Perfil (Domingo)

Dos actores gigantes para explotar una teatralida­d cercana, argentina y universal

- A.S.

La dramaturgi­a de Pedro Gundesen podría ser definida como de personajes. Con éste –su tercer estreno en los escenarios– confirma que le interesa desnudar almas iluminando sus costados más débiles. Ya lo había demostrado en las cuatro criaturas que presentó en Argentinie­n (2012). Lo continuó en las dos que propuso con Ya nada será como antes, Wendy (2013) y ahora vuelve a focalizars­e sobre una dualidad. Estos protagonis­tas se entrecruza­n por un hecho real ocurrido en el 2002. Fue una noticia policial, un camión accidentad­o en una ruta motivó que los pobladores se adueñaran de lo que allí había. Con esa realidad el dramaturgo Gundesen creó una ficción pero tan actual que podría asustar. Ya en el programa de mano interroga al futuro espectador teatral sobre: “¿quién es el Otro?”. Esta pregunta permite crear un duelo inter- pretativo imperdible.

Luis Romero es el mismo director con el que debutó escénicame­nte este dramaturgo, y quien demuestra conocer a la perfección su estilo. Hay matices, media luz para contar lo más íntimo y doloroso de cada uno de estos dos hombres que exponen su soledad, también a través de sus mentiras. La estética imaginada por Marcelo Valiente –escenógraf­o y vestuarist­a– apabulla con signos, cada objeto es testigo de un abandono distinto. La iluminació­n de Marco Pastorino va cercando la historia, por momentos hasta la encierra para que el público pueda sentirse cómplice.

Si estas criaturas de Gundesen conmueven y se transforma­n en creíbles se debe a que encuentran a dos actores capaces de transmitir cada respiració­n y aceptan este notable desafío de cercanía con la platea. Claudio Rissi compone a un travesti, decadente o “feo” como eligen agredirlo. La sensibilid­ad con la que lo crea y lo perfila este actor consigue que la transforma­ción se concrete y su Taqueño se transforme en alguien tan cercano como querible, fracturand­o esquemas. A su lado, Osvaldo Santoro evidencia esos mismos cambios que sufrirá cada espectador. El tercer actor, Cristián Aguilera, tiene sólo una pequeña intervenci­ón. Todo el espectácul­o está focalizado en este duelo, ya que ambos, Rissi y Santoro, demuestran tanto el arte de decir como el de saber escuchar, algo tan complejo sobre el escenario. Miradas, cercanías, rechazos, complicida­d, violencia, cada ingredient­e está en su cuota justa, con un equilibrio admirable. Kilómetro limbo propone una teatralida­d cercana, argentina y universal.

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GZA.G.GORRINI BRILLANTE. El duelo entre Rissi y Santoro es un hallazgo.

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