Imaginación para personajes imposibles de clasificar
En la memoria de los porteños imperan dos puestas célebres de Peer Gynt, una versión unipersonal que interpretó en la década del 70 Franklin Caicedo con dirección de Lito Cruz y Augusto Fernandes. Más cercana en el tiempo –1989– fue la puesta de Omar Grasso, con actuación de Alfredo Alcón, donde por primera vez trabajaron conjuntamente actores con el Grupo de Titiriteros del Teatro General San Martín, dirigidos por Ariel Bufano y Adelaida Mangani. Ahora llega otra adaptación y dirección realizada por un muy joven creador, Juan Cruz Forgnone, quien llegó con imágenes originales e impactantes.
Peer Gynt fue editada exitosamente en 1867 por Henrik Ibsen. Escrita en verso, no pretendía ser llevada al escenario. Una de sus máximas dificultades reside en la cantidad de espacios diferentes donde se desarrollan las acciones, sin olvidar la cantidad de personajes.
Con un muy buen elenco de diez actores, Forgnone propuso una gran duplicidad de caracteres. Hay que subrayar que tan- to la música original de Andrés Giraldo como el diseño sonoro de Delinda Ravone colaboran en la creación de los distintos mundos. La escenografía de Rahie Rched juega con paneles e introduce objetos muy significativos en las diferentes secuencias. Son los intérpretes dirigidos de manera muy acertada quienes vencen los riesgos del despojamiento propuesto. El extraño mundo ficcional que imaginó Ibsen encuentra aquí originalidad y hasta guiños de humor, como es la representación del demonio.
Las actuaciones son otro de los puntos altos del espectáculo: el vínculo que entablan Federico González Bethencourt y Maiamar Abrodos, jugando las escenas de hijo y madre, es notable. También las participaciones de Leilén Araudo y Rubén Parisi, generaciones distintas con una misma pasión escénica.
Los problemas que planteaba este texto de Ibsen fueron resueltos con imaginación, esto conduce a que el espectador se sorprenda ante personajes imposibles de encasillar. El protagonista puede ser querido u odiado, laten virtudes y defectos humanos y permanentes. Hay dos frases que se contraponen: “¡Sé tú mismo!” y “¡Bástate a ti mismo!”, ésta es la que prefiere Peer, con una notable actualidad.