Cómo se sostiene una teoría
Otro logos. Signos, discursos, política
Conspiración contra Güemes, La patria de las mujeres Hace ya unas cuantas décadas que la crítica literaria y la reflexión académica sobre el arte se vio felizmente contaminada por otros discursos y otras prácticas que no responden sólo al mundo encorsetado de la estética en sentido clásico. De algún modo, esta línea reflexiva recupera una concepción del arte y la literatura como una expresión humana que está todo el tiempo atenazada por las tensiones sociales y políticas de su tiempo. Los llamados “estudios culturales” y el “comparatismo” en los estudios literarios fueron expresiones académicas concretas que mostraron este ensanchamiento en la reflexión teórica acerca de la estética. Por otro lado, este movimiento dio la bienvenida a un pensamiento clavado en la tierra; es decir: ¿es lo mismo una mujer que escribe y piensa en un país periférico? Y más acertadamente: ¿cuáles son esas diferencias, o como se pueden leer las mismas en la expresión artística? Y, además, esas diferencias, ¿tienen connotaciones políticas determinadas? O estas diferencias, ¿implican relaciones de poder y de explotación? Y por último, ¿de qué modo estos cambios sociales impactan en el imaginario literario?
Elsa Drucaroff escribe un libro de reflexión teórica que se suma con pertinencia dentro de esa tradición. Parte de un texto concreto, un notable cuento de Julio Cortázar, “Las puertas del cielo”. Pero no se detiene en lo formidable de su factura, que da por descontada. Lo que le interesa, en todo caso, es un problema que para la estética tradicional es subalterno: ¿cuál es el imaginario sexual en la economía del re- lato? Y, además, ese imaginario, ¿supone algún tipo de valoración prejuiciosa de lo que consideramos “hombre” y “mujer”? Este es el puntapie desde donde Drucaroff se embarca en un recorrido reflexivo que tiene dos direcciones paralelas: la crítica al concepto de clases del marxismo y al concepto de diferencia sexual del psicoanálisis. Para llevar a cabo dicho recorrido, Drucaroff, se vale de una serie de autores con los que discute ciertos postulados del marxismo y del psicoanálisis. Raimond Williams, Benjamin, Horkheimer, Adorno, principalmente para discutir no tanto a Marx, como a los lectores dogmáticos de Marx. Y Butler, Irigaray, Muraro y Rozitchner, para discutir los postulados de Freud y Lacan acerca de la diferencia sexual. En definitiva, la discusión central se puede resumir en un eje muy propio del pensamiento occidental del siglo pasado: cómo sostener una teoría que evite lo más posible la sustancialización. Entendiendo que la realidad humana es, sobre todo, una realidad lo suficientemente dinámica que escapa todo el tiempo a cualquier esquematismo conceptual.
El estilo de Drucaroff es visceral, la discusión nunca se cierra en los códigos acomodaticios de la academia: Drucaroff nos habla de frente, mostrando sus cartas todo el tiempo, como si buscara despertarnos de la duermevela de nuestros prejuicios. Tal vez por eso no sorprenda la utilización de la primera persona en un ensayo en el que se esperaría el anonimato del plural mayestático. Del mismo modo que el uso
Lo que le interesa es un problema que para la estética tradicional es subalterno: ¿cuál es el imaginario sexual en la economía del relato?