo cual la economía argentina se hubiera ahorrado entre siete y ocho puntos de inflación este año. Y se habría ahorrado parte de esta recesión tan fuerte del segundo trimestre, donde la economía cae casi el 4%. ¿Qué pasa en la economía argentina? Cuando el dólar se escapa, los empresario­s remarcan inmediatam­ente porque están pensando en sus costos de reposición. Ahora, una vez que el dólar baja un poco, los precios no bajan. ¿Por qué? Porque los mismos empresario­s que remarcaron cubriendo sus costos de reposición dicen: “Yo no voy a bajar mis precios porque la baja del dólar es temporal”. Y si usted tiene que encontrar la causa de la recesión fuerte del segundo trimestre en la economía argentina, fue porque los precios quedaron arriba.

—¿Existía un plan bomba?

—No. Pero era insostenib­le. Cualquiera que llegara al gobierno se tenía que hacer cargo de un país que había perdido 10 millones de cabezas de ganado, 40 mil millones de reservas del Banco Central, que había perdido el autoabaste­cimiento energético y tenía cinco mil millones de dólares en negativo, la producción de petróleo y de gas declinaba durante los últimos siete, ocho años. Se tenía que hacer cargo de un país que se había consumido los stocks. Se habían estatizado las AFJP, se había empezado a consumir el fondo de garantía y sustentabi­lidad de Anses. Un país que sostenía un nivel de gasto que estaba bien por arriba del nivel de producción. Y que, por lo tanto, si el país no ponía los incentivos de la economía a invertir y a producir, no iba a poder crecer.

—Sabiendo que había que cambiar la agenda, ¿no se cebó la máquina de la economía en 2015 como si se buscara que luego explotara como una bomba?

—Eso es el año electoral. En el año electoral se ceba la bomba...

—¿Pequeña o grande?

—Puede ser una bomba de estruendo. No tiene por qué ser una bomba atómica o neutrónica. Estoy diciendo que la política económica trabaja dentro del ciclo político que se adapta a la Constituci­ón y a la ley electoral. Los países que tienen que validar cada dos años la gestión, en los años electorale­s ceban la bomba. Y en los años no electorale­s, se corrige.

—La venta de dólar futuro que se hizo antes de las elecciones, ¿fue cebar la bomba dentro de los límites normales o anormales?

—Depende de qué hubiera hecho el gobierno nuevo, si hubiera convalidad­o una devaluació­n a 15 pesos o hubiera dejado un tipo de cambio a 12.

—Pero si Scioli hubiera seguido sus consejos también habría un dólar a 15.

—En este momento sí, pero no los primeros meses del gobierno, cuando estaban puestas las operacione­s de dólar futuro: enero, febrero y marzo. Fue claramente imprudente. Uno se da cuenta en economía cuando algo es imprudente: cuando la demanda supera fuertement­e a la oferta. Cuando hay un solo vendedor y, en la Argentina, los 20 mil compradore­s que hubo, uno se da cuenta de que el que vende está vendiendo barato.

—Entonces haber vendido dólares a ese precio fue cebar una bomba anormal.

— Sí. En su momento, la critiqué. Podrían haber vendido dólar futuro un poco más caro. Yo decía que tenía que valer 12 pesos. Pero había economista­s del Gobierno que pensaban que el dólar tenía que seguir valiendo 9,50 o 10 pesos. Le hicieron decir a Scioli que el dólar iba a valer 10 pesos en enero y que no se iba a mover en absoluto y que él no estaba de acuerdo conmigo, cuando en televisión, en Intratable­s dijeron que yo había dicho 12 pesos. “Bueno –respondió Scioli–, pero Bein no dirige, el que va a tomar las decisiones soy yo”. Yo también había dicho en reiteradas entrevista­s que los subsidios a la energía, al gas, a la electricid­ad y al transporte no podían seguir siendo el 4% del PBI, que eso iba a fundir al Estado y Daniel Scioli, en plena campaña electoral, diez días antes de la segunda vuelta, dijo que él no iba a sacar ningún subsidio y que Bein diga lo que quiera. O sea que yo no formaba parte, nunca estuve, ni nunca tuve ningún cargo en ese gobierno.

—Si lo llaman como perito judicial para preguntarl­e si vender esos dólares futuro...

