Italia quedó sola ante la avalancha de migrantes
Desde que la UE acordó con Turquía detener el flujo de personas desesperadas que buscaban refugio en Europa, la península es el único destino posible para ellos.
Frío, demasiado. De ese que cala los huesos y se siente aunque uno se abrigue con todo lo que encuentra en el armario. Frío que se soporta únicamente dentro de casa, cerca de la hoguera, y hasta ahí nomás.
Esta ola polar, atípica, que ha sorprendido a toda la comunidad europea, castigando ciudades y países completos, dejó en evidencia una situación que ya se ha salido de control: la inmigración, principalmente desde Africa y Siria por el Mediterráneo.
Hemos visto a lo largo de estos días las imágenes más crudas de una Europa que no sabe qué hacer con los inmigrantes y de las decisiones de países que, pese a ser parte de la UE, como Hungría, deciden cerrar sus puertas a los refugiados. Fronteras. En marzo de 2016, Europa se vio colapsada por millones de personas que intentaban atravesar sus fronteras de manera ilegal. Fue entonces que se firmó un acuerdo con Turquía, que se comprometió a contener ese flujo humano, a cambio de beneficios económicos. Pero si bien bajó de manera considerable el ingreso de migrantes, hay países que se vieron perjudicados, como Italia.
Quienes hemos tenido la posibilidad de viajar años atrás a ese país, conocíamos la historia de muchos inmigrantes que por lo general llegaban desde África exponiendo sus vidas en precarias embarcaciones con las que cruzaban el Mediterráneo. Ellos se las ingeniaban para vender en las calles a pesar de la persecución que sufrían por parte de los Carabinieri. Era increíble verlos abrir una manta, descargar carteras, billeteras y otros artículos que imitaban a las grandes marcas europeas, y cuando aparecía la autoridad, desarmar todo en segundos y salir corriendo. Muchos de ellos jamás lograron regularizarse y otros simplemente no conseguían empleo, por lo que debían arriesgar su estadía en Italia intentando vender sus artículos en la vía pública.
Hoy, aquello que se veía de manera “pintoresca” se ha convertido en moneda corriente, en el día a día de millones de inmigrantes que intentan conseguir algo de dinero para sobrevivir, siendo muchas veces marginados por su color, su elección religiosa o sus costumbres. El fantasma del terrorismo, y de posibles atentados en Italia, acentúan aun más estos prejuicios. Todos se miran con desconfianza, seas africano, marroquí, o latino, siempre habrá alguien que te estará observando, quizás por curiosidad, quizás por prejuicio.
En la televisión, los noticieros, sólo hablan de dos cosas: migración y terrorismo. Lo hacen de día, de tarde y de noche. Tanto es así que Roberto, el taxista que me llevó hace unos días desde el Aeropuerto de Fiumicino hasta el Centro Histórico de Roma me dijo: “la ciudad está mucho más segura que hace diez años atrás, quédese tranquila que ahora estamos blindados con esto del terrorismo¨. Y no es para menos, militares, policías y fuerzas de seguridad custodian las calles con un arsenal las 24 horas del día.
El problema no está ahí, en la seguridad, sino en que todo el tiempo, la migración, la religión musulmana y el terrorismo, están directamente vinculados, como si se tratara de sinónimos. Por qué. Muchos italianos se preguntan por estas horas, por