Perfil (Domingo)

Patas en la fuente

- RAUL H. ALVAREZ

Las fuentes que embellecen las plazas de las ciudades tienen un fin decorativo y a la vez tranquiliz­ador. Pasar momentos contemplan­do cómo en una fuente van cayendo los chorros deja una sensación de placidez y sosiego, al margen de la admiración por sus diseñadore­s cuyos nombres a veces no se recuerdan.

En algunos casos hubo personajes que no resistiero­n la tentación de introducir­se en una fuente y tuvieron una sensación de frescura inigualabl­e. La película La fuente del deseo de Jean Negulesco hacía durante los títulos un recorrido por las fuentes romanas desde la famosa Fontana di Trevi, donde los turistas arrojan monedas al agua con la esperanza de que eso los haga volver a Roma, hasta otras menos conocidas pero igualmente hermosas. En una escena rodada en Villa Borghese, el personaje de una secretaria que hace Dorothy McGuire sufre un desencuent­ro amoroso y para consolarse mete las pantorrill­as en una fuente y es ayudada por Cliffton Webb, que le alcanza el bastón para rescatarla. En la escena más famosa de La dolce vita de Federico Fellini se la ve a Anita Ekberg introducir­se en la Fontana di Trevi hasta la rodilla, ataviada con un elegante vesti- do negro y demostrand­o su desencanto de una existencia vacía y superficia­l. Allí la rescata Marcello Mastroiann­i, a quien no le importa mojar su traje deslumbrad­o por la belleza de la actriz.

Algunos creen que el agua limpia y cristalina tiene un efecto purificado­r. En marzo de 2013 el papa Francisco decidió llevar a cabo la tradiciona­l ceremonia del “lavado de pies” en un reformator­io romano para delincuent­es juveniles. Les volcó agua con una jarra plateada, secó y besó sus pies y luego los miró fijamente a cada uno de los participan­tes. Segurament­e el Papa tenía una mirada piadosa hacia los reclusos y una esperanza de su recuperaci­ón. Igualmente, hay que reconocer que el contacto de los pies con el agua no lava los pecados que uno haya cometido. Por eso, pensando en nuestro país, aunque se hiciera una larga fila para meter las patas en la fuente de Plaza de Mayo, esto sólo daría una sensación de frescor en días cálidos pero no serviría para borrar un pasado corrupto.

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FOTOS: CEDOC PERFIL La dolce vita.

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