Los libros de Bioy que buscan refugio
El viejo anhelo de la Biblioteca Nacional parece, al fin, concretarse. El viernes, vendedores y compradores firmaron una carta de intención por la cual manifiestan su voluntad de formalizar la compraventa de la biblioteca personal de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo con el solo objeto de donarla a esa prestigiosa institución.
Durante la gestión de Horacio González al frente de la Biblioteca Naciona l hubo notables adquisiciones, como los últimos archivos de Macedonio Fernández y algunos papeles de David Viñas, pero también quedó una cuenta pendiente: la biblioteca de Adolfo Bioy Casares. Hace algunos años, cuando la quiso comprar, no hubo acuerdo: los herederos pedían seis millones de pesos y se ofreció exactamente la mitad. Fue, por cierto, una de las cosas de las que se lamentó el ex director de la Biblioteca al dejar su cargo.
Ahora, y luego de un año de austeridad en el que, claramente, no han abundado las buenas noticias en la institución que alguna vez dirigiera Borges, ese anhelo parece un poco más cercano. Si bien la venta todavía no está hecha, hubo algunos avances en la negociación y quizás a lo largo de este año haya novedades al respecto; aunque la compra, cabe aclarar, no la hará la Biblioteca sino algunos donantes cuya identidad aún no han dado a conocer –tampoco el monto– porque existe un acuerdo de confidencialidad entre las partes.
En diálogo con PERFIL, el actual director de la Biblioteca Nacional, Alberto Manguel, sostuvo que, para la institución que dirige, esto “significa, por sobre todo, el cumplimiento del deseo manifiesto de Bioy y a la vez afirma la misión de la Biblioteca Nacional: preservar nuestra memoria y hacerla conocer”.
A pesar de que uno de los herederos, Florencio Basavil- baso Bioy, nieto de Bioy, asegura que todo esto es demasiado apresurado, dado que, entre otras cosas, todavía ni siquiera están en orden las cuestiones sucesorias, el autor de Una historia de la lectura parece dar por descontada la operación y, optimista, dice que “gracias a la generosidad y visión de los donantes, el ingreso en nuestro acervo de los libros de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo (y muchos también de Borges) dará material a varias generaciones de investigadores cuya labor nos permitirá descubrir la cartografía imaginaria de estos extraordinarios creadores”.
Los libros, que alguna vez cubrieron casi todas las paredes de su casa, actualmente están en un depósito en la calle Sarmiento, organizados en diez lotes de treinta y tres cajas cada uno, y se estima que son aproximadamente 17 mil. Los investigadores Germán Alvarez y Laura Rosato, que en tanto curadores tuvieron la oportunidad de revisarlos, aseguran que la gran mayoría de los ejemplares requiere algún tipo de intervención para conservarlos correctamente –trabajo que realizarán los expertos de la Biblioteca Nacional–, dado que han estado más de quince años embalados en distintas locaciones.
En su conjunto, y puesto que “biblioteca” es una palabra polisémica que puede aludir, entre otras cosas, a un mueble, a un lugar, a una institución, o a distintas colecciones, podría decirse que, en el caso de la de Bioy, se trata en realidad de una biblioteca conforma- da por varias bibliotecas a su vez, conservadas a lo largo del tiempo por el matrimonio Casares-Ocampo. Según cuenta Germán Alvarez, “el conjunto incluye, por ejemplo, las bibliotecas de juventud que pertenecieron a Silvina Ocampo y a Adolfo Bioy Casares, fuentes de inspiración para ambos, además de la biblioteca personal del escritor, que representa a su propietario en todas sus etapas de su vida y de su producción escrita”.
Entre el caudaloso material que han podido revisar, Laura Rosato cuenta que encontraron “libros de viajes familiares, libros escolares, literatura española e hispanoamericana, poesía, diarios, novelas, literatura universal contemporánea y antologías. Además, están los ejemplares de sus primeras novelas, que fueron excluidos de la Obra completa por el propio autor”. Se trata, recordemos, de los libros que publicó durante la Bertha Upton, 1903;