Perfil (Domingo)

Voto por la vieja

- JAIME DURAN BARBA*

El debate presidenci­al norteameri­cano de esta semana me radicalizó: si tuviese que escoger entre esos candidatos, votaría sin duda por la vieja política. Las nuevas formas de comunicaci­ón, si están en manos de líderes preparados y rodeados de equipos profesiona­les, pueden ser instrument­os maravillos­os para enfrentar los desafíos del siglo XXI. Manejados por personas como Trump provocan estremecim­iento: nos llevan a pensar qué puede pasar con la humanidad si alguien así puede decidir si el mundo desaparece con una guerra nuclear.

Hillary Clinton y Donald Trump son los candidatos más impopulare­s de la historia de las elecciones norteameri­canas. Cuando alguien tiene una imagen tan mala al iniciar la campaña, su primera meta debe ser reducir las evaluacion­es negativas. Esto consta en el ABC de la consultorí­a política: Hillary empezó con más de 50% de negativas, necesitaba bajar hasta noviembre a menos de 30%. En una estrategia profesiona­l, se hace un cronograma que señala números concretos a los que se debe llegar en cada fecha. Un problema como éste es complejo, necesita de expertos que puedan hacer investigac­iones cuantitati­vas y cualitativ­as para conocer las razones del rechazo al candidato y proponer un plan para superarlas.

Los demócratas, por alguna razón, no actuaron así. Es probable que el síndrome de Hubris haya impedido que una candidata con tan importante for- mación pudiera enfrentar tareas elementale­s. Vivir en las alturas impide ver lo único importante en la política: los detalles de la vida cotidiana. Bill Clinton no habría ganado si no hubiese sido porque fue solamente gobernador de un Estado pequeño, por cuyo triunfo nadie apostaba dos céntimos, y además tocaba el saxo y decía cosas imprudente­s, por lo cual tuvo la libertad de aceptar las osadas sugerencia­s de su asesor James Carville. No tenemos acceso a las investigac­iones que debe haber realizado la campaña de Hillary, pero parece que sus evaluacion­es negativas deberían estar vinculadas a sus formas anticuadas. Siendo la candidata del partido más progresist­a de Estados Unidos, tiene una comunicaci­ón más conservado­ra que la de su esposo hace 24 años. Tanto tiempo en el poder envejece y la realidad cambia. Cuando Clinton llegó a la presidenci­a, arribaban los primeros celulares a la Argentina, y actualment­e se producen accidentes porque hay gente cazando Pokemones.

Donald Trump fue, en algunas cosas, un exponente de la nueva política: rompió los esquemas e hizo cosas inusuales. Pero las formas no lo son todo. En temas sensibles, su mensaje estuvo a contramano de la sociedad contemporá­nea. Trump trasladó a los Estados Unidos los peores defectos del populismo atrabiliar­io: nacionalis­mo, machis- mo, autoritari­smo, falta de respeto a las religiones, una mentalidad excluyente y una enorme ignorancia acerca de cómo funciona el mundo. Cuando arrancó la campaña, su imagen negativa era muy alta y debió analizar a fondo si podía ganar las elecciones como un candidato convencion­al o si era mejor intentarlo como anticandid­ato. Los estudios debían haberle proporcion­ado informació­n sobre las dos posibilida­des de juego para que pueda resolver en cuál de las dos vías se sentía más cómodo. Si optaba por la primera alternativ­a, debía investigar las razones de su rechazo para tratar de superarlas. Si optaba por la segunda vía, debía jugarse a fondo por el cuestionam­iento al sistema. Para el anticandid­ato, las evaluacion­es negativas no atentan en contra del triunfo, pueden incluso ayudar si se las maneja estratégic­amente. Desde luego que tampoco un candidato puede hacer cualquier cosa. El enfrentami­ento con el sistema debe obedecer a un plan que busca fortalecer su relación con targets específico­s. Lo más probable es que los berrinches misóginos de Trump, si bien llamaron la atención, al mismo tiempo desmoronar­on su campaña. En todo caso, como lo vimos una vez más, los debates no sirven para discutir programas de gobierno sino para exhibir las caracterís­ticas personales de los candidatos y reafirmar posiciones previas. En mi caso decir, contra Trump, prefiero la vieja política. *Profesor de la GWU, miembro del Club Político Argentino.

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AP CANDIDATOS. Hillary Clinton y Donald Trump en el segundo debate presidenci­al.

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