Perfil (Domingo)

Follow the money

- GUILLERMO PIRO

Elena Ferrante y su verdadero nombre fueron los objetivos de una investigac­ión del periodista Claudio Gatti publicada el domingo pasado en el diario milanés Il Sole 24 Ore. Gatti demuestra lo que ya, sin pruebas fehaciente­s, se suponía: que la persona que escribió la tetralogía La amiga estupenda con el nombre de Elena Ferrante sería la traductora Anita Raja. Gatti dice haber encontrado documentos financiero­s y relacionad­os con contratos inmobiliar­ios. Para dar con estos documentos y realizar su investigac­ión, empleó meses.

Gatti descubrió que en 2000 –es decir, cuando se realizó la película basada en El amor molesto, dirigida por Mario Martone– Raja compró un departamen­to de siete habitacion­es en Villa Torlonia, un barrio muy caro de Roma, y que el año siguiente compró una pequeña casa de campo en la Toscana. Pero fue sobre todo después del éxito internacio­nal de las novelas de Ferrante –publicadas en más de cuarenta países, con ventas que se acercan al millón de ejemplares en Italia y 2,6 millones en el mercado de lengua inglesa– que Raja comenzó a recibir cantidades de dinero sólo justificab­les con un lazo con las novelas de Ferrante.

Gatti consiguió de una fuente anónima informació­n del dinero obtenido de la editorial que publica los libros de Ferrante, Edizioni E/O. Según esta fuente, en 2014 Raja habría cobrado el 50% más que en 2013, y en 2015 el 150% más que en 2014. Raja, que se desempeña como consultora y traductora del sello Edizioni E/O, no podría obtener jamás asignacion­es similares, teniendo en cuenta que en Italia –como en cualquier lugar del mundo, por otra parte–, el trabajo del traductor se paga poco. El marido de Anita, el escritor Domenico Starnone, que publica libros con otra editorial, no recibió ni un euro. Lo que no impidió que en junio de 2016 comprara a su nombre un departamen­to de 227 metros cuadrados también en Villa Tortonia, cerca del de su esposa.

Pero está a punto de que se devele otra identidad, que lleva muchos más años de misterio y conjeturas. Se trata del Nadador de Paestum, uno de los poquísimos ejemplos de pintura mural griega, que data del 470 a.C., hallado en 1968 por el arqueólogo Mario Napoli en una pequeña colonia griega del sur de Italia, Paestum, cerca de Posidonia. El mural adorna una de las caras de lo que se llama una “tumba de cista”, un tipo de inhumación que consistía en cuatro losas laterales semienterr­adas y una quinta que oficiaba de tapa. En esa tapa aparece algo inusual en la iconografí­a funeraria griega: alguien ignoto se zambulle desde una plataforma en el mar. Las interpreta­ciones son muchas. Una de ellas dice que el joven difunto era un atleta que hacía natación, cosa que no resulta muy probable, ya que la natación no era una de las actividade­s deportivas por antonomasi­a de los griegos; tal vez la zambullida representa el paso a la otra vida. Chi lo sà. El miércoles pasado, Gabriel Zuchtriege­l, director del Museo Arqueológi­co Nacional de Nápoles, dijo haber descubiert­o la identidad del nadador. Por ahora, sólo arriesgó decir que se trata de un exponente de la elite aristocrát­ica de la antigua Posidonia, pero prometió más revelacion­es en estos días. Y eso, permítanme decirlo, me parece mucho más interesant­e que la identidad secreta de una mediocre novelista italiana con ambiciones inmobiliar­ias.

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