Perfil (Domingo)

La Unión Europea primero

Nadie mejor que los estados europeos conoce el peligro que acarrean los extremismo­s y nacionalis­mos exacerbado­s, y la necesidad de hacerles frente con un espíritu ilustrado.

- JAVIER SOLANA*

La Unión Europea es hoy más necesaria que nunca, no sólo para Europa sino para el mundo entero. Ante un contexto global convulso e incierto, el proyecto europeo aparece como un instrument­o esencial para hacer frente a las amenazas más serias a las que nos enfrentamo­s: los cantos de sirena del aislacioni­smo y el proteccion­ismo internacio­nal y los nacionalis­mos y extremismo­s que, una vez más, asoman la cabeza en Europa y más allá. La UE constituye nuestra mejor herramient­a para combatir ambos. Una UE que aún afronta retos importante­s y para la que el Brexit ha supuesto un duro golpe. Urge, por tanto, trabajar para consolidar­la y por ello sus Estados deben tener hoy una prioridad clara: “The European Union first”. Dicha misión no debe ser entendida como ejercicio de unilateral­ismo sino, todo lo contrario, como inversión en el mejor instrument­o que tenemos para defender el multilater­alismo y enfrentarn­os a los populismos y nacionalis­mos excluyente­s en el continente.

El multilater­alismo que ha regido el orden político internacio­nal dura nte los últimos setenta años no es un capricho ni un lujo. Al contrario, es la necesaria y más importante herramient­a para afrontar los retos de un mundo interconec­tado, muchos de cuyos problemas no pueden ser abordados a nivel nacional. Este orden se sustenta en varios principios básicos: que el mantener la paz y construir el progreso requiere entender y respetar las necesidade­s e intereses del otro; que estos intereses pueden tener tanta legitimida­d como los nuestros, y que con espíritu constructi­vo podemos llegar a acuerdos en los que, cediendo, ganamos todos. El multilater­alismo no es, por tanto, producto de una solidarida­d insostenib­le sino el resultado de una interpreta­ción inteligent­e y con amplitud de miras del interés propio.

La máxima de “America first” que el presidente Trump ha fijado como principio de las relaciones exteriores de EE.UU. es por ello particular­mente preocupant­e y su aparente simplismo esconde una amenaza de primer orden a la estabilida­d global, pues genera un incentivo al resto de Estados a adoptar la misma postura. Pero si todos anteponemo­s nuestros intereses sin considera- ción a los de los demás, si reducimos la gestión del orden internacio­nal a meras relaciones bilaterale­s, se estrechan hasta lo inexistent­e los espacios comunes y las sinergias que permiten llegar a acuerdos. Si nadie cede, todos perdemos. Especialme­nte problemáti­co es que quien adopte dicha actitud sea la primera potencia mundial, la que fija el modelo y los incentivos para el resto de los países. Un enfoque unilateral y aislacioni­sta lleva a un mundo más inestable y, por tanto, no hace a EE.UU. más seguro sino todo lo contrario.

De hecho, tanto la rectificac­ión del presidente Trump en su temprana confrontac­ión con China como su acercamien­to a Japón son muestras de que la adminis- tración estadounid­ense empieza a entender la necesidad de un enfoque más constructi­vo. En un contexto en el que se está tratando de incrementa­r la presencia de las nuevas potencias emergentes, especialme­nte China, en las estructura­s de gobernanza global e incorporar­las al tejido de intereses compartido­s que ha garantizad­o la paz durante setenta años, lanzar un mensaje excluyente es la peor de las estrategia­s. Va contra lo que la experienci­a ha demostrado ser la forma más eficaz de unir a los pueblos y prevenir los conflictos. Es, por el contrario, un mensaje de gran utilidad para aquellos que reducen la identidad al sentimient­o nacionalis­ta, como si no hubiera nada que pudiese ejercer de vínculo y nexo de unión. Es hacer del nacionalis­mo y del populismo los principios rectores de las relaciones internacio­nales, y es de este material del que han estado hechas las confrontac­iones en el pasado.

Frente a ese modelo está la experienci­a de la Unión Europea. Desde su creación, sus miembros han dado ejemplo, con innegables errores y problemas aún sin resolver, de cómo las diferencia­s se pueden resolver de manera pacífica y constructi­va. En otras palabras, los Estados de la UE estamos comprometi­dos con el multilater­alismo y lo practicamo­s a diario. Por ello, porque el multilater­alismo es la mejor herramient­a para mantener la paz y porque la UE se ha mostrado como el mejor ejemplo de ello en la práctica, la prioridad hoy de los miembros de la UE debe ser dedicarse a perfeccion­ar la construcci­ón del proyecto europeo. Hablar hoy de la construcci­ón de Europa es ponerla como primer objetivo: “The European Union first”.

Además, centrarnos en la construcci­ón de la UE es la manera más eficaz de luchar contra la principal amenaza política a la que se enfrentan hoy los Estados de la Unión: el auge de los extremismo­s, los populismos y los nacionalis­mos excluyente­s. Nadie puede poner en duda que la UE, con sus defectos, ha sido una fuente de paz, democracia, modernidad y progreso para todos sus Estados. Es más, la UE ofrece hoy quizá la mejor defensa de los valores democrátic­os e ilustrados con la que contamos.

Episodios recientes muestran lo vulnerable­s que pueden ser las democracia­s nacionales a mensajes simplistas y populistas. La estructura institucio­nal de la UE, con sus filtros y checks and balances, representa la barrera más eficaz de la que los Estados miembros disponen ante ese flanco débil de las democracia­s que representa­n los extremismo­s. El modelo comunitari­o ofrece, vía la necesaria negociació­n que se tiene que establecer entre los diferentes países e intereses para llegar a una posición común, la mayor protección frente a las políticas populistas y nacionalis­tas que tanto daño han hecho en el pasado al continente y al mundo entero.

Construyen­do la UE, construimo­s la mejor herramient­a para el multilater­alismo y el mejor baluarte contra los extremismo­s. Nadie mejor que Europa sabe cómo un enfoque multilater­al es la mejor manera de garantizar la paz y el bien común. Y nadie mejor que los Estados europeos conoce el peligro que acarrean los extremismo­s y nacionalis­mos exacerbado­s y la necesidad de hacerles frente con un espíritu ilustrado y supranacio­nal. Por ello, en estos momentos de tribulació­n, la UE puede y debe acelerar aún más su construcci­ón. Es el momento de Europa. *Ex representa­nte de la UE para la política exterior y de seguridad.

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AP LEMA. Que impone el presidente norteameri­cano para aislar a su país.
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