Cuando la violencia de género también se combate en el aula
El rector de la UBA explica cómo se trabaja en la mayor universidad del país para evitar el alarmante aumento de los femicidios. Un debate necesario del que participan docentes, estudiantes y no docentes.
Décadas atrás, la cuestión de “lo privado” era muy respetada. Los argentinos había mos naturalizado que esto tenía su sentido, que nadie tenía por qué intervenir o interceder en lo que cada uno hacía en su hogar. Dos factores influyeron favorablemente en que este paradigma cambiara: el asentamiento de la democracia –puntualmente de los derechos humanos– y los mismos ciudadanos argentinos.
Entre las escasas estadísticas que se manejan, el año pasado en Argentina hubo casi 300 femicidios. Las demandas para que el Estado interviniese respecto de la violencia que no se veía, que no estaba en las calles y que no era tapa de diario fueron creciendo. Las víctimas juntaron fuerza, el resto comenzó a brindar su apoyo públicamente y el problema pasó a ser de todos. La violencia debe erradicarse y combatirse en cada rincón de nuestro territorio, suceda en una cancha de fútbol, una esquina por demás transitada o un departamento.
Como argentino y como rector indistintamente, me resulta sumamente importante la visibilización de estas cuestiones, y quisiera remarcar que cuando se habla de violencia de género se habla de una problemática social, profunda y general que nos atraviesa, independientemente del sexo y de la situación o circunstancia económica. Qué hacemos. Desde la Universidad de Buenos Aires trabajamos decididamente para que tanto los estudian- tes como el personal se mantengan informados y sepan cómo desenvolverse ante esta problemática. Es por esto que desde el año pasado venimos elaborando el Protocolo de Acción Institucional para la Prevención e Inter vención ante Situaciones de Violencia o Discriminación de Género u Orientación Sexual. Este indica que resulta imprescindible visibilizar estas problemáticas de violencia y discriminación, ya que el desconocimiento sobre sus efectos interfiere no sólo en aspectos subjetivos y sociales, sino también en el correcto desarrollo educativo, con el riesgo de convertir los espacios de aprendizaje y socialización en ambientes hostiles, provocando humillación e intimidación y, algo que en lo particular me preocupa bastante, alentando