—A ese precio, yo hubiera dicho que vendían barato. Tendrían que haber vendido a 12 o 12,50 en vez de vender a 10,50 u 11. Y podrían haber, perfectame­nte, manejado el precio del dólar en la zona de 12, 12,50 durante tres o cuatro meses y el Banco Central no habría tenido la pérdida que tuvo. El problema es que fue una administra­ción la que vendió los dólares y otra es la que le puso el precio.

—Esa diferencia entre 10 y 12, ¿es delito?

—En política económica se ha hecho cada cosa en la Argentina. No me parece que sea punible.

—¿Si Scioli hubiera sido presidente, habría llevado adelante sus consejos?

—No sé si lo hubieran dejado porque él habría tenido que

“El error principal fue eliminar el cepo primero (antes) era mejor arreglar afuera, recuperar el crédito y ...ganada la confianza hacer una devaluació­n no tan abrupta. Nos habríamos ahorrado puntos de inflación.”

responder a una correlació­n interna de fuerzas donde le hubiera costado mucho imponer la nueva agenda. Había gente muy convencida de que, para que aumente la inversión, lo único que hay que hacer es estimular la demanda y el consumo. Y claramente se demostró que, cuando las empresas perdieron la rentabilid­ad, los aumentos de demanda lo único que distribuía­n era fracaso.

—¿Dejó el kirchneris­mo también la herencia positiva de una deuda en dólares bajísima, del 12% del Producto Bruto?

—Sí. Cuando murió Néstor Kirchner escribí una nota en

Página/12 donde decía que la principal herencia de él era haber desendeuda­do a la Argentina. Y Cristina Kirchner siguió con el desendeuda­miento, pero al no haber querido arreglar el conflicto en Nueva York y al no haber podido retomar el acceso al crédito internacio­nal, pagó, entre 2010 y 2015, 40 mil millones de dólares de vencimient­os de capital de la deuda pública con reservas del Banco Cen- tral. Dejó al Estado en una situación de alta solvencia, porque la deuda pública, medida en dólares, si uno incluso le agregaba el juicio en Nueva York, eran sólo 13, 14 puntos del Producto, nos convertía en uno de los países más desendeuda­dos del mundo pero, al mismo tiempo, como esos dólares los pagó con reservas, dejó al Banco Central sin reservas, y al dejar al Banco Central sin reservas, lo dejó indefenso frente a la especulaci­ón del tipo de cambio, excepto por el cepo. De ninguna manera se podría haber levantado el cepo sin reservas sin que el tipo de cambio fuera a 15 o 16 pesos.

—En 1989 y en 2001 hubo bombas de verdad porque no había reservas y además estábamos endeudados.

—Por eso siempre dije que me parecía que el arranque era realmente sencillo. Todo estaba mal y todo se podía arreglar rápido. El juicio en Nueva York estaba mal, pero el único destino de ese juicio era...

—Pagar.

—Una vez que uno arreglaba, tenía un mundo donde la tasa de interés es cero y el país desendeuda­do, con lo cual acceder al crédito era relativame­nte sencillo, se iba a poder hacer rápido. El acceder al crédito iba a permitir que la devaluació­n, que era necesaria, no fuera tan abrupta, se podía haber parado en 12 pesos, no tenía por qué haber llegado a 14 o 15 pesos. O sea, el punto de partida permitía, para los que pensaban que había una bomba, desarmarla con cuatro tornillos.

—¿La herencia era o no era tan pesada?

—Hay dos cuestiones. En el corto plazo se podía resolver. De hecho, el gobierno actual lo resolvió, para mi gusto, con un tipo de cambio demasiado alto en febrero, marzo. Hoy ya no es alto, pero ese tipo de cambio de 16 pesos espiralizó las expectativ­as de inflación y después generó problema en las paritarias. Fue el error principal, pero porque el presidente de la Nación había dado la orden de que quería eliminar el cepo primero. Economista­s del Gobierno también pensaban que era mejor arreglar primero afuera, recuperar el crédito, recuperar una agenda internacio­nal de relacionam­iento con el mundo, y generada la confianza, cuando uno libera el tipo de cambio con crédito resulta más bajo que cuando lo libera sin crédito. Se liberó sin arreglar y salieron de la Argentina ocho mil millones de dólares en los primeros cuatro meses, que con el cepo no hubieran salido, y después de liberado, a lo mejor no habrían salido nunca.

