Dylan artista plástico
Drawn Blank, publicado en 1994, es un libro de Bob Dylan donde se reproducen dibujos realizados “para reorientar una mente inquieta” durante las giras musicales entre 1989 y 1992. Esto entusiasmó a la curadora del museo Kunstsammlungen, en Chemnitz, Alemania, Ingrid Mössinger, quien organizó una exposición de los originales. A instancias de ella, Dylan realiza cuadros con acuarela basándose en aquellos dibujos, utilizando contrastes de colores, así como tonos vibrantes, en varias versiones sobre un mismo motivo. “Esta elección y habilidad en la aplicación de diferentes arreglos de color para el mismo dibujo original permite a Dylan expresar sus sentimientos y percepciones de una idea o visión que evoca continuamente diferentes sentimientos y reacciones, y crea de este modo la evolución de las obras de arte. Esta técnica es intrínseca a Dylan en todos los aspectos de su vida creativa”, se lee en la página web donde se ofrecen los grabados. Algunos de ellos tienen un precio de 10 mil libras esterlinas, otros 5 mil. En 2008, la Galería Nacional de Dinamarca propone a Dylan exponer en Copenhague. Considerando la serie Drawn Blank agotada, se dedica a pintar durante un año más de cuarenta piezas originales. Esto conformó lo que el artista considera su verdadera evolución en la pintura: La serie de Brasil. Sus curadores escriben: “La vida de Dylan en la carretera ha dictado una existencia nómada transitoria durante los últimos cincuenta años. En verdad, la ciudadanía tiene poca resonancia para Dylan. El es indígena en todas y en ninguna parte, un miembro de la comunidad mundial, un niño del mundo”. Esta serie también está a la venta como grabados exclusivos, pero con valores que rondan las 2.500 libras esterlinas. Contemplando estos cuadros cabe preguntarse qué ocurre con el mercado del arte cuando un famoso compositor musical accede a otros canales de expresión. La cruda simpleza de sus líneas, los tonos forzados de una paleta limitada, reclaman un límite a la falta de autocrítica del músico, a la falta de pudor de los curadores, así como cierto descaro en la explotación comercial que el conjunto declara. Tal vez en esto Dylan es víctima del tour de force del nuevo siglo, por el que si dos o tres voces autorizadas por su rol señalan algo como “arte”, esto le otorga la categoría per se. De todas formas, estos valores son al día de hoy. Estos grabados aumentarán su cotización con el premio adjudicado, así como su venta, en una vorágine donde el arte queda de lado. Entonces, mejor disfrutar de sus canciones... Otro canal de expresión del rockstar.