Perfil (Domingo)

Otros jueces, las mismas prácticas

- FEDERICO DELGADO/ CATALINA DE ELIA

tantos años es por algo. No es que se atornilló a la silla y con una ametrallad­ora no dejaba que nadie se le acercara. Lo fue desde 1995 a 2016. Tres o cuatro gobiernos, le hicieron notas. La alternativ­a de estar siempre ahí expresa algo y ese algo es el que nos preocupa a nosotros. Ese es el sentido de la investigac­ión que hicimos con el libro. Pensar a la Justicia más allá de los hechos coyuntural­es. Tecnología, ley y derecho.

—¿Es posible incorporar la tecnología a la vida judicial?

—Sí. No es que no hay tecnología, sino que hay que asimilar la cultura de la burocracia judicial a las nuevas tecnología­s. Los jueces todavía citan a las personas con notas, telegramas. Un juez para pedirle otra causa a otro juez no le manda un mensaje de WhatssAp, le manda una

Si Oyarbide fue juez tantos años es por algo. no se atornilló a la silla y con una ametrallad­ora no dejaba a nadie que se acercara

nota que tiene que firmar, y llevársela al otro juez. A partir de allí, el otro juez responderl­a. Es algo larguísimo y sumamente burocrátic­o, difícil de explicar. Hábitos culturales. Para el fiscal, no se trata únicamente de falta de tecnología. Es la expresión de una ideología sobre el hecho de hacer justicia. Y, también con una ideología.El poder, los poderosos, y las institucio­nes que mantienen el status quo. "Todo eso tiene que ver con una forma de hacer justicia –explica–, con hábitos culturales. No es tanto la plata que hay que gastar en nuevas tecnología­s, sino generar un debate respecto a la reforma intelectua­l y moral.

—¿Y a nivel general?

—A nivel general, más allá de la tecnología, tampoco creo que todo esto tenga una solución mágica. Sino que llegamos hasta acá por una construcci­ón colectiva. Por eso, el último capítulo del libro se llama “La construcci­ón colectiva de la justicia injusta” porque llegamos hasta ahí por responsabi­lidad de todos: del poder político, sociedad civil, medios de comunicaci­ón, empresario­s y del poder judicial. De todos. Y de esa misma manera hay que construir una justicia justa. El manejo de los tiempos de un modo distinto al que contempla la ley, junto a la tolerancia respecto del gobierno de turno y la persecució­n al saliente, constituye­n aspectos caracterís­ticos de nuestro sistema judicial. Los magistrado­s se las arreglan para interpreta­r la ley de acuerdo a sus tiempos personales y para acompañar al gobierno de turno.

No investigar nunca el poder instituido es clave para explicar la superviven­cia de la mayoría de jueces y fiscales. Es decir, la aplicación de la ley, que debería ser libre y universal, se mezcla con los intereses particular­es de aquellos.

Y esas anomalías trasciende­n los intereses personales, funcionan como conceptos que permanecen en el tiempo. Cambian los jueces y los fiscales pero no cambian las prácticas (...)

Hay una palabra que hasta ahora no hemos utilizado y no lo hemos hecho por una decisión: la palabra que fa lta es “cor r upción”. Usualmente se la define como el uso de la cosa pública con fines privados. En esa definición yace una reducción, debido a que la corrupción se manifiesta como una acción individual de una persona o, a lo sumo, de un grupo de personas. En el caso del sistema judicial en particular, la corrupción es un fenómeno más complejo y plagado de complicida­des en permanente tensión entre el Estado y la sociedad civil (...).

María Ovando estuvo detenida, en 2011, durante 19 meses por la muerte de su hija en Misiones, aunque había fallecido por las condicione­s de extrema pobreza en que vivía. Hizo falta que un programa de televisión mostrara el caso para que fuese absuelta (...).

Belén, en marzo de 2014, i ngresó a un hospital a causa de una dolencia estomacal y quedó detenida acusada de homicidio por un aborto espontáneo y luego condenada a ocho años de prisión en abril de 2016, en el tiempo récord de casi dos años.

Irónicamen­te, Lázaro Báez, fue denunciado por delitos económicos en 2008 y, aunque las pruebas abundaban, recién en 2016, y tras la difusión de un video en un noticiero de televisión que lo comprometí­a, fue encarcelad­o.

Algo similar ocurrió con el ex secretario de Obras Públicas, José Francisco López. Desde 2008 la Justicia Federal lo investigab­a por el delito de enriquecim­iento ilícito. La causa permaneció durante ocho años en una agonía fatal. La Justicia no exculpaba a López, pero tampoco lo ponía en aprietos. Se trataba de una solución clásica y heterodoxa: esperar que el paso del tiempo permitiera que operara la llamada prescripci­ón, que no es otra cosa que un límite que se autoimpone el Estado y que expresa la siguiente idea: si en determinad­a cantidad de tiempo no hay un resultado concreto, no se podrá continuar con la investigac­ión, ya que no es posible investigar eternament­e a una persona. De golpe, López fue hallado escondiend­o dinero y todo cambió. López ya no estaba en el poder y la Justicia aceleró enormement­e el paso.

Esta breve descripció­n de Un exhaustivo análisis del desempeño de la justicia argentina. los hechos demuestra, por ejemplo, la rapidez para convertir el drama de una madre en asesinato de su hija, que duró 19 meses y que se detuvo porque se hizo visible ese brutal ejercicio del poder. Algo similar ocurrió con Belén, casi dos años para transforma­r un drama social en un aborto y también la intervenci­ón de actores extrainsti­tucionales lograron, al menos, hacer visible el caso (...)

Otro tipo de hipocresía rodeó a Lázaro Báez y José López. Sus nombres llenan papeles de expediente­s desde 2008 pero la Justicia fue prudente, tan prudente que usó la ley para favorecerl­os.

¿Cómo? La ley procesal penal y la ley penal de fondo no son más que un conjunto de reglas para hacer cosas. Para descubrir delitos y sancionar a los responsabl­es. En los casos “Báez” y “López” la ley se usó como excusa para no hacer, es decir, para tolerar. Siempre faltaron más pruebas, siempre faltó el “delito precedente”, siempre faltó algo.

Esa “falta” nunca pudo explicar que un cajero de un banco público multiplica­ra su fortuna como contratist­a del Estado o que López tuviese US$ 900.000 en efectivo y que la Justicia no lo percibiera. Esa tolerancia duró hasta que un vecino llamó a la policía, que se topó con los US$ 900.000, y hasta que la televisión mostró un video de los hechos. Se había vuelto intolerabl­e la tolerancia.

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CEDOC PERFIL BAEZ. Estaba denunciado desde 2008 y, aunque las pruebas abundaban, sólo fue procesado en 2016, con el cambio de gobierno.
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OBRA.

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