La guerra siempre encuentra una salida
La guerra como máquina, el ojo como arma, los trabajadores como ejércitos, la muerte como juego, son algunos de los dispositivos que Harun Farocki pone a funcionar en sus instalaciones. Pero el “como” no está para relativizar ni comparar con inocencia. Farocki cree en la potencia de la imagen y se entrega a la posibilidad de exhibir y develar procesos ideológicos y sostener contenidos morales. Sin embargo, no necesita de las palabras y sólo confía en las imágenes. Aunque diga que no, su universo conceptual está realizado con ellas. Eso es evidente, al contemplar Ojo/máquina, un video de 2002 en que “esteriliza” la maquinaria de guerra y “armamentiza” la vida cotidiana con la comparación de las cámaras implantadas en aviones de combate y máquinas del sector civil. Es que la guerra trastorna a Farocki. Con la herencia del siglo XX y la “pasión por lo real” que define Alain Badiou, el artista parece operar en ese terreno que analizó el filósofo francés: “A contrapelo de todo el juicio pronunciado, esa pasión, la del siglo XX, no fue en modo alguno la pasión por lo imaginario o las ideologías. Y menos aún una pasión mesiánica. La terrible pasión del siglo XX fue, contra el profetismo del siglo XIX, la pasión de lo real. La cuestión era activar lo Verdadero, aquí y ahora.” Pero también fue el siglo de lo nuevo y la ruina de la lengua. Para Farocki, como para Brecht en el análisis que hace Badiou de este autor, aparece la hipótesis de que el siglo se empeña en pensar, bajo el paradigma de la guerra, el nudo enigmático de la destrucción y el comienzo. En Trabajadores saliendo de la fábrica durante once décadas (2006), doce televisores muestran escenas de la historia del cine que refieren a esta escena. El mundo del trabajo y del entretenimiento teje una trama y se arriesga a cierto desenmascaramiento. Ese que Brecht encomendaba al teatro: la posibilidad de mostrar lo real sin necesidad de máscaras.