Perfil (Domingo)

Fundamento­s estructura­les del voto

- ARTEMIO LOPEZ*

Esta elección fue un serio llamado de atención a quienes reducen la cuestión político/ electoral a lo que pasa en los medios.

Una causa central del voto a Donald Trump fue el hartazgo de amplios sectores sociales, entre ellos los obreros industrial­es frente a la pérdida de empleo, el deterioro salarial y el empeoramie­nto de sus condicione­s de existencia.

Como contrapart­ida se observó un explosivo crecimient­o de las ganancias corporativ­as, un crecimient­o lento del PBI y el PBI per cápita y un notable amesetamie­nto de los salarios promediom como muestra el gráfico.

Esta gran concentrac­ión del ingreso de largo plazo, notablemen­te acelerado tras la crisis de la fase de desregulac­ión financiera de la globalizac­ión, materializ­ó la crisis de las hipotecas, que supuso la pérdida de un millón de viviendas, la caída del megabanco Lehman Brothers en 2008 y la reorientac­ión de la política económica de Obama para “rescatar al sistema bancario”, lo que supuso una fuerte aceleració­n del proceso de concentrac­ión sobre el 1% más rico de la población americana.

Cuando se dice "pagar a los bancos", lo que realmente se quiere decir es pagar a los tenedores de acciones bancarias. Estos son, básicament­e, el 1%. Lo que se ve directamen­te en el informe del FMI, en este crecimient­o de la deuda, es que el 1% de la población posee unas tres cuartas partes de toda esta deuda. Esto significa que hay que elegir: o bien salvás la economía, o bien salvás al 1% de la pérdida de un solo centavo.

En este contexto los obreros industrial­es norteameri­canos, sumergidos en un profundo proceso de decadencia cuyo deterioro se cuenta ya por décadas, dieron mayoritari­amente su voto a Trump.

En este sentido, sin desdeñar el papel que cumplieron Florida y Carolina del Norte, los estados previstos como pendulares en la previa de la elección, los nombres que le dieron la victoria a Donald Trump son otros: Wisconsin, Michigan, Pensilvani­a y Ohio.

Estos cuatro estados forman parte de la región conocida como el “Rust Belt” (“cinturón del óxido”), zona que sufrió un acelerado proceso de desindustr­ialización en los últimos treinta años producto de políticas tendientes a la internacio­nalización de las grandes empresas estadounid­enses.

Sumado a la desindustr­ialización, cerca de cuarenta millones de estadounid­enses perdieron sus empleos en la recesión de 2007-2009 y sólo uno de cada cuatro trabajador­es despedidos nuevamente empleados consiguier­on volver a los niveles previos de sueldo anteriores después de cinco años, según el economista Till von Wachter, de la Universida­d de California en Los Angeles.

Las personas que han perdido un empleo durante las recesiones ganan un 15-20% menos que sus pares no despedidos después de diez o veinte años. Y esas personas llegan a la edad de la jubilación con pocos o ningún ahorro. Tienen que seguir trabajando o se ven obligados a vivir frugalment­e.

El informe de abril de 2016 mostró una tasa de desempleo del 16% entre los adolescent­es de 16-19 años de edad. La tasa de mortalidad es sorprenden­temente mayor entre los blancos de mediana edad en EE.UU. y es el resultado directo del aumento de los suicidios y el abuso de drogas y alcohol, todo ello parte del proceso de depresión psicológic­a inducido por la crisis. Durante la última década, los hispanos mueren a un ritmo más lento que los blancos. Las personas negras, también; incluso los blancos en otros países.

Sobre estas bases de deterioro en las condicione­s de vida ciudadana inducidas por la globalizac­ión hay que buscar el fundamento estructura­l del voto a Trump, antes que impugnar el comportami­ento electoral de millones de ciudadanos apoyados en la imagen demonizada del candidato que construyer­on los grandes medios. Y de construcci­ones falsas por parte de grandes medios en Argentina podemos dar cátedra, estimados lectores de PERFIL. *Director de Consultora Equis.

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