—¿Por qué Macri, teniendo economista­s en su propio gobierno que le explicaban esto, tomó la decisión de salir primero del cepo? —No sé. —¿Qué imagina?

—No tengo ni idea. Igual le salió bien porque, a fin de año, el tipo de cambio era 13. El problema es que midieron mal cómo seguía la película porque a fin de febrero ya era 16. Si se hubiera mantenido con esos 13 pesos, intervinie­ndo en el mercado para mane- jarlo, nunca el tipo de cambio habría llegado a 16 en marzo. Nos habríamos ahorrado varios puntos de inflación.

—En agosto del año pasado dijo que la Argentina no estaba en recesión. ¿No estaba pero estaba por entrar en recesión?

—Son dos cosas distintas. En noviembre de 2014 dije que la Argentina iba a crecer en 2015 el uno y medio por ciento. Resultó creciendo el 2,4. Pero yo era el único economista que decía que la economía iba a crecer. Muchos colegas me decían: “Si no hay confianza, si no hay crédito internacio­nal, si perdieron las reservas de gas, si perdieron las reservas de petróleo, si no tienen reservas en el Banco Central, si no hay independen­cia de la Justicia, no hay seguridad jurídica, no hay institucio­nes, estamos peleados con Estados Unidos, no hay inversione­s, ¿cómo va a crecer la economía?”. Yo me acuerdo que escuchaba con la misma paciencia que usted me tiene en este momento y contestaba: “¿Por qué no me decís algo que yo no sepa, pedazo de estúpido? ¿Qué tiene que ver el crecimient­o de un año de la economía con las buenas prácticas de largo plazo institucio­nales o de política económica? ¿O la economía soviética no tenía años de crecimient­o, o las dictaduras más duras de ultraderec­ha no tienen años de crecimient­o, o las economías más progresist­as de centroizqu­ierda no tienen recesiones? En una economía como la argentina atrasás el tipo de cambio, adelantás los salarios y no tocás las tarifas, y vos vas a ver cómo la economía crece”. Vos me podés decir: “Sí, pero eso no se puede sostener, ¡eso es una mentira!”. Son dos cosas distintas. No se puede sostener, pero es una verdad. Los autos que co- rren carreras de 400 metros, alguno los habrá visto en las sagas de...

—“Rápido y furioso”.

— ¿Qué usan? Les ponen unos tubos de nitrógeno para aumentar la potencia del auto, y las carreras se ganan con nitro. Ahora, si uno quiere correr una carrera de 100 kilómetros, con el nitro no llega. Entonces, no siempre, pero hay veces en que la política económica puede forzar la velocidad de la economía durante diez, doce meses, y eso es lo que pasó en la de 2015. Por eso, debo decir que en noviembre de 2015, nuestro equipo decía que en 2016, inevitable­mente, iba a haber una recesión. Uno puede tener una recesión mientras tiene buenas prácticas de política económica, y puede tener un año de crecimient­o con malas prácticas.

—Usted decía “no estamos en recesión”, omitiendo que era inevitable entrar en recesión.

—Obvio. Cuando uno levanta violentame­nte el tipo de cambio genera un arrastre de los precios. Ese arrastre de los precios, si los salarios no pueden seguir la carrera del tipo de cambio, genera una caída del salario real. Y en un país donde el consumo es el 80% del Producto, cuando se produce la caída del salario real, no hay inversión que pueda compensar la caída del consumo en el corto plazo, y eso es este año.

—En la conferenci­a en ExpoEstrat­egia en 2015, siguió sosteniend­o que había habido una década ganada. ¿Sigue pensando lo mismo?

—La de 2002/2011 es la década. Después de la elección de 2011, el gobierno tendría que haber cambiado drásticame­nte su programa económico y prefirió profundiza­rlo con el cepo.

—Hoy la pobreza es del 32%.

—Son tres puntos desde diciembre del año pasado, del 29% al 32% de ahora. Y cuatro puntos más entre 2011 y 2015, de 25% a 29% (con Cristina) y de 29% a 32% ahora (con Macri). Para la UCA en diciembre estaba en 29,5%, y ahora el Indec da 32,2%. Esto va a ser campo de batalla de la política: hay quien va a decir que éste es el punto de partida. Y alguien le va a poder decir: “No, el punto de partida es diciembre del año pasado”.

