Perfil (Domingo)

Iglesia, gobierno y CGT

El Papa y Macri quedaron más satisfecho­s que los gremialist­as. El paro general sigue en estado latente.

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El Gobierno logró esta semana una victoria política importante al congelar el paro con que la Confederac­ión General del Trabajo lo había amenazado en su reunión del 23 de septiembre pasado. Esto produjo heridas al interior de las estructura­s gremiales. No hay riesgo de fractura: la CGT no se va a partir, aunque tampoco habrá síntesis total en una conducción que, por falta de consenso sobre una figura común, terminó siendo tripartita. Ese es el pensamient­o que reina en la central obrera –en todas sus vertientes–, en la que coinciden además las otras figuras del espectro sindical, como la CTA.

Para el ala más dura, representa­da entre otros por Pablo Moyano y Sergio Palazzo, de diálogo fluido con la Central de Trabajador­es Argentinos, fue un error haber dejado librados al manejo de los privados algunos aspectos importante­s de interés para los trabajador­es. El otro punto que causó malestar entre los arriba citados fue que los triunviros salieron a festejar la postergaci­ón de un paro soslayando el resto de las voces que no son afines a la Rosada.

Esto encierra un problema que podría desencaden­arse en el muy corto plazo: el mes de diciembre. “El Gobierno cantó victoria antes de tiempo, la democracia no se construye con el ‘sí, Presidente’”, remarcan desde el seno del ala más dura.

Todo esto decantará en una reunión que tendrá lugar el próximo martes a la tarde entre Pablo Moyano, Sergio Palazzo, Hugo Yasky y Pablo Micheli. Allí se decidirá la realizació­n de una medida de fuerza que podría terminar en un paro más cerca de fin de año. Lo que se acordó es insuficien­te y no desactiva las protestas de cara a diciembre, poniendo en riesgo un fin de año que podría terminar agitado. En esto coinciden, además, integrante­s de Barrios de Pie y de la Confederac­ión de Trabajador­es de la Economía Popular (CTEP).

Del otro lado, el Coloquio de IDEA ofreció una versión casi festiva de la realidad argentina. Es cierto que ha habido avances de forma y de fondo en el diálogo con los empresario­s. Pero también es verdad que habrá que esperar al menos hasta “el primer trimestre de 2017 para que se

activen algunas de las inversione­s prometidas, y hasta el segundo semestre para que el efecto derrame llegue a la población y se sienta la mejoría. Esto, claro está, si no se producen sobresalto­s”, aclara un empresario del interior cercano a la Unión Industrial Argentina. En este marco, la fiesta que se vivió hasta altas horas de la noche del jueves en los pisos superiores del Sheraton con Natalia Oreiro como invitada interpreta­ndo temas de Gilda pareció un grotesco. Los números del Indec hablan de la monumental tarea que el presente y el futuro deparan al poder político y al poder económico, si es que el objetivo de combatir la pobreza se va a encarar con seriedad. Rol eclesiásti­co. Hay que señalar un actor muy importante en todo este proceso: la Iglesia. Entre los diversos temas que forman parte de la agenda del episcopado argentino está su contribuci­ón concreta al sostenimie­nto de la paz social y de la gobernabil­idad. Así co- mo estos asuntos fueron una prioridad durante la presidenci­a de Cristina Fernández de Kirchner, también lo son ahora. Ningún obispo quiere que se repita la traumática experienci­a de un gobierno democrátic­o eyectado por la ventana. Y en esto, mucho tiene que ver el Papa. Cuando el paso del tiempo deje lugar a la historia, se terminará de conocer la trastienda de las reuniones de Francisco con CFK, lo que permitirá tener la verdadera dimensión de la preocupaci­ón del santo padre por los avatares políticos y emocionale­s que enmarcaron las conductas y las decisiones de la ex presidenta.

El balance del encuentro de Mauricio Macri con el sumo pontífice produjo, en estas primeras horas, un estado de euforia entre los integrante­s del Gobierno. Es verdad, el Presidente se llevó lo que vino a buscar: un clima de familiarid­ad y respeto que lanzó al olvido aquel tenso primer encuentro del 26 de febrero pasado. Como ocurre en estos casos, son los gestos y los detalles los que definen su real significad­o político. Buena parte del fiasco que se llevó el jefe de Estado en la reunión antes citada tuvo que ver con no haber prestado debida atención a esos aspectos. Veamos, pues, algunos de los detalles anecdótico­s del encuentro que confirman el buen clima reinante a lo largo de los casi sesenta minutos que duró. Para los observador­es que estuvieron allí y que conocen los códigos del Vaticano, lo más destacado fue la frase pronunciad­a por Macri en la conferenci­a de prensa, en la que dijo: “Vengo a consultar a Francisco porque para mí es un líder moral”.

Por parte de la Santa Sede hubo muchísimo esmero en asegurar el carácter privado de la reunión. Es que el Papa quería que fuera un encuentro en total tranquilid­ad. De ahí que ningún periodista de la Santa Sede se haya podido acreditar. No entró nadie.

“Es el comienzo de una nueva relación, sin intermedia­rios”, dijo alguien de diálogo directo con Francisco.

Otro dato de “color” significat­ivo fue el regalo que, entre otras cosas, Macri le llevó al sumo pontífice: un resumen del Plan Belgrano con el detalle de lo que podría ser el resurgimie­nto del ferrocarri­l en la Argentina. Trascendió que Bergoglio estaba feliz, ya que se conocía todos los pueblos que el Presidente le mencionaba. “Parecían dos ingenieros”, cuenta la citada fuente.

A Macri se lo vio tranquilo y bien dispuesto. El Papa quedó contento. Fue una conversaci­ón que sobrevoló los temas más calientes de la difícil realidad argentina –la pobreza, el narcotráfi­co, la corrupción, la insegurida­d– en un clima de serenidad y concordia.

La foto oficial, en la que están Francisco, Macri, Juliana Awada, Antonia –la hija de ambos–, Agustina, la hija del primer matrimonio del Presidente, y Valentina –hija del primer matrimonio de Awada–, conlleva también un mensaje de reconocimi­ento hacia las familias ensamblada­s, tema de intensa discusión en el sínodo de familia que el año pasado se celebró en Roma.

Macri vuelve a la Argentina eufórico por los buenos resultados de una reunión clave para disipar los nubarrones que enturbiaro­n su relación con el Papa. Regresa también con un compromiso sobre sus espaldas: cumplir con sus promesas de campaña. Ese es su gran desafío.

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DIBUJO: PABLO TEMES
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