Una pacificación exportable”
Para Joshua Mitrotti, el sistema que se aplicó de pacificación en Colombia es, de alguna manera, “exportable”: “En este momento estamos haciendo un ejercicio de cooperación en una comunidad en El Salvador, poniendo a prueba este modelo para reducir violencia, que está resultando totalmente exitoso. Hemos hecho intercambios con Brasil, particularmente para llegar a Africa, a Angola, a El Congo, también con mucho éxito. También hemos hecho ejercicios en Corea del Sur, donde trabajamos la misma capacidad de los coreanos de aceptar e incorporar a la gente de Corea del Norte. Es un proceso complejo, en el que se debe sumar un nuevo vicio social, que consisten en lograr que la gente haga un trabajo de horas donadas a la comunidad. Es algo que tienen que hacer todos los reinsertados. El concepto es que ellos también se transformen en promotores de cambios. Nuestra idea es también promover un cambio en las relaciones cotidianas entre los colombianos y las colombianas. Tenemos una taza de éxito de un 76%. Y nuestro sistema vale un tercio de lo que sale tener a una per- idioma, dado que no es igual en ambos países”, explica. Siempre, necesariamente, para que se produzca la transformación, debe insertarse dentro de un proceso de paz: “De lo que se trata es de proponerse objetivos y de lograr la adecuación a nuevos estándares. En este sentido es que decimos que es un modelo que bien puede aplicarse a situaciones donde hay violencia, donde el conflicto necesita de un proceso en el que ciertos estándares, como los nuestros, pueden actuar de manera positiva, explica Mitrotti. “Muchas veces, los sistemas penitenciarios no encuentran cómo resocializar a la gente”. sona en la cárcel. Con el matiz de que el éxito en las cárceles en Colombia tiene una tasa de éxito del 30%. Es un ejercicio de dar oportunidades a partir de la dignidad a las personas que por múltiples razones han participado de una guerra, han tenido que empuñar un arma.El sistema carcelario no siempre es eficaz. Y aquí estamos frente a un modelo que puede solucionar otras situaciones violentas.
—¿La violencia juvenil es
un
—Desde distintos niveles es que podemos reducir la violencia. Es un proceso en el que debe intervenir el Estado, sí, pero también la academia, el sector privado. Estoy convencido de que es un modelo que podemos llevar a otras situaciones del planeta.
fenómeno continental? —Su origen profesional es la academia.
—Llevo trabajando en temas de comunidad desde el año 99. Tengo una vocación profunda en este sentido. Me autodefino como un privilegiado colombiano. Yo elegí ser historiador y politólogo. Desde que me gradué en la universidad es que hago este trabajo de defensa de los derechos humanos. En 2008 pasé a trabajar en la academia, con los mal definidos victimarios. Sabemos que si queremos terminar con el conflicto, tenemos que trabajar con toda la sociedad, especialmente con la gente más vulnerable, que puede ser más propensa a generar violencia como forma de relacionarse.
—Argentina transita y transitó un proceso de enfrentamiento cultural fuerte. No es ni remotamente la violencia armada, pero es un antagonismo. La grieta es una división tajante...
—Creo que lo importante es el poder de la conversación. Poder pararse en los zapatos del otro y el poder revisar la paja en el ojo de uno y no en el ajeno. Creo que eso nos permite reducir la polarización, tener puntos de encuentro. Y también hay que apelar a la responsabilidad política. Lo digo con mucho respeto: estoy seguro de que el gobierno anterior tiene muchos elementos positivos, seguramente en el campo de la educación, de la salud, de la cultura. Yo no lo puedo decir, porque no soy argentino, pero ustedes seguramente lo saben. Sin dudas hay temas que podemos recoger de la experiencia anterior. Se trata de un cambio cultural, también político.