Perfil (Domingo)

Mujeres sin rostro

- LAURA ISOLA

Se creían “profetas” y se reunían en El Templo. Fue a fines del siglo XIX en París que tomaron el nombre Nebiim, una de las tres partes en las que se divide el Tanaj, la Biblia hebrea, y que habla de los que van a anunciar la palabra de Dios, para transforma­rlo en Nabis y darle nombre al grupo. Eran Paul Sérusier, una suerte de líder, y los pintores Odilon Redon, Puvis de Chavannes, Edouard Vuillard, Pierre Bonnard, Maurice Denis, Ker-Xavier Roussel, Félix Vallotton, Georges Lacombe y el escultor Aristide Maillol. Todos jóvenes y un poco místicos. Apasionado­s del color, de lo exótico, influencia­dos por Gauguin y el japonismo, no franquearo­n las barreras de la Ciudad Luz con su prédica. Sin embargo, fueron profetas en su propia tierra, lo que es mucho. Usaron todo lo que estuvo a su alcance: dibujo, grabado, pu- blicacione­s, litografía­s. Fueron pintores, escultores y diseñadore­s publicitar­ios, cuando ni siquiera existía esa actividad como tal. Con una paleta muy subida y plena, con una intención de deformar la realidad por lo que se ve y también por lo que se siente, con un fuerte anclaje en lo doméstico, para sacudirlo menos que para aceptarlo, anticiparo­n el arte abstracto por venir. Uno de los temas predilecto­s de Bonnard fue la representa­ción del cuerpo desnudo dentro del ámbito doméstico, y en especial las escenas de la intimidad del aseo femenino. La mayoría de estos desnudos representa­n a Marthe de Méligny –amante suya desde 1893 con la que finalmente se casó en 1925–, aunque también utilizó como modelos a otras mujeres que encarnan su ideal femenino: cuerpo menudo, piel nacarada, pecho elevado y rostro indefinido.

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BONNARD. Cuerpo menudo y rostro indefinido.

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