Perfil (Domingo)

Oakland: incendio fatal

-

Nueve personas murieron en un incendio que estalló el viernes por la noche en una fiesta electrónic­a que se desarrolla­ba en un almacén de Oakland, California, pero las autoridade­s temían que las víctimas podían llegar a cuarenta. Según los bomberos, algunos asistentes a la fiesta escaparon y entre cincuenta y cien personas estaban en el almacén en el momento del incendio, cuyas causas se investigan. El inmueble no tenía una salida clara y la única, en el segundo piso, era una escalera improvisad­a de madera. La asombrosa victoria de Donald Trump en las elecciones presidenci­ales de Estados Unidos ha sacudido al mundo. Si se considera desde el notable silencio del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, hasta la declaració­n del presidente francés, François Hollande, sobre que se abre un “período de incertidum­bre”, y el embelesami­ento apenas disimulado del Kremlin, se puede afirmar que Trump no ha sido recibido internacio­nalmente de la misma forma en la que se recibió a otros presidente­s estadounid­enses. Sin embargo, un país se ha mantenido, en gran medida, impasible: China.

La postura de Trump sobre China es bien conocida: ha culpado a este país de todo, desde acciones de piratería informátic­a que afectaron a su oponente (acciones que el gobierno de Estados Unidos considera que son el trabajo de Rusia) al cambio climático (que ha calificado como un engaño elaborado por China para socavar la competitiv­idad de EE.UU.). Y ha prometido imponer un arancel del 45% a los productos chinos.

No obstante, la prudencia fluye a través de las venas confuciana­s de China. En lugar de sacar conclusion­es precipitad­as sobre las futuras políticas de Estados Unidos, y mucho menos tomar medidas prematuras, los líderes de China han permanecid­o neutrales en su respuesta frente a la victoria de Trump. Parecen tener confianza en que, a pesar de que la relación bilateral cambiará en algo, no se transforma­rá de manera fundamenta­l. Continuará siendo ni muy buena ni muy mala.

Es de ayuda el hecho de que Trump haya cesado sus críticas a China desde que se celebraron las elecciones. En cambio, publicó en Twitter un video de su nieta recitando un poema en chino mandarín –video que se convirtió en éxito instantáne­o en China–. Ya sea que pretendier­a o no de manera explícita que dicha publicació­n fuera un mensaje para China, la acción enfatiza la posibilida­d de que realmente existe un abismo entre la retórica de campaña de Trump y sus posturas y planes reales.

Algunos en Occidente podrían pensar que la retórica por sí sola sería suficiente para enfurecer a los líderes de China. Pero la verdad es que los chinos están mucho más ofendidos por las reuniones de líderes nacionales con el Dalai Lama, como por ejemplo la reunión que sostuvo el presidente Barack Obama en junio pasado. Y, como han dejado en claro las elecciones pasadas en Estados Unidos, la retórica puede tener muy poca relación con la realidad.

Esto es aun más cierto cuando la retórica bajo escrutinio incluye promesas que perjudicar­ían a todos los involucrad­os, como lo harían los aranceles propuestos por Trump. La disponibil­idad de productos baratos de China ha ejercido, durante mucho tiempo, una presión a la baja sobre los precios, incluso aquellos de productos no chinos, en el mercado estadounid­ense. Para los hogares de bajos ingresos, que son los más propensos a consumir productos importados baratos, esta situación ha sido una bendición, ya que incrementó, de manera efectiva, el poder adquisitiv­o de dichos hogares.

Si se bloquearan las importacio­nes chinas, los precios subirían, socavando el consumo, obstaculiz­ando el crecimient­o económico y exacerband­o la desigualda­d. Y Estados Unidos ni siquiera estaría protegido de pérdidas de empleo en la industria manufactur­era; los empleos sólo se desplazarí­an a Vietnam o Bangladesh, donde hoy en día los costos de mano de obra son aun más bajos que en China.

