El arte contemporáneo según Homero Simpson
“¡Marge, por qué el arte me desprecia, si yo no le hice nada!”, grita Homero Simpson al despertarse de una pesadilla que ha tenido en uno de los bancos del museo. La recorrida incluyó un Turner, las sopas Campbell’s de Warhol, frente a las que arrodilló y descubrió que era de su gusto preferido. Un Matt Groening del que se burla por no saber dibujar, la instalación de Claes Oldenburg que no entiende bien hasta que pasa por Las señoritas de Avignon –más correcto sería Las señoritas de Avinyó–, el cuadro que Pablo Picasso pintó en 1907 y que lo despega de ese pintor figurativo que era para lanzarlo de lleno en el cubismo que será. Trastornado, el pobre Homero no puede con su impotencia, mientras Marge oficia una visita guiada que no hace más que enloquecerlo. La referencia a este cuadro es perfecta para relacionarlo con el comienzo del mismo capítulo, ya que el personaje va a buscar inspiración porque quiere hacer algo con su vida y va a probar ser “artista contemporáneo”. Tiene que aparecer, entonces, este principio que lo posibilita porque el cuadro en cuestión es el que contiene todas las formas del arte porvenir, a fuerza de juntar casi una especie de historia en sus figuras. El arte africano, frescos medievales, pinturas egipcias, Ingrés, El Greco, Cezánne. Cuando Picasso la mostró tuvo muchas críticas y fue objeto de burla. La pintura estuvo sola y guardada durante muchos años. Recién en 1916 fue expuesta y luego vendida a bajo precio. Estaba esperando, quizá, que comenzara el siglo XX.