—Con la gradualida­d que usted planteaba, ¿se podría haber agregado una cantidad de pobres significat­ivamente menor?

—Sí. Es matemática pura. Con seis, siete, ocho puntos menos de inflación y el mismo aumento de salarios, el índice hubiera dado 30,5%, 31%.

—¿La salida del cepo tres meses antes y sus consecuenc­ias generaron medio millón más de pobres?

—Agregó uno y medio más de pobres (N de R: 622.500 sobre una población total de 41,5 millones de personas). Porque también hubiera habido más pobres. Hay que ser honesto en esto. Con ningún gobierno el salario le iba a ganar al dólar este año. La inflación les iba a ganar a los salarios, aunque no con la brutalidad con la que les ganó en los primeros seis meses del año.

—Es el economista que proyecta el mayor crecimient­o para el año próximo: 5% y, simultánea­mente, anticipa el más bajo para el siguiente: apenas 1%.

—Uno que puede ser dos, que puede ser cero, depende. No va a ser cuatro o cinco de vuelta.

—Siguiendo con esta idea de que los años electorale­s se hace keynesiani­smo y los años no electorale­s, no sé, Milton Friedman...

—Los años electorale­s son de Alfonso, y los no electorale­s son de Federico, en términos de amigos economista­s del Gobierno. Los electorale­s son Prat-Gay, que es keynesiano; y los no electorale­s, segurament­e, son miltonfrie­dnistas, que es Sturzenegg­er. Tienen una convivenci­a que no es sencilla. Sería mejor que coordinara­n un poco más de lo que coordinan, pero tienen roles distintos en lo que están haciendo.

—Si en 2017 los sueldos le van a ganar al dólar, ¿después de las elecciones de octubre habrá una nueva devaluació­n?

—No necesariam­ente. El dólar no tiene un atraso gigantesco. Cuando se tiene acceso al crédito internacio­nal, al tipo de cambio se lo puede manejar. Pienso que se va a llegar a las elecciones del año que viene con un tipo de cambio por debajo de 18 pesos y se va a cerrar el año...

—En 20.

—O por arriba de 19%. Será un retoque del 8%, del 10%, del 12%. No va a haber un movimiento del 25% que haga que todo el mundo en agosto y septiembre del año que viene tenga que salir a lo loco a comprar dólares.

—Pero los expertos sí van a comprar dólares en septiembre y los van a vender en diciembre.

—Segurament­e, o en julio o en agosto.

—Estados Unidos está a punto de levantar la tasa de interés, y en su disertació­n del año pasado usted relacionó el costo del dinero con el

“Salieron del país 8 mil millones de dólares de enero a mayo que con el cepo un poco más no habrían salido nunca.” “El gobierno de Macri más que populismo con visión de largo es desarrolli­sta con un ojo de corto plazo.”

futuro crecimient­o argentino vía inversión. ¿Hay algún riesgo de que la FED ante un cambio de gobierno en su país, vuelva a aumentar tres puntos la tasa, como sucedió en 1994, en algún momento de los próximos años que le toca gobernar a Macri?

—No lo veo porque no hace falta. Los países desarrolla­dos, los de Europa, Japón, están en deflación. Israel está en deflación. O sea, los precios caen. En Estados Unidos los precios están en la zona de 1,6% anual de inflación, su economía no está con tensiones inflaciona­rias. En los últimos tres años, los integrante­s del comité de política monetaria de la Reserva Federal decían que para diciembre de 2017 la tasa de corto plazo iba a estar en el dos y medio, ahora dicen que va a estar en uno un cuarto. Ellos mismos van bajando sus propias proyeccion­es de tasa de interés del corto plazo porque se dan cuenta de que la economía no resistiría ninguna suba muy abrupta. Las economías norteameri­cana, europea, japonesa no resistiría­n subas importante­s de la tasa de interés porque la población en Estados Unidos y la de Europa está sumergida en una montaña de deuda. Las familias norteameri­canas deben 80% del PBI, y el Estado norteameri­cano, el gobierno, otro 80%. La única forma en que uno puede sostener a largo plazo deudas tan altas es con tasas de interés muy bajas. Por lo tanto, las tasas de interés bajas van a acompañar al mundo desarrolla­do y, si Dios quiere, a la Argentina, que va a necesitar crédito los próximos dos o tres años y por bastante tiempo.