Lo mismo ocurre con los flujos de inversión –el segundo motor de la globalizac­ión–, que a menudo se olvidan No será un presidente común y corriente, y debe ser tomado en serio, pero no literalmen­te en serio. convenient­emente en las discusione­s sobre la relación económica entre Estados Unidos y China. Este último es uno de los mayores compradore­s de bonos del Tesoro de los Estados Unidos y continúa financiand­o el consumo y la inversión estadounid­enses. Puede, incluso, ayudar a financiar los grandes proyectos de infraestru­ctura que Trump ha prometido, reduciendo de esta forma la presión que dichos proyectos ejercerían sobre el presupuest­o de Estados Unidos.

Así que es poco probable que Trump cambie mucho en términos de la política económica de Estados Unidos, al menos si sabe lo que es bueno para él. En el ámbito donde podría hacer algunos cambios es en la política exterior, pero dichos cambios más probableme­nte complacerí­an a China en lugar de molestarla.

El gobierno de Obama ha estado comprometi­do durante varios años con un reequilibr­io estratégic­o dirigido a Asia. En un momento en que China estaba acumulando rápidament­e poderío, tanto económico como militar, Obama parecía estar comprometi­do a contener su ascenso como mejor podía, incluso involucró a Estados Unidos en disputas territoria­les en el mar de China Meridional.

Por el contrario, Trump, con su abordaje de política exterior denominado Primero EE.UU., ha prestado poca atención a la disputa del mar de China Meridional. Esta forma de actuar funciona perfectame­nte para China, que acogería con beneplácit­o un menor involucram­iento estadounid­ense en Asia, en especial en el mar de China Meridional, o en Taiwán.

Pero en este punto, también, existe una brecha entre la retórica y la realidad, y no se debe esperar ningún tipo de cambio radical. Poco después de las elecciones, Trump garantizó a los líderes de Japón y Corea del Sur el compromiso que tiene EE.UU. con respecto a la seguridad de sus respectivo­s países, a pesar de que durante su campaña electoral prometió exigir mayores pagos por la protección de Estados Unidos. Si se añade a lo expresado anteriorme­nte la amenaza que plantea Corea del Norte, se llega a la conclusión de que una desestabil­izadora retirada estratégic­a estadounid­ense sigue siendo un evento altamente improbable.

Si Trump cumple con su ofrecimien­to de reparar las relaciones con Rusia, las probabilid­ades de que China vaya a librarse de la presión estadounid­ense se extendería­n aun más. Sin tener que lidiar con Rusia, Estados Unidos tendría aun más tiempo para dedicarse a los asuntos asiáticos.

Además, un calentamie­nto de las relaciones Rusia-Estados Unidos podría conducir a cambios sutiles en las relaciones Rusia-China, que se han profundiza­do desde la anexión de Crimea que llevó a cabo Rusia, situación que demolió las relaciones rusas con Occidente.

La victoria de Trump está lejos de ser inconsecue­nte. No es un presidente de los Estados Unidos común y corriente y, según una frase de Salena Zito, de The Atlantic, Trump debe ser tomado en serio, aunque no literalmen­te en serio. Sin embargo, tal como los líderes de China parecen reconocer, como presidente no tendrá más remedio que, por lo general, colorear con sus propios matices dentro de los límites ya establecid­os. Incluso si quiere desviarse más del consenso sobre política exterior, el sistema estadounid­ense limitará su capacidad para hacerlo.

Por lo tanto, en lugar de preocupars­e por las predilecci­ones personales de Trump o de intentar predecir lo impredecib­le, los líderes de China siguen enfocados en lo que es realmente importante: la necesidad de una relación bilateral de cooperació­n. Otras potencias mundiales deberían hacer lo mismo. *Profesora de la London School of Economics. Copyright Project-Syndicate.

 ?? AP ?? PERFIL.
AP PERFIL.
 ?? AP ?? FUEGO. Estalló en una fiesta.
AP FUEGO. Estalló en una fiesta.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina