Realismo mágico a la mozambicana
La publicación de su última novela por la Unsam es la ocasión para entrevistar a Mia Couto, y tratar así de comprender no sólo a una de las voces más llamativas del Africa portuguesa, sino a un autor que ha dado que hablar en el mundo entero.
más bajo, parece experimentar cierta saudade que le reduce aún más la voz: “En mi crianza me marcó mucho el hecho de que nunca conocí a mi abuelo. El abuelo me llegaba solamente por historias. Por eso era eterno”, dice, y recién ahora que lo dice, que puede enunciarlo, advierte que en la novela también hay algo de eso. Aunque afirma que en la construcción de los personajes no hay tantos elementos autobiográficos, ni miméticos. “El personaje, para ser verdadero, tiene que ser descubierto adentro de uno mismo, no afuera”, dice. “Por ejemplo, cuando tuve que construir un personaje femenino que sea verosímil, primero pensé: ‘Bueno, voy a conversar con muchas mujeres sobre los temas de la historia’. Eso ayudó, pero no es la respuesta. La respuesta es que esas mujeres están adentro mío. El escritor no puede escribir sobre; el escritor debe ser ese personaje”.
El problema, según cuenta, es que su generación “aprendió a tener miedo de su costado femenino”, miedo que también, por cierto, se ve reflejado en los personajes masculinos de la novela, que no se permiten experimentar ciertas emociones asociadas a la mujer. A cada género se le circunscribe una geografía doméstica y cierta jurisdicción afectiva. Pero no hay, en ese narrador trabajado por la ciudad, crítica alguna hacia esas tradiciones, en parte porque las juzga –como también Couto ahora– desde la nostalgia.