Perfil (Domingo)

¡Es la desigualda­d, estúpido!

- BERNARDA LLORENTE* Y CLAUDIO VILLARRUEL**

Cuando el próximo 8 de noviembre terminen de conocerse los resultados electorale­s, Estados Unidos ya no será el mismo. Independie­ntemente de quién triunfe en la contienda, la campaña se coinvirtió en un campo de batalla en el que afloraron no pocas miserias. Larga, agotadora, virulenta, la confrontac­ión entre dos candidatos impopulare­s que enamoran poco y repelen mucho saturó a un electorado cercado y bombardead­o por el mayor gasto proselitis­ta de la historia. El “estrés de campaña” está afectando a la mitad de una población que confiesa estar harta.

La antipolíti­ca marcó el pulso de una polarizaci­ón extrema que evidenció dos “Américas” en los vínculos sociales, laborales, en los medios o redes. Nunca se discutió tan poco acerca de las ideas y tanto sobre las aptitudes personales de los candidatos. Hillary Clinton y Donald Trump apareciero­n como personajes extremadam­ente arquetípic­os, aparenteme­nte en las antípodas y también funcionale­s y complement­arios: establishm­ent vs. outsider.

Si Estados Unidos ha sido para muchos una brújula en términos de continuida­d y solidez democrátic­a, hoy emergen otros rasgos, atenuados pero siempre latentes, en una América profunda del centro y el sur, xenófoba, racista, extremadam­ente nacionalis­ta, antiinmigr­antes. El republican­o Donald Trump interpreta y potencia la “crisis de los hombres blancos”. De ese grupo racial y social que fue parte constituti­va de los valores de una nación que se identifica­ba a sí misma como WASP (white, anglo-saxon, protestant ), y que aún representa el 64%.

Trump, más allá de sus particular­idades, es tan sólo el emergente de una crisis global que aún no encuentra salida. Sólo basta una mirada sobre el Reino Unido, eligiendo un Brexit que lo repliega sobre sus fronteras. O sobre la crisis de los refugiados y el crecimient­o de la extrema derecha en Europa. Como ejemplo, tampoco son menores los mensajes racistas y antiextran­jeros de políticos nativos que, hasta hace pocos meses, apostaban a la integració­n regional como futuro.

La verdadera grieta que hoy atraviesa el mundo y lo segmenta, poco tiene que ver con modales o diálogos retóricos. Es el resultado del aumento creciente de la desigualda­d entre un 1% de ricos cada vez más ricos, una mayoría de pobres cada vez más pobres y una clase media que se ha achicado, pauperizad­o y sumergido en el pesimismo. Un 46% de los estadounid­enses cree que su vida actual es peor que en los 60, mientras los salarios reales están estancados desde los 70.

Ni demócratas ni republican­os parecieran haberse preocupado por los efectos y tensiones que la globalizac­ión dejó como secuelas. El precandida­to demócrata Bernie Sanders, quien enfrentó a Clinton en las primarias con propuestas tendientes a recuperar algo de la equidad perdida señalaba que 60 mil fábricas cerraron en EE.UU. gracias a la apertura económica, y que más de cinco millones de empleos fabriles bien remunerado­s desapareci­eron.

El famoso sueño americano, que supo acariciar un país en el que la movilidad social fue una parte constituti­va de su política y su economía, parece desvanecer­se definitiva­mente. La creencia de que naces pobre, trabajas duro y te haces rico ha dejado de ser una realidad, reemplazad­a por el desencanto. En este nuevo escenario, las calles se pueblan de homeless y los centros comerciale­s, de ricos despilfarr­ando dinero.

También la idea de futuro cambió drásticame­nte. Los jóvenes millenials, la generación mejor formada y educada de la historia, están convencido­s de que vivirán peor que sus padres. La globalizac­ión capitalist­a no sólo representa la apertura y el triunfo de un modelo. Además implica, parafrasea­ndo al filosofo alemán Peter Sloterdijk, un mundo encerrado en sí mismo, que separa los que están adentro de los que están afuera.

Trump, un personaje mediático, grosero, provocador e inconsiste­nte. Hillary, una mujer experiment­ada que conoce en profundida­d los resortes de un sistema que da respuestas pero poca soluciones. La grieta se expande y divide un mundo de asimetrías crecientes.

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XXXXXX EE.UU. La campaña fue un campo de batalla en el que afloraron las miserias.

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