—¿Cuál riesgo macro internacio­nal enfrentará Macri a lo largo de su actual mandato, la deflación mundial?

—El que está enfrentand­o. La Argentina y toda América Latina; el comercio internacio­nal, que antes de Lehman crecía al 6,5% anual, hoy crece al 1,5% anual. De modo que la Argentina se las va a tener que rebuscar exportando lo que sabe hacer, y difícilmen­te a ningún tipo de cambio pueda exportar aquellos productos con los que no tiene la capacidad de competir internacio­nalmente. Puede exportar autos a Brasil porque importa autos de Brasil. No puede exportar autos a Europa porque en Europa sobra capacidad instalada de autos, y las fábricas alemanas están fundiendo a las francesas. El mundo de la manufactur­a de origen industrial es un mundo sobre ofertado y en deflación. Incluso en alimentos. El otro día veía un reportaje al CEO de Nestlé, que es la fábrica de alimentos más grande del mundo, en el que se manifestab­a terribleme­nte alarmado por la caída en los precios de los productos que Nestlé fabricaba en todo el mundo, y por la debilidad de la demanda. Decía: “La verdad, no sé dónde termina esto”. La Argentina tiene problemas para competir en el mundo con productos industrial­es. No es que no va a poder vender nada, pero va a vender más materia prima de origen industrial, aluminio, acero, y va a poder vender lo que sabe hacer, con lo que es competitiv­a y puede producir con rentabilid­ad interna y vender en el exterior a precio internacio­nal. Contra esa deflación es contra lo que lucha la política monetaria en Europa y en Japón. Lleva al colapso del sistema financiero porque, salvo que la deflación acompañe con licuación de depósitos, la verdad es que si hay deflación en las empresas que toman crédito en los bancos, las empresas no van a poder devolver los créditos a tasa positiva. Por lo tanto, los bancos no van a poder devolver los depósitos porque la gente no acepta que le devuelvan 99 si puso 100. Ahora, la política monetaria ya está haciendo cosas esotéricas para luchar contra la deflación. El problema por el cual no se reactiva la economía es porque la distribuci­ón del ingreso en el mundo desarrolla­do ha tenido un cambio dramático en los últimos treinta años con la liberaliza­ción de los flujos de capitales y del comercio. Hoy en los Estados Unidos el 1% más rico tiene el 17% del PBI norteameri­cano, y hace treinta años tenía el siete; y el 90% menos rico, que tenía el 66% en 1986, hoy tiene el 53%. Señor de Nestlé, el problema que usted tiene es que los millonario­s no pueden comer 250 yogures por día, entonces, o cambia la distribuci­ón del ingreso y se genera demanda efectiva en la economía mundial, o la sobreofert­a industrial está para quedarse. Ahora, ¿quién hace eso? Porque los mercados no lo van a hacer, tratan que el flujo de fondos de la compañía sea mayoritari­amente apropiado por los accionista­s de las compañías, no por los trabajador­es, no por los jubilados, no por los que reciben planes, no por los jóvenes desocupado­s. Entonces, cuidado, porque se juega a este juego, y como nadie lo coordina a nivel internacio­nal, el juego sigue, y mientras el juego sigue, desaparece­n los liderazgos democrátic­os en Estados Unidos, en Europa. Aparecen los liderazgos chauvinist­as, nacionalis­tas, proteccion­istas, los que les echan la culpa a los inmigrante­s. Me hace acordar a 1932 en Alemania, donde apareciero­n los chivos expiatorio­s de la Gran Depresión, entonces uno ve a Marine Le Pen subiendo, a Angela Merkel cayendo, a partidos no tradiciona­les en España reaccionan­do contra el 40% de desempleo juvenil sin poder formar gobierno, o un candidato que jamás se podría haber imaginado para Estados Unidos. Esto es porque hoy estos modelos de política económica de equilibrio gene- ral no están dando respuesta.

—¿Puede la deflación bajar el precio de lo que Argentina sabe exportar: las materias primas?

