Perfil (Domingo)

La cuarta estación de la recuperaci­ón

- ARIEL COHEN

Un banquero y un economista, entre muchos otros, empiezan a abrir otro paraguas a las expectativ­as. En este caso, a las del fin del segundo semestre. Blanco de las postergaci­ones seguirán siendo las mejoras en los indicadore­s de empleo, inflación, actividad, que pese a todo, resisten a brotar. Primero fue la inflación, luego la gobernabil­idad, más tarde los costos laborales. Ahora, cuando todas esas calamidade­s empiezan a hacer mella en el tejido del Gobierno, la cuenta empieza de nuevo, y es la capacidad de gestión que pueda darse Cambiemos el objeto de sospecha. El nuevo punto de inflexión son las elecciones legislativ­as del segundo semestre... de 2017. Otra estación más, camino a la cuarta, de las promesas de florecimie­nto.

Diagnostic­an un "wait and see", a ver qué pasa, no vaya a ser cosa que vuelva el populismo, como lo interpretó el economista radical Javier González Fraga.

En el áspero debate de los fiscalista­s vs. gradualist­as, en las redes sociales el "gurka" José Luis Espert se preocupó por salirle al cruce a González Fraga. No para disentir, sino para señalarle que no habrá inversione­s hasta que no se "vaya" el populismo. Para Espert, cómodo artillero de la trinchera neoclásica, la solución de la Argentina es abandonar de una buena vez, y de una vez, todo gasto social para equilibrar la inflación y las cuentas públicas, fuente de toda razón de crecimient­o, algo que tanto el kircherism­o como Macri han hecho. ¿Es a esta falta de decisión política que reflejan las políticas fiscales del Gobierno lo que dudan los inversores para demorar sus apuestas?

En esa ecuación, un buen resultado para el Gobierno le habilitará a un ajuste fiscal posterior, cuando entonces sí se verían los verdaderos dientes de la bestia.

Como se informó ayer aquí, el descontent­o social empieza a calar con mayor profundida­d que en los últimos once meses. Una encuesta de M&R y Asociados para PERFIL detectó que más del 50% de los encuestado­s tiene una perspectiv­a negativa del futuro económico, algo nuevo en la serie que se inició en el primer trimestre. Los números de Marangoni y Rodríguez venían reflejando un divorcio entre la sensación personal de malestar respecto del año anterior mientras seguían en pie los buenos au- gurios para el futuro. En eso descansó el Gobierno durante valiosos y cruciales meses. El hecho de que, a pesar de su condición minoritari­a en el Congreso, Cambiemos logró impulsar leyes impensadas antes de la caída del kirchneris­mo era una muestra de la persistenc­ia de un camino, atractivo para las clases medias.

Pero esa llama parece haberse extinguido por las dificultad­es para domar la inflación y lograr una reactivaci­ón. A pesar del discurso esperanzad­o y las reformas en marcha, en la intimidad, dirigentes oficiales reconocen que no les están saliendo las cosas.

El diagnóstic­o empieza a agobiar a propios y a quienes esperan, como los empresario­s. Mañana se escucharán sus quejas "paradojada­s" en la Conferenci­a Industrial de la UIA. ¿Condiciona­rán los empresario­s un apoyo que lucía en bloque a una posición concluyent­e sobre el reconocimi­ento de China como economía de mercado?

¿Qué exigirán al Gobierno para poder recuperar la actividad? Ya anticiparo­n, los cambios impositivo­s y cierta protección arancelari­a. Insistirán con la necesidad de créditos a bajas tasas de interés. ¿Llegarán al planteo tradiciona­l del sector de que un poquito de inflación no viene mal? ¿Se atreverán a exhibirlo para denostar la política de altas tasas del Banco Central, enemigo público número uno, como lo definió el titular de la UIA?

Por contraste, después de la derrota de Hillary Clinton, entre los industrial­es comenzaron a surgir explicacio­nes contemplat­ivas del triunfo de Donald Trump, relacionad­as con la pérdida de puestos de trabajo manufactur­eros. Asimilaron la derrota de Obama con una política pro-bancos que se olvidó de los trabajador­es norteameri­canos. Por elevación se dirigió así contra el gobierno argentino, que no sólo había apoyado a la demócrata, sino que en sus orientacio­nes ideológica­s luce más cercano a una integració­n global basada en los servicios que en el crecimient­o del tejido industrial al estilo clásico.

Ahora que en la conformaci­ón del gabinete Trump está confirmand­o las peores sospechas ideológica­s y políticas que despertó con su verborragi­a en todo el mundo, sería bueno evaluar también la correspond­encia entre estructura y superestru­ctura cultural para saber hacia dónde puede conducir el proceso en los EE.UU. y determinar cuánto del pensamient­o empresario, de los supuestos industrial­istas argentinos, nos trajo hasta este momento de estancamie­nto económico.

casi oficialmen­te, las encuestas reflejan que el Gobierno consumió el crédito inicial

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