Perfil (Domingo)

“Muchos de los hijos de narcos son adictos y nos piden ayuda”

El cura mariano oberlin desde Córdoba y el padre Fabián Beley en rosario revelan la dura realidad de los barrios más marginales.

- C.D.L.

El cura Mariano Oberlin trabaja en los barrios Müller y Maldona de Córdoba donde “la problemáti­ca (de la droga) ha ido creciendo. Tiene un montón de aristas, esto no arranca ni termina en los barrios más humildes”, indica a PERFIL. “La droga se abre camino por rutas y fronteras, hay responsabl­es que miran para otro lado. También complicida­des en la policía y en sectores financiero­s. La verdadera atracción no está en el barrio, es sólo un engranaje de la maquinaria”.

“En los barrios, el narcotráfi­co ha ido generando una economía paralela, no sólo en lo inmediato: los vendedores, soldados y otras personas que ganan con la actividad; sino también en quienes no forman parte de las bandas: el narco va a comprar a la carnicería, al kiosco... Tal es la penetració­n de esa economía paralela que, si hoy desapareci­era el narcotráfi­co en los barrios humildes, se generaría un estallido social”, sentencia el cura.

“El narco se aprovecha de las situacione­s de vulnerabil­idad de la pobreza. Hay personas que han comenzado a vender droga porque no tienen qué darles de comer a sus hijos. Esa es la realidad”, dice Oberlin, que considera que la problemáti­ca “no se va a resolver con balas, sino con políticas de inclusión social”. En los barrios donde trabaja, “los chicos salen a delinquir con la resaca del paco, a todo o nada. Saben que matan o alguien los mata a ellos”.

El sacerdote aclara: “Yo no denuncio narcos. Sus hijos también consumen y nos vienen a pedir ayuda. Nos respetan por eso”.

En Rosario, el padre Fabián Beley coordina un grupo de sacerdores que trabajan en los barrios más peligrosos del sur y la zona norte. “La política de reducción de daños como única mirada trajo muchas consecuenc­ias. Se naturalizó el consumo. No estamos haciendo rehabilita­ción, sino habilitaci­ón. Muchas veces el que vende no ha conseguido otra posibilida­d de superviven­cia y ha caído en eso. No sentimos presión de los narcos porque muchos de sus hijos son adictos. Estamos frente a un gran desafío”, señaló.

“Se ve chicos que se unen a las bandas como soldaditos o sicarios, lo perciben como un trabajo”, dijo e indicó que en los barrios rosarinos los capos narcos generan admiración porque es el pibe que ‘logró algo’ y ‘triunfó’. También por la asistencia que han hecho, como la construcci­ón de una cancha de fútbol”.

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GZA.BELEY Oberlin (izq.) y Beley (der.) coinciden en que hay que luchar contra la falta de oportunida­des.
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GZA. OBERLIN TRABAJO.

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