Perfil (Domingo)

La construcci­ón del acontecimi­ento

- LAURA ISOLA

Un mes antes de la visita de Filippo Tomasso Marinetti a Buenos Aires en 1926, el diario Crítica estuvo preparando el terreno, no sólo de la informació­n sobre quién era el italiano representa­tivo del Futurismo, sino de la polémica que desataría su visita en torno a su postura política. Así lo demuestra Sylvia Saítta en Regueros de tinta, su exhaustivo análisis del periódico que fundó Natalio Botana y que marcó una forma de hacer periodismo a comienzos del siglo pasado. Una previa que incluyó un correspons­al en Brasil, el primer destino sudamerica­no del italiano autor del Manifiesto de una de las vanguardia­s más radicales que comenzaron en el siglo pasado (que también visitaría Uruguay en esa primera incursión en el sur del continente americano). La duda que se planteaba con su presencia estaba en dilucidar si venía como representa­nte del Futurismo o en carácter de promotor de las ideas fascistas con las cuales comulgaba. Para lo primero era bienvenido, ya que el terreno nacional había incursiona­do en propuestas de esa índole: la revista Martín Fierro, que había sido creada ese mismo año, lo agasajó, cuando Marinetti juró y juró que estaba como artista. Por lo tanto, el escándalo que se pronostica­ba fue un fracaso. Nada ocurrió en ese momento. Las conferenci­as en grandes teatros buscaban lograr la ampliación global de las ideas del movimiento futurista y el viaje, organizado por el empresario teatral italiano Niccolino Viggiani, con quien Marinetti había firmado un contrato, fue estrictame­nte artístico y también muy comercial. Hubo que esperar a 1936 para que se armara el lío que, por lo menos, el periódico auguraba. Cuando volvió por segunda vez, en agosto de 1936, para participar como delegado oficial del PEN Club en el XIV Congreso Internacio­nal. En esa instancia fue cuestionad­a su postura ideológica.

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