Perfil (Domingo)

Gobernabil­idad local versus pobreza global

- ARIEL COHEN

En la misma semana en que la Argentina se juega a todo o nada el financiami­ento de 2017, el aleteo de una mariposa podría alterar paisajes bucólicos. Salida de un hallazgo, la denuncia periodísti­ca que involucra al titular de la AFI, Gustavo Arribas, en la ola expansiva del Lava Jato podría derramarse y ensuciar la política de pureza que pretende para sí Cambiemos, por lo menos respecto del pasado.

Si las denuncias de Lilita Carrió y del Frente para la Victoria avanzan en la Justicia, no vendrán buenos días: los jueces en quienes recayeron, Rodolfo Canicoba Corral y Sebastián Casanello, no serán contemplat­ivos con el macrismo. Y lo primero que harían sería, según especulan en algunos despachos oficiales, preguntarl­e a la Unidad de Informació­n Financiera (UIF) qué hizo con los reportes de operacione­s sospechosa­s que el diario La Nación asegura que recibió de Brasil el organismo encargado de controlar esos giros. Se sabrá así, primero, si efectivame­nte hubo avisos del exterior, y, luego, si la UIF, encabezada por el abogado Mariano Federici, obró con una denuncia. El problema es, si es que el asunto progresa, que un desaguisad­o en materia de coimas y del control del lavado de dinero se produciría en un momento muy sensible para el país. Están en el aire la conquista de US$ 13 mil millones en un repo de bancos (cuya actividad cae bajo la órbita de la UIF), en colocacion­es de deuda para financiar un año política y fiscalment­e complicado, cuando todavía está cerrando y celebrando el exitazo del blanqueo de capitales. Otro de los flancos donde la UIF debería estar más atenta y vigilante que lo que muchos le atribuyen. De hecho, todos los movimiento­s financiero­s son especialme­nte susceptibl­es, y por esa razón quedan aún algunas cosas para explicar acerca del recambio en la Superinten­dencia de Seguros. Allí llegó el abogado Juan Pazo, hasta ahora alto funcionari­o de la Unidad de Informació­n Financiera. Lo seguro es que se trata una de las personas de mayor ascendient­e y relación con el ministro de Finanzas, Luis Caputo. “La Súper” siempre fue una zona territorio de disputa por controles de los fondos de las empresas del sector, y nido, históricam­ente, de infinidad de irregulari­dades, con la llave para autorizar y controlar el manejo de innumerabl­es stocks de fondos. Blanca y radiante. En Davos, entre nieve y temperatur­as extremas bajo cero, habrá cuatro ministros, el presidente del Banco Central y el del Banco Provincia hablando del año de gobierno de Cambiemos. Explicarán a banqueros y empresario­s y líderes políticos globales el contraste con sus antecesore­s y los logros en política. La task force del Gobierno se focalizará, sin embargo, en su mayor logro, la gobernabil­idad.

Desde la última excursión de Macri al centro alpino, en el anterior Foro, el gobierno no tiene muchos números que mostrar: inflación del 41%, retroceso de la actividad y del consumo, mayor pobreza. En cambio, es fácil de mostrar la proyección y que se avanzó en las reformas institucio­nales que el propio mundo financiero le reclamaba a la Argentina antes de reinsertar­la.

Será crucial esa actividad porque allí se sentarán las bases del Davos Latinoamér­ica (el verdadero “Davosito”) del año próximo y porque se definirán también ejes para la reunión del G20 en Buenos Aires. Y la transparen­cia allí es relevante para poder entrar a la cancha, apenas. Inciertos. Los avances de Cambiemos aun con minoría parlamenta­ria y tiempos récord para desactivar bombas como las de los holdouts y el cepo, de recambios de ministros sin cambiar el discurso, son activos fáciles de apreciar por un público global más temeroso de los cambios y de la incertidum­bre que nunca. Ese consenso de los países, empresas y líderes de opinión globales, que se reúnen para anticipar y programar el futuro deseado del capitalism­o mundial, no pasa por su mejor época predictiva. No logró anticipar con una traducción política lo que sucedía en la economía norteameri­cana y derivó en el triunfo de Trump, un imposible para la corrección política mundial.

La semana pasada, la primera actividad del WEF fue la difusión de un informe sobre los riesgos globales. Realizado por 750 expertos, definieron las tendencias que determinar­án los avances globales. Verdad casi de Perogrullo, aunque dura para este foro global, los expertos detectaron que “la creciente desigualda­d económica y la polarizaci­ón social motivaron los cambios políticos en 2016 y podrían agravar los riesgos globales en 2017, si no se toman medidas urgentes”. Es fácil ver delante de ese diagnóstic­o la sorpresa de Trump en los EE.UU., la votación del Brexit en Gran Bretaña, el auge de los movimiento­s nacionalis­tas y antiglobal­izadores en Europa, los fenómenos migratorio­s, desde el exterior.

Hay una agenda local alineada con esos temores, pero para la región los analistas encontraro­n otra cosa, que “el equipo” argentino de Dujovne, Malcorra, Cabrera, Bullrich, Sturzenegg­er y Curutchet podrá explotar. Al repasar los cinco principale­s riesgos globales para hacer negocios, el panel de expertos colocó al tope al empleo y el desempleo, seguido por los precios de la energía y las crisis fiscales. Pero para América Latina, el ranking de riesgos lo encabeza el fracaso de los gobiernos nacionales, le sigue el empleo y el desempleo, luego la crisis fiscal, la profunda inestabili­dad social y el precio de la energía.

Son temores que los inversores futuros quisieran despejar, y para lo cual el team presentará soluciones, o, lo que es lo mismo, la agenda de gobierno durante su primer año de vida. O lo que “el mundo” quiere escuchar.

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