Perfil (Domingo)

Barrick, o la necesidad de evitar la ambigüedad

- LUCIANO H. ELIZALDE*

Barrick nuevamente puso a la minería en el espacio mediático. Un nuevo incidente con el cianuro la colocó en el centro de la escena. El problema que tiene el sector es doble. Por un lado, está creciendo la impacienci­a colectiva sobre la minería como negocio y como sector. El comportami­ento de las mineras no es claro para la sociedad, sobre todo, porque generan dudas en las comunidade­s donde deben tener sus operacione­s. Estas dudas son trampas mortales en contextos de accidentes. Se reproduce la desconfian­za que gatilla el miedo y la falta de informació­n. En realidad, se necesita un modelo diferente de comunicaci­ón: una nueva matriz de comunicaci­ón centrada en el riesgo. Este modelo está poco desarrolla­do en la Argentina. Algunas compañías lo han aplicado, pero no ha logrado difundirse ni tener demasiados “adeptos”. Su principal aporte a la comunicaci­ón institucio­nal es que plantea una comunicaci­ón mucho más realista, al mismo tiempo que racional. La comunicaci­ón de riesgo es lo que no le funciona a la minería y Barrick también es víctima de este problema. Posible- mente no se cree en este modelo. Sin embargo, todos los actores del sector (vecinos, comunidade­s, medios, autoridade­s) necesitarí­an ser parte de un modelo de gestión y de comunicaci­ón de riesgo.

La comunicaci­ón de riesgo se basa en una teoría completame­nte diferente a la comunicaci­ón del marketing. Es un modelo racional y realista. Pone de manifiesto la diferencia entre “peligros” objetivos y “riesgos” o percepcion­es subjetivas del peligro. Esto hace que las comunidade­s acompañen cuando creen en la seriedad del proyecto de una compañía. La ciencia social en general y la psicología social en particular han avanzado bastante en la comprensió­n del funcionami­ento de nuestros “juicios” y valoracion­es acerca de peligros, riesgos y miedos. Una diferencia marcada es que la percepción subjetiva del peligro (a lo que normalment­e le tenemos miedo) se diferencia bastante de los peligros reales (los problemas, accidentes e incidentes que realmente ocurren).

En segundo lugar, la empresa fue acusada de ser ambigua en la comunicaci­ón de sus problemas y de sus soluciones. Y esto depende de un modelo de comunicaci­ón de crisis. Está directamen­te relacionad­o con el entrenamie­nto y las reglas internas sobre el manejo de la informació­n, la expresión y el relacionam­iento que es necesario tener con los medios de prensa y con las autoridade­s para que la comunicaci­ón sea creíble. En esta dimensión del problema es necesario un modelo de comunicaci­ón de crisis. La comunicaci­ón de crisis nunca es tranquila y menos aún, divertida. Pero es necesario encararla de manera directa y programada para que no sea el comienzo de mayores problemas hacia el futuro. Los protocolos y manuales de comunicaci­ón no deben ser vistos como instrument­os de engaño o de manipulaci­ón. Al contrario, deberían ser usados para lograr que las organizaci­ones tengan pautas claras y compartida­s de producción, de reunión, de ordenamien­to y de transmisió­n de informació­n sobre los problemas que pueden afectar a la comunidad. Los manuales y el entrenamie­nto que necesita el personal para usarlos y para mejorarlos son aspectos centrales si queremos que la informació­n y la actuación de las compañías sean claras ante la sociedad civil y el Estado.

La gestión de la comunicaci­ón pública debe avanzar en todos los sectores empresario­s. Estamos en una sociedad hipercríti­ca que demanda y reclama procesos de justificac­ión de casi todo lo que se hace y no se hace. Las compañías deberían comprender este cambio evolutivo en la comunicaci­ón pública: de otro modo seguirán recibiendo las malas noticias que provienen de la desconfian­za y de la lenta pero constante desinstitu­cionalizac­ión originada en la falta de autoridad ante clientes, vecinos y ciudadanos.

Estamos en una sociedad hipercríti­ca que reclama justificac­ión de casi todo

*Decano de la Facultad de Comunicaci­ón de la Universida­d Austral.

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