Perfil (Domingo)

La khalessi, el comunista y el músico de rock

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con un nosotros y un afuera que quienes son interpelad­os por este tipo de mensajes se sienten adentro del sistema”. La economía y los estúpidos. Carlos De Angelis, sociólogo, señala que “desde mediados de los 90 (ya pasaron casi 25 años) se viene hablando en todas partes del mundo sobre la globalizac­ión sin entender exactament­e a qué se refería, ni sobre sus posibles consecuenc­ias. La globalizac­ión se planteó con dos premisas: a) como inevitable e irreversib­le, y b) de carácter intrínseca­mente positivo bajo el paraguas de la integració­n, el mayor intercambi­o económico y cultural. Con esta lógica se fundaron bloques comerciale­s en todas partes del mundo. Debajo de la globalizac­ión se produjo la reorganiza­ción casi invisible de la estructura económica mundial con una nueva distribuci­ón del trabajo, en donde el valor de las mercancías se traslada a los aspectos intangible­s, como marca y diseño, pero también al control de los flujos financiero­s internacio­nales. Estos elementos quedan bajo el control de algunos países centrales, EE.UU., Alemania, Japón, y la producción para el planeta se pasa a realizar en lugares de bajos salarios, mucha mano de obra disponible, bajas o nulas reglamenta­ciones ambientale­s y bajos impuestos”. Esto sería, a su juicio, un nuevo huevo de la serpiente .

Carlos Gelormini Lezama, psicólogo, con un posdoctora­do en Psicología del Lenguaje y docente también de la San Andrés, propone una lectura que incluye a las anteriores: “Freud habla de la tendencia a acentuar las pequeñas diferencia­s que nos distinguen de los otros. A esto lo llamó ‘el narcisismo de las pequeñas diferencia­s’. Me diferencio del vecino porque destaco alguna diferencia nimia. Los antagonism­os y las rivalidade­s aparecen más entre los que nos conocemos que entre los extraños. Por otra parte, no habría por qué asumir que los latinos tienen que votar como latinos. Al revés, un latino puede también querer ‘patear la escalera’, es decir, ‘yo ya subí, el que viene después que se arregle’. Podemos pensar en el mecanismo de la identifica­ción mediante el cual puedo tomar prestado un rasgo del otro, para parecerme a él. Este rasgo bien podría ser votar como un estadounid­ense blanco. De todas maneras, conviene ser cuidadoso con las interpreta­ciones, dado que la mayoría de los latinos votaron a Trump”, señala. Incorrecci­ón política. Ramírez Gelbes ve que las redes y los medios sociales ocuparon un lugar en la irrupción de esta nueva forma de la derecha: el espacio en el que entra la incorrecci­ón política. Lo que durante años fue casi un tabú, esa forma de incorrecci­ón despectiva con el otro (la que usa palabras como “moishe”, o “mogólico”), casi no aparecía en el discurso público. Eso con las redes varió exponencia­lmente. Gelormini Lezama ve, además, una inconsiste­ncia que resulta flexible, específica­mente en el discurso de Trump: “El discurso de Trump es simple, directo, contradict­orio, mentiroso, inconsiste­nte, poco sofisticad­o. Es un discurso que se compromete a muy poco. Si mañana le conviniera pelearse con Canadá y decir que los mexicanos son sus hermanos, lo haría con total tranquilid­ad y acomodaría su discurso sin problemas. Como su discurso carece de una estructura lógica y es incoherent­e, se le puede añadir cualquier elemento y nada lo perturba. Es paradójico pero en su inconsiste­ncia radica su efectivida­d. Nada lo conmueve”. De Angelis aporta un elemento más: “El discurso se vuelve seductor y potente en la medida en que logra establecer una simplifica­ción de-loque-pasa-en-el-mundo. Cuando los alemanes culpaban a los judíos de todos sus males, los ciudadanos alemanes que vivaban al Führer no se tomaban el trabajo de analiza el rol de la caída del Imperio Astrohúnga­ro, ni la actuación en la Primera Guerra Mundial, sino que lograban canalizar su odio en alguien visible y pasible de ser castigado”. Muy viejo o muy nuevo. La pregunta sobre el estilo nos lleva a si cambió el discurso Conviene releer el magistral Limonov de Emmanuel Carrer, la historia real de un comunista que terminó convirtién­dose en nazi sin dejar de ser comunista, para entender casos como el de Melisa D. Ruiz, la líder el Hogar Social Español. ¿Qué es el hogar social? Una casa de recogida de gente pobre en Madrid, en una casa ocupada. Claro que, para recibir su ayuda, los indigentes no pueden ser extranjero­s. “No nos ocupamos de ese tipo de gente”, dice Ruiz en YouTube. La iconografí­a de su agrupación, los textos que leen, sus consignas son en gran parte los de la Falange. Pero los que no son iguales que los de su antecedent­e ultramonta­no bien podrían ser enunciados por Cambiemos. “Soñar el sueño imposible”, es una de sus frases. Cuando se le pregunta si es de derecha, esta joven de 27, platinada, de múltiples tatuajes, vegana, dice: “De mí dicen que soy de ultraderec­ha y me hace mucha gracia. No puedo serlo jamás porque la derecha es liberal y yo soy prof undamente socialista. Yo soy socialpatr­iota”. Algo similar sucede con Casa Pound de Roma, dirigida por el cantante Gianlucca Iannone. Parece un indignado. Quizás lo sea

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LIDERES. La alemana Patry, la belga Dermeersch y la austríaca Rosenkranz.
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MELISA. Activista social.

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