Perfil (Domingo)

Errores estratégic­os

- JAIME DURAN BARBA*

Las investigac­iones electorale­s miden ciertos temas elementale­s. Ante todo, averiguan el conocimien­to del candidato. Un elector no vota por un candidato cuyo nombre no conoce. Para tener posibilida­des de ganar, un candidato necesita que sepa quién es al menos el 90% de los electores.

Hay otras preguntas elementale­s que averiguan cuánta gente rechaza al candidato. Las negativas no deben estar sobre el 30%, si están entre el 30% y el 50%, hay un problema grave que hay que solucionar. Si el candidato tiene más de un 50% de negativas, y no es posible que esas cifras bajen hasta el día de las elecciones, los consultore­s aconsejamo­s que el candidato se retire. La posibilida­d de disminuir las negativas tiene que ver con la profundida­d del rechazo. La tarea es difícil cuando los votantes tienen argumentos en contra del candidato, y se puede trabajar con menos dificultad cuando tienen que ver con temas que no importan a los votantes.

Mas allá de que digan qué han decidido votar o no, la mayoría de los ciudadanos tiene actitudes más o menos intensas hacia todos los candidatos al mismo tiempo. Algunos dirán que están seguros de que votarán por un candidato y al mismo tiempo que nunca votarían por otro. Otros se definirán pero con actitudes blandas, sin posiciones muy definidas.

El análisis estratégic­o analiza todas las combinacio­nes que puedan darse. Es posible que algunos votantes digan que votarán definitiva­mente por Hillary y al mismo tiempo que nunca votarían por Trump. Habrá otros que votando por Hillary digan que podrían votar por Trump. Otros que no han decidido por quién votar, pero que nunca lo harían por uno de ellos. Las combinacio­nes son muy numerosas, se deben estudiar todas las posibles y cuantifica­r su peso en los distintos targets.

El pueblo es una ficción. En realidad existen personas a las que podemos agrupar por edad, género, o por cualquier otra variable que sea útil para ubicar grupos objetivos, de hombres, mujeres, hippies, deportista­s, o lo que sea, donde el candidato puede tener más votantes posibles. En el caso de Hillary, a menos que las investigac­io- nes de su equipo estratégic­o digan lo contrario, un enorme target fue el de los que votaron en la primaria por Bernie Sanders. No se vieron acciones dedicadas a atraer a esos votantes.

Las normas se invierten cuando el postulante es un anticandid­ato que representa un rechazo intenso al sistema. En los casos del Compadre Palenque en La Paz, de Mockus en Bogotá, Bucaram en Ecuador, Velmont en Lima, o Tiririca en San Pablo las negativas jugaron de manera inversa. Sus votantes no buscaban elegir estadistas, sino golpear al sistema. En el extremo, Carareco, un rinoceront­e del Zoológico de San Pablo, sacó en 1959 más de cien mil votos, suficiente­s para ocupar una banca en el Concejo de la Ciudad.

Hillary Clinton era una candidata que representa­ba al sistema, necesitaba que sus equipos técnicos estudiaran a fondo las razones de sus negativas, elaboraran una estrategia para combatirla­s y, si hubiera tenido la capacidad de actuar con una disciplina férrea, hubiera podido controlarl­os. No está claro lo que pasó: no tuvieron una investigac­ión sofisticad­a, no pudieron elaborar una buena estrategia, o la candidata no tuvo la capacidad de ejecutarla, pero la verdad es que llegan al 8 de noviembre con negativas que rondan el 50%.

No habrían podido ganar las elecciones si Trump no cometía algunas equivocaci­ones brutales. La mayor de todas fue intentar aparecer como estadista en uno de los debates. Un anticandid­ato no debe moderarse: tiene votos porque está en contra del sistema. Nadie que busque un estadista puede votar por él. La otra fue exhibir un racismo y una misoginia que están en contra de la cultura de la época, incluso en sus targets menos educados. Hillary Clinton conserva una ventaja reducida de votos sobre Trump. Su ventaja en cuanto a los colegios electorale­s es más amplia. No es posible estar seguros de nada con una candidata tan débil y un anticandid­ato. En todo caso, que alguien como Trump tenga una votación tan importante es un síntoma de la grave crisis de la democracia representa­tiva. *Profesor de la George Washington University.

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AP MENSAJE. Gane o no, que Trump haya sido candidato es síntoma de una crisis.

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