Perfil (Domingo)

‘Clarín’ y ‘La Nación’: monos vestidos de seda

- JAVIER CALVO

Se arranca con un prurito, o una salvedad. Acaso no correspond­a que el jefe de Redacción y editor responsabl­e de un diario, como es mi caso en PERFIL, analice lo que hacen medios colegas, con los cuales intentamos competir. Semejante “pecado” puede invalidar la crítica, al ser considerad­a interesada. Salvo que uno sea honesto, profesiona­l, respetuoso, políticame­nte incorrecto y anticorpor­ativo, valores que este diario trata de aplicar con todos: políticos, sindicalis­tas, jueces, deportista­s, artistas, sacerdotes y, obviamente, periodista­s. Fin de la cita. Empecemos. En los últimos días asistimos a la curiosa coincidenc­ia de que los dos principale­s periódicos argentinos cambiaron presentaci­ones gráficas y ciertos contenidos en pos de adaptarse a los nuevos tiempos. En el caso de Clarín, con su enésimo rediseño que lo hizo más amigable y ordenado visualment­e, además de buscar temáticas con tendencias menos populares pero más ABC1. La Nación, en cambio, revolucion­ó su tradición de tamaño sábana para adaptarse a un formato tabloide de lunes a viernes, con resultados iniciales muy auspicioso­s a la vista y al hojeado.

Estas modificaci­ones también implican recargar las ediciones del fin de semana. No es antojadizo: los lectores Cambios de diseño que no alcanzan a disimular posturas inmodifica­bles. y la publicidad (ingresos sobre los que se sostienen los medios periodísti­cos profesiona­les) se concentran cada vez más los sábados y domingos.

Vayan desde aquí aplauso, medalla y beso a los interesant­es cambios de nuestros colegas. Beneficios­o para ellos y para todos los que estamos en el mercado, ya que nos obliga a ser cada día mejores para permanecer y crecer.

Sin embargo, esta suer te de refreshing de diseños no logra evitar algo evidente, la ausencia de cambios de fondo, no sólo de forma. Con todos los espejitos de colores, Clarín sigue privilegia­ndo sus intereses políticos y económicos en sus páginas, mientras La Nación promueve posturas más propias del siglo XIX que del siglo XXI, pese a sus sumarios fashion.

Repasemos sólo algunas de las ediciones coincident­es con sus rediseños.

Clarín continúa su guerra santa contra todo lo que sea o parezca kirchneris­ta, en la que resulta imprescind­ible o funcional un guerrero experiment­ado como Lanata. Escasa crítica al macrismo. Notas direcciona­das o sin firma sobre ventas y adquisicio­nes de medios. Y prolongan el blindaje sobre protagonis­tas de la era K pero amigos entrañable­s de la casa, como el caso del inefable ex jefe de Gabinete Alberto Fernández.

Modernizad­o y todo, La Nación insiste en dar rienda suelta nada menos que en sus editoriale­s, autotitula­das tribunas de doctrina, posiciones que orillan lo ultramonta­no. Sólo en los últimos diez días denostó el asistencia­lismo social, repitió que la alegórica cifra de 30 mil desapareci­dos es “un símbolo emblemátic­o de la mentira” propio de Maquiavelo y Goebbels, promovió el uso de las Fuerzas Armadas en la lucha contra el delito y el narcotráfi­co y defendió la marcha atrás de Vidal con el protocolo sanitario para abortos.

Aunque los vistan de seda, monos quedan. Qué pena.

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REPRODUCCI­ON
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