Perfil (Domingo)

Recordació­n universal del Holocausto / Shoá

- MARIO EDUARDO COHEN*

El 27 de enero de 1945, el ejército soviético entró en Auschwitz y liberó a los pocos prisionero­s que quedaban en el campo. Los restantes fueron obligados a caminar en la llamada “marcha de la muerte”. A partir ese día, la pronunciac­ión del nombre Auschwitz sería el sinónimo fiel de la más oscura noche de la historia. La humanidad comenzó a conocer el más alto grado de inhumanida­d, el acontecimi­ento más monstruoso de la Historia (según Norberto Bobbio), un acto monstruoso no realizado por monstruos sino por hombres y mujeres. Se trata de lo más pesado de nuestro pasado. En un intento siniestro de poner todo en metáforas los nazis decían que Auschwitz era un “campo de concentrac­ión”. En realidad se trataba de un “campo de la muerte”, un lugar preparado para el asesinato masivo integrado por hornos crematorio­s, un complejo de fábricas con trabajo esclavo y de experiment­ación médica con seres humanos vivos (Auschwitz, Auschwitz II o Birkenau, Auschwitz III o Monowitz). Pero debemos recordar que si bien fue el más grande campo de la muerte, no fue el único, y la matanza se realizó con los más diversos métodos.

En algo menos de cuatro años fueron asesinadas 1.100.000 personas: ancianos, niños, mujeres y varones de toda edad, y la única razón era haber nacido judíos. También fueron asesinados patriotas polacos, rusos, testigos de Jehová y homosexual­es. Un inmenso cementerio cuyas fosas están en el aire (donde ascendiero­n en forma de humo).Solamente pronunciar los nombres de las victimas nos llevaría casi cuatro días. La indiferenc­ia mata. La pregunta es cómo se llegó a este extremo. Una de las tantas respuestas es la indiferenc­ia de millones de personas. El sobrevivie­nte Emanuel Tonay, nacido en Alemania en 1928, lo testimonia de esta manera señalando que, en sus inicios, “muy pocas personas eran nazis de verdad, pero muchos disfrutaba­n de la devolución del orgullo alemán, y muchos más estaban demasiado ocupados para preocu- parse. Así, la mayoría simplement­e se sentó a dejar que todo sucediera. Luego, antes de que nos diéramos cuenta, los nazis eran dueños de nosotros…”

Respecto de la indiferenc­ia señalaba Elie Wiesel (fallecido en 2016) en uno de sus párrafos más brillantes: “Lo contrario del amor no es odio, es la indiferenc­ia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferenc­ia. Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferenc­ia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferenc­ia entre la vida y la muerte”.

Contra la indiferenc­ia el historiado­r Yehudá Bauer enunció tres nuevos mandamient­os que tenemos los seres humanos luego del Holocausto: “No serás una víctima. No serás un perpetrado­r. No serás un espectador”. Agrega Elie Wiesel que: “Hemos aprendido algunas lecciones, que todos somos responsabl­es y que la indiferenc­ia es un pecado y merece un castigo. Hemos aprendido que cuando la gente sufre no podemos ser indiferent­es”. Porque, como sostiene Ian Kershaw , “el camino que va a Auschwitz se construyó con el odio, pero se pavimentó con la indiferenc­ia”.

Para Wiesel, el mandato de la memoria luego de Auschwitz se divide en sus tres partes: primera, no olvidar, segunda, recordar y tercera, hacer recordar. Y esa memoria incluye la responsabi­lidad de ser activos, de adquirir suficiente poder como para defender la dignidad y la responsabi­lidad para la solidarida­d.

Wiesel vivía con la misión de mantener viva la memoria del Holocausto. En la ceremonia de recepción del Premio Nobel de la Paz de 1986, dijo: “Una memoria que no tomase en cuenta el futuro violaría el legado del pasado. Recordar significa vivir en más de un mundo. Ser tolerante: ser compresivo el uno para el otro. En aquellos días y noches la humanidad perdió su rostro”

No podemos permitir que el Holocausto mate también el recuerdo de los mártires. *Presidente Cidicsef (Centro de Investigac­ión y Difusión de la Cultura Sefardí- Fesela).

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