ESPERANZA
despertó en el continente americano una vasta ola de simpatía. Había un halo de romanticismo en esos jóvenes que descendían de la Sierra Maestra para combatir a un gobernante corrupto y dictador sangriento como el sargento Fulgencio Batista. Desde los sectores más diversos del espectro ideológico se saludaba al nuevo líder del pueblo cubano. Hoy nos puede parecer inverosímil, pero hasta el almirante Isaac F. Rojas, uno de los líderes de la revolución de 1955 en nuestra Patria, tuvo palabras de admiración para aquellos barbudos vestidos de fajina. Con el tiempo, ese embrujo sólo persistió en la izquierda y, en los años finales, en la izquierda más autoritaria. Pero no muchos se atrevieron a decir públicamente la calificación que, del modo más objetivo, debía darse al gobierno castrista: la de una dictadura. Los defensores del régimen se aferran a sus argumentos de siempre: la universalización de la educación y la salud. Supongamos, por vía de hipótesis, que los datos que invocan son ciertos. Mi expectativa esperanzada es que en Chapadmalal, además de un retiro espiritual, el mismo sea racional. Y, consecuentemente, surja del equipo algo que reclamamos los humildes, anónimos ciudadanos. A saber y sólo como ejemplos: Terminen con jubilaciones gratuitas a quienes jamás aportaron. Un disparate.