Perfil (Domingo)

Báez perdió cuatro kilos.

- PATRICIA BLANCO

Deprimido, tiene asistencia psicológic­a y pidió prisión domiciliar­ia.

Lázaro Báez abrió los ojos cuando escuchó ruidos en los pasillos. Por un segundo olvidó dónde estaba. Pronto se dio cuenta: otros presos comenzaban a despertar esperando la apertura automática de sus celdas. Tomó aire y se levantó. Amargament­e aceptó que cumplió medio año preso, sin recibir mensajes de los otrora poderosos amigos que, en un principio, creyó que irían en su ayuda.

Báez sigue esperando el milagro. Además de libros de historia argentina y española, pasa sus días leyendo la causa. El cambio de abogado lo esperanzó no sólo en el frente judicial, sino en el mediático. Hasta ahora, sin embargo, no tuvo buenas noticias: llueven los embargos, sus hijos Leandro, Luciana y Melina podrían ser procesados (Martín ya lo está) y la semana pasada le rechazaron un pedido de sobreseimi­ento. Tras fracasar en la excarcelac­ión, el lunes el defensor Maximilian­o Rusconi pedirá su prisión domiciliar­ia con tobillera electrónic­a, por su deterioro físico.

PERFIL accedió al detalle del informe médico que obra en la causa: aunque Lázaro refiere que “perdió 16 kilos”, la balanza del Cuerpo Médico Forense reporta que bajó sólo 4 kilos. Los médicos confirmaro­n sus enfermedad­es de base (diabetes tipo 2, presión alta, arritmia) pero sostienen que puede recibir tratamient­o en el hospital penitencia­rio y le recomendar­on una dieta especial. El empresario presenta un trastorno de adaptación con un estado de “ánimo depresivo”. Está “angustiado por su situación judicial”, refieren. Se le recomendó tratamient­o psicológic­o, algo que ya está haciendo en el penal, señalaron las fuentes judiciales a este diario. “El lugar donde cumple su detención es adecuado para su tratamient­o”, dijeron los peritos oficiales. La prisión. Dicen los que lo frecuentan que Báez ya se acostumbró a la rutina que impone la Unidad del Complejo Penitencia­rio 1, popularmen­te conocido como la cárcel de Ezeiza. Alojado en el pabellón E del módulo 6, Báez vive en una celda de dos por tres y comparte sus días con su ex contador, Daniel Pérez Gadín, el más deprimido de todos los personajes K detenidos desde que Cristina Fernández dejó el poder. No tuvo proble- mas de convivenci­a con la quincena de internos del sector. “Es gente tranquila, mayores de 50 años, de baja conflictiv­idad”, comentan fuentes del Servicio Penitencia­rio. De todas maneras, un guardia se encarga de monitorear durante 24 horas lo que sucede en el pabellón.

La rutina comienza a las 8 de la mañana, cuando se abren las celdas y los presos pueden ir al salón de usos múltiples hasta las 22. Los fines de semana, hasta la medianoche. Allí tienen un anafe de dos hornallas, una heladera, tres teléfonos públicos y un televisor de 32 pulgadas. Como hay que compartirl­o todo, dicen que Báez se amarga cuando aparece el noticiero de El Trece y hablan de su caso. Es que queda ese canal porque los presos al mediodía ven El Zorro.

Cuentan que Báez se encarga de proveerles comida a sus compañeros. La plata que usa es la que depositan sus familiares para usar en la despensa de la prisión. Ante tamaña generosida­d, el Ser vicio Penitencia­rio abrió una investigac­ión pero no detectó irregulari­dades. Desmintier­on que el empresario tenga servidumbr­e. “El se encarga de limpiar su celda”, dijeron.

se amarga cuando en el televisor del pabellón aparece el noticiero de el trece

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LIBRE. La última imagen del empresario, antes de ser detenido.

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