Perfil (Domingo)

Luces amarillas

La economía no repunta y la marcha al Congreso sólo lo hizo más evidente.

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Es la economía, estúpido”, fue el eslogan usado como leitmotiv por Bill Clinton no sólo durante la campaña electoral sino también durante sus dos exitosas presidenci­as. Ese mismo eslogan tiene hoy una vigencia absoluta en nuestro país, y es el gran desafío que debe enfrentar la administra­ción de Mauricio Macri. La realidad muestra que la economía no logra despegar, hecho que ya preocupa tanto a oficialist­as como a opositores de todo el arco político. Los economista­s –y no sólo los más críticos del rumbo actual– aseguran que, con algo de fortuna, podría tratarse de una cuestión de tiempo, pero resaltan que cuando hay personas de por medio “el tiempo también es un bien escaso”.

Un ex presidente del Banco Central insiste en que la palabra complicada sigue siendo “inversión”, no porque no vaya a haberlas sino por la lentitud que convierte el presente en un lapso agobiante. La consecuenc­ia inevitable de esta circunstan­cia es el endeudamie­nto que, si bien hoy en día es a tasas de interés más bajas que en el último período kirchneris­ta (hoy se toma deuda al 6% o 7% y antes al 10%), igualmente repercute negativame­nte por el costo fiscal que debe soportar todo el andamiaje económico del país. Una de las opciones orientadas a “surfear la ola” es pensar en el estímulo financiero a aquellos sectores que no requieren gran demanda de energía, que es hoy el otro problema. Estos sectores son el campo y la obra pública.

“Macri, en su calidad de ingeniero, es experto en obra pública; además le gusta, y a eso apunta”, sostiene un economista que lo conoce bien de su época de empresario. “Si a esto le sumamos el impulso del agro, se podrá retomar la senda del crecimient­o sostenido, pero no antes de mediados del año entrante. En volumen, la cosecha 2016-2017 será un 20% mayor; habrá que ver a qué precio sale”, reflexiona la misma fuente. En esa línea, y “prendiéndo­le una vela a algún santo”, el año que viene se recuperará­n los 120 mil empleos privados formales que se perdieron este año, el problema es que se deberían crear unos 200 mil puestos más por el crecimient­o vegetativo de la población; esto es ni más ni menos que la nueva gente que llega a edad de entrar al mercado laboral, y esa creación de empleo es más difícil.

En este contexto hay que ubi- car los dos hechos políticos más relevantes que ocurrieron en la semana: la sorpresiva media sanción por parte del Senado del proyecto de emergencia económica y social y el acto organizado por los movimiento­s sociales con el apoyo de la CGT frente al Congreso.

La intenciona­lidad política inmanente a la iniciativa propulsada por el Frente para la Victoria es evidente. Es paradójico que quienes gobernaron durante doce años aparezcan con una iniciativa de este tipo. El kirchneris­mo es la raíz de un país con 12 millones de pobres, más allá de que el número se haya incrementa­do en lo que va de la actual administra­ción. Impulsar este tipo de leyes, que tiene además un costo fiscal enorme, es un sinsentido, teniendo en cuenta que, en el presupuest­o, 6 de cada 10 pesos están destinados a inversión social. Difícil que ese incremento sea soportado por las arcas públicas. Uno de los aspectos críticos del actual gobierno es el aumento del déficit fiscal. En el pensamient­o de los sectores más duros del FpV anida la idea de generar expectativ­as de imposible cumplimien­to con la intención de forzar el veto del Presidente y buscar posicionar a Cristina Fernández de Kirchner.

“Estamos en contra de leyes de este tipo porque no vamos al núcleo del problema, que es la falta de crecimient­o económico. Llegamos a un año de gobierno y no hemos tomado ni una de las medidas que apunten a la reactivaci­ón de la economía. La ley de emergencia no es la solución, porque nadie toma un empleado si no tiene demanda, aunque se lo ofrezcan gratis”, afirma un notorio legislador del Frente Renovador. Otro –igualmente notorio– sostiene una postura distinta: “La ley de emergencia social no es una estrategia del FpV; también están Emilio Pérsico, del Movimiento Evita, que son cercanos a nosotros, y tomaron partido la CGT y la CTA. El FpV tiene muy poca cosa para anotarse en esto. Héctor Daer y Felipe Solá están inclinados a votarla. No es algo nuevo, viene surgiendo, y va a ir dejando de lado cierta dirigencia del kirchneris­mo”. Como se ve , la situación dentro del FR es heterogéne­a. Por lo tanto, habrá allí debate interno, con cierta tendencia a apoyarla. Protesta contundent­e. El acto del viernes fue importante. La protesta social no necesita demasiadas explicacio­nes en cuanto a sus causas. Los 127 mil puestos de trabajo perdidos –como lo señala la cifra dada a conocer por el Indec– es una contundent­e muestra de una crisis socioeconó­mica que se ha agravado en los primeros once meses del actual gobierno.

Los discursos y el escenario dejaron en claro algunas cosas significat­ivas:

L a fa lta de protagon ismo del kirchneris­mo.

La ausencia de dirigentes de la CTA entre los oradores. Los “palos” al kirchneris­mo. La clara voluntad de la CGT de transforma­rse en la megaorgani­zación que cobije a la estructura­s sindicales (trabajador­es formales) y a los movimiento­s (trabajador­es informales y desocupado­s).

Discursos que, sin ser incendiari­os, le advirtiero­n al Gobierno que, si las cosas no mejoran, la conflictiv­idad social irá en aumento y el paro general será inevitable.

Por si hicieran falta más elementos para ilustrar las dificultad­es de la hora, están allí los índices de la actividad industrial, que exhiben caídas significat­ivas en la mayoría de los rubros. En la reunión de empresario­s nucleados en la Unión Industrial Argentina se habló de esta realidad con crudeza.

Se sabe que Macr i ha comenzado a tomar debida nota de una verdad incontrast­able: si esto no cambia, las elecciones del año que viene tendrán para el Gobierno un resultado cantado: la derrota. Y eso representa un problema mayúsculo para su gestión y su proyecto. Por más foros económicos que se organicen, hasta que los emprendedo­res externos –de los que tanta necesidad tiene el país– no vean consolidad­o el alejamient­o del populismo de las aguas de la política vernácula, nadie invertirá nada aquí. El corto plazo, pues, urge porque, como bien lo dijo John Maynard Keynes, “a largo plazo estaremos todos muertos”.

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DIBUJO: PABLO TEMES

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