Variaciones sobre una línea armónica
La exhibición lleva su nombre. Norberto Gómez, una firma de artista, que se puede pensar en varios sentidos: desde la trayectoria hasta el motivo que podría identificarlo con algo que llamamos “estilo”. Sin embargo, en la sala de exposiciones temporarias del Museo de Bellas Artes ocurre lo que en las artes visuales, y de las otras, se desea: la sorpresa. Como ese suspense, tan apreciado en la literatura, que mantiene en vilo y luego maravilla y produce asombro. No tanto por una batería de fuegos artificiales ni por que el autor nos haga pisar el palito porque sabe más y nos hace trampa. Es esa admiración de la buena factura, del fraseo perfecto, de la vuelta de tuerca que nos deja pasmados, perplejos y satisfechos.
Gómez practicó el arte efímero, muy a su pesar. Muchas obras de los años 60 se destruyeron menos por la intencionalidad de una prédica sobre las condiciones de producción, sobre la relación del arte con el mercado y demás argumentaciones, que porque estaban hechas con materiales de descarte, restos de cartón que habían quedado de sus trabajos publicitarios. Eran efímeras porque lo eran, “pero sin planteos”. Este recuerdo viene a cuento de una conversación que mantiene con Andrés Duprat y que se reproduce en el catálogo que acompaña su muestra. Además, se hace presente porque en esa exhibición están las reconstrucciones de esas piezas, que ya no son tan vulnerables al paso del tiempo y
El notable artista argentino Norberto Gómez desembarca en el Museo Nacional de Bellas Artes con una muestra individual compuesta por 35 piezas; diez de ellas son reelaboraciones de obras que había realizado en los años 60.