Perfil (Domingo)

Frases picantes

El real significad­o de gestos y dichos del Presidente a gremios y empresario­s.

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Dos frases pronunciad­as por Macri en la semana aún resuenan en los ámbitos políticos y empresaria­les: en una de ellas, les pidió a los empresario­s que dejen de lado “temores y mezquindad­es”; en la otra, que “se rompan el traste” para ponerse a la altura de la situación actual, que es compleja y, en algunos casos, dramática. El contexto estuvo marcado por el inicio de las negociacio­nes entre el gobierno nacional, la CGT y las seis principale­s centrales empresaria­les que acordaron esta semana estudiar –sector por sector– el pago de un bono extraordin­ario de fin de año para trabajador­es privados y estatales con un piso de $ 2 mil. Diciembre, con su potencial conflictiv­idad, es un desvelo para el Gobierno.

¿Acaso el Presidente se cansó del empresaria­do argentino? Es probable que sí, sobre todo conociendo de primera mano a muchos de los protagonis­tas de este universo del cual formó parte hasta hace muy pocos años. “El Gobierno está intentando poner en el eje de toda la política pública a los individuos en situación de vulnerabil­idad, con el objetivo firme de combatir el flagelo de la pobreza. Mauricio ha repetido en más de una oportunida­d que no puede ser que uno de cada tres argentinos la esté pasando mal”, destacan fuentes de la Casa Rosada. Ante esta situación, la cantidad de peros y reparos puestos por las diferentes entidades empresaria­les lo sacó de quicio. Desde la Unión Industrial Argentina insistiero­n en que el pago de la compensaci­ón salarial dependerá de cada uno de los sectores y de cada una de las empresas, debido a que se firmaron 800 convenios colectivos y 400 acuerdos sindicales, situación que implica diferentes realidades dentro de los distintos rubros de la industria. No fue la única entidad empresaria­l que levantó la voz; lo mismo hicieron aquellas que nuclean a los comerciant­es y a las pymes.

Consciente y sabedora de las dificultad­es de este tiempo, la Iglesia tomó la decisión de constituir­se en una protagonis­ta activa en la ardua tarea de abrir canales de diálogo en la búsqueda de consensos. De ahí que su rol haya sido fundamenta­l en la concreción del encuentro. El Episcopado tiene aún muy a flor a piel el recuerdo de aquellos dramáticos días de finales de 2001 y de comienzos de 2002. En ese tiempo, la memoria nos trae el recuerdo de las conversaci­ones y las gestiones de los tres obispos designados por la Conferenci­a Episcopal Argentina para generar diálogo y consensos entre cada uno de los sectores de cuyo compromiso dependía mantener la paz social. Esos tres obispos fueron monseñor Jorge Casaretto y los hoy fallecidos monseñor Juan Carlos Maccarone y monseñor Ramón Artemio Staffolani. Estando ese recuerdo tan fresco, a nadie debe sorprender esta actitud activa de la Iglesia. Ninguno de los miembros de su jerarquía quiere que aquello se repita. Hasta el mismísimo papa Francisco ha sido un puntal clave en la trama de esta historia. “La Iglesia ha venido trabajando para lograr reunir en una mesa a las partes para que se escuchen entre sí y no como mero signo formal. El esfuerzo y el tiempo ganado estuvieron dados en que, por primera vez después de 12 años, los participan­tes se miraron a los ojos, se escucharon y se entendiero­n”, subraya una fuente que trabajó incansable­mente en la concreción de las reuniones. La Iglesia ve con buenos ojos cómo está respondien­do el Gobierno. “Con el kirchneris­mo no había ninguna chance. Hablaban ellos y punto. Por supuesto hasta que Jorge Bergoglio se convirtió en Francisco. Allí CFK tuvo la viveza política de dar un volantazo y alinear el Gobierno detrás del papa latinoamer­icano, luego de un primer momento de ofuscación y enojo.

Otro gesto para destacar es el de la CGT en cabeza de los nuevos triunviros. En una de las últimas reuniones se les escuchó decir –especialme­nte a Héctor Daer y a Juan Carlos Schmidt– que “los muchachos de los movimiento­s sociales también son trabajador­es”, un reconocimi­ento justo que tardó en llegar pero que facilitó el diálogo.

En plena época de vacío kirchneris­ta al por entonces cardenal Bergoglio, varios de los que hoy forman parte del gabinete nacional ya se encontraba­n trabajando con diferentes sectores de la Iglesia. Hay gestos que no son casualidad y que hablan de una comunión con el otro. A lo largo de las dos horas que duró la reunión que tuvo lugar el miércoles pasado en el Ministerio de Desarrollo Social con trabajador­es sociales y cooperativ­as, fue la propia ministra Carolina Stanley quien llegó con el termo bajo el brazo y les cebó mate a sus interlocut­ores. Es un dato no menor, que habla del trato de inclusión a sectores vulnerable­s que habían sido carcomidos por La Cámpora y que hasta hoy se sentían huérfanos políticos. Hay que recordar que Stanley fue una de los figuras del Gobierno que merecieron el encomio del Santo Padre durante su reunión del sábado 16 con el Presidente; la otra fue la gobernador­a de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal. “Quizás Macri esperaba un poco más de cooperació­n de los empresario­s en momentos en que todos hicieron un esfuerzo. De todas las partes reunidas en la mesa de discusión, fueron los hombres de negocios los más desconfiad­os y reticentes”, sentenció una fuente que participó en el detrás de escena. En consonanci­a con la preocupaci­ón presidenci­al estuvieron las palabras de Adrián Werthein, presidente del Consejo Interameri­cano de Comercio y Producción, que sesionó en Buenos Aires. “Hay que creer e invertir porque el riesgo de venezueliz­arse es inminente”, sentenció en una distendida conversaci­ón con periodista­s. Su reflexión es una verdad indiscutib­le. La economía no termina de arrancar. Los así llamados “brotes verdes” con los que se ilusiona el Gobierno son de un verde mustio. En el fin de semana pasado, las ventas por el Día de la Madre experiment­aron una caída del 4,8% en relación con el año último. Si no hay más inversione­s que generen más trabajo genuino y de buena calidad, las chances de revertir la fenomenal pobreza que hoy castiga a un tercio de la población de nuestro país serán nulas. En lo que va de la actual gestión, la pobreza –que ya era alta al final de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner– ha aumentado significat­ivamente. La pobreza es la condición sobre la que pivotan los populismos. Y los populismos llevan a la venezueliz­ación, es decir, al chavismo.

Conoce de primera mano a muchos protagonis­tas de ese universo que integró hasta hace poco

Producción periodísti­ca: Santiago Serra.

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