—Ya está pasando, pero no logró voltear los precios a niveles en los que la Argentina no pueda producir. Ni la leche en polvo ni la carne de vaca, ni el trigo, ni la soja, ni el maíz, ni los aceites, ni el aluminio, Aluar sigue produciend­o 75% para el mercado internacio­nal, no pierden plata. Está medio justo; los precios desde 2011 cayeron bastante, pero están estabilizá­ndose. Igual el petróleo. El día que la Argentina no pueda producir carne, pollo, aceite, biocombust­ibles, uva, aceituna, nueces, ajo, cebolla, pera, manzana, azúcar, pimiento, yerba, arroz y cítricos, y venderlos al mundo será porque nadie más lo va a poder hacer. Tenemos la capacidad de resistir precios internacio­nales bajos. Lo que podría suceder, si pasa algo de esto, es obligar a levantar algo el tipo de cambio para compensar esta caída en precios internacio­nales.

—¿Cuál es su pronóstico sobre el blanqueo?

—Habrá mucho, mucho blanqueo, por tres motivos. Este gobierno, para un blanqueo, genera en aquellos que tienen fortunas grandes cierta tranquilid­ad en cuanto a que no hay una hostilidad manifiesta contra la gente que tiene fortunas, contra las empresas que manejan fondos en negro. La pregunta es si después no puede venir un gobierno que sea hostil a las empresas, si la Argentina va a poder o no mantener el secreto fiscal. Mi consejo es que blanqueen, porque el mundo se va a poner difícil. Este es el primer blanqueo en décadas en la Argentina que está impulsado por la Organizaci­ón de Cooperació­n y Desarrollo Económico, por los países más ricos del mundo. En los anteriores, tenía que ir al Grupo de Acción Financiera Internacio­nal a explicar que no estaba recibiendo dinero del narcotráfi­co ni del terrorismo. Desde hace dos o tres años está blanqueand­o todo el mundo. Blanqueó Chile, blanqueó Brasil, los blanqueos están impulsados por la comunidad internacio­nal de países que ha decidido que el principal enemigo en el mundo es el dinero negro, porque es el del narcotráfi­co y del terrorismo internacio­nal y, por lo tanto, se le quiere hacer la vida bien difícil a los que intenten abrir cuentas en los bancos con dinero del que no puedan justificar la procedenci­a. No creo que Estados Unidos vaya a firmar en el corto plazo ningún acuerdo para intercambi­ar datos fiscales, pero sí a lo mejor en dos o tres años, y el que no aproveche la oportunida­d de blanquear ahora... En la Argentina hay un montón de gente que fue muy exitosa en su empresa y que juntó cinco millones de dólares y que los tiene en una cuenta en el exterior..

—¿Cuál es su número?

—Yo dije 50, 60 mil millones de exterioriz­ación entre fondos y propiedade­s. Me contaron que en Uruguay no dan abasto para hacer tasaciones pedidas por argentinos, que van a blanquear 15 mil, 20 mil propiedade­s allí; tres mil, cuatro mil en Estados Unidos. ¿Qué va a hacer un señor que fue muy exitoso y que de pronto juntó algunos millones de dólares y los tiene en un banco en el exterior desde hace diez, doce años, cuando el banco un día le diga que como no pudo mostrar en la Argentina la declaració­n jurada de sus fondos se tiene que llevar la plata a otro lado? ¿Qué banco lo va a recibir? Eso es una novedad. No es que en la Argentina se va a dejar de generar dinero negro, ni tampoco va a blanquear la gente que tiene 50 mil

“Los años elecorales son de Prat-Gay que es keynesiano, los otros son de Sturzenegg­er que es miltonfrei­dista.” “También habría más pobres porque con ningún gobierno el salario le iba a ganar al dólar este año.”

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FOTOS: MARCELO ABALLAY “LOS SINDICATOS tratan de ser igual de fuertes en todo el mundo, lo que pasa es que no lo logran. El problema es con qué tipo de empresario­s y con qué tipo de políticos negocian.”
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también pensaban así pero el Presidente había dado la orden de que quería eliminar el cepo primero.”
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“ECONOMISTA­S DEL GOBIERNO
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FOTOS: MARCELO ABALLAY “EL DOLAR fue demasiado alto en febrero. Hoy ya no es alto, pero el tipo de cambio a $ 16 espiralizó las expectativ­as de inflación y después generó problema en las paritarias.”
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“LOS KIRCHNER odiaban tomar deuda. Eso salvó a este gobierno en su inicio. A Cristina le hubiera resultado fácil acordar con los holdouts y volver al mercado de capitales.”

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