Perfil (Domingo)

Muros: además de inútiles, representa­n la banalidad del mal

- JUAN CARLOS SCHMID*

El autor, uno de los tres secretario­s generales de la CGT, analiza el valor del proyecto del presidente de EE.UU. de crear una pared que separe a su país de México. Un símbolo del totalitari­smo sin aportacion­es prácticas.

La decisión del presidente Donald Trump de completa r y reforzar el muro en la frontera entre Estados Unidos y México ha levantado un justificad­o rechazo en muy amplios sectores. No es para menos, ya que se trata de una muestra potenciada de xenofobia que, desde la máxima jerarquía institucio­nal de la nación más poderosa de la Tierra, exacerba los peores sentimient­os de odio, rencor e intoleranc­ia que pueda albergar el espíritu humano.

Llama la atención, sin embargo, que en muy pocas declaracio­nes se mencionen algunos datos relevantes: que la construcci­ón del complejo de vallados, barreras de contención, reflectore­s, detectores de movimiento, sensores electrónic­os y demás parafernal­ia tecnológic­a, y custodiado por patrullas dotadas de vehículos todoterren­o y helicópter­os artillados, comenzó en 1994, bajo la administra­ción de Bill Clinton. Y desde entonces no sólo se mantuvo, sino que en 2005 y 2006 el Congreso norteameri­cano aprobó medidas para su “perfeccion­amiento” y extensión. Desde ya que el decreto firmado por Trump para “amurallar” toda la frontera va mucho más allá en este sentido, pero no olvidemos que el rumbo ya venía trazado desde gobiernos anteriores. Un rumbo que, desgraciad­amente, no es privativo de los EE.UU., como puede comprobars­e en otras partes del planeta.

Estamos ante una situación en la que, parafrasea­ndo la expresión polémica de Hannah Arendt, podríamos hablar de la banalidad del muro. No para restarle gravedad, sino por el contrario, para advertir de qué manera terrible las mayores crueldades y atrocidade­s contra el prójimo pueden llegar a cometerse y “naturaliza­rse” como si fuesen triviales cuestiones administra­tivas, meras decisiones burocrátic­as. Una triste y larga historia. Hay, desdichada­mente, una larguísima historia de muros levantados para separar al “otro”, al “extranjero”, al “extraño”, visto como enemigo y como una amenaza que se debe excluir y alejar.

Para la gente de mi generación, por muchas décadas el tristement­e famoso e infame Muro de Berlín fue el símbolo de un tiempo de vergüenza para toda la humanidad. Con una longitud de 155 kilómetros, partía en dos el corazón de A lemania. Un cerco de alambre y concreto de 3 a 4 metros de altura, con más de 300 torres de observació­n, 22 búnkeres y zanjas de 5 metros de profundida­d pretendían separar al “mundo libre” del “paraíso socialista”. Levantado en 1961 por orden de las autoridade­s soviéticas, finalmente, el 10 de noviembre de 1989 miles de ciudadanos traspasaro­n la frontera sin pedir permiso a nadie, mientras otros derribaban el odiado obstáculo. Detrás quedaban 80 víctimas fatales, 118 heridos de bala, más de 5.000 refugiados que lograron saltar o pasar por debajo y otros 3.200 detenidos o capturados en el intento.

Muchísimos siglos antes, en Sigue en Pág. 70

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CEDOC PERFIL ESTADOS DESUNIDOS. La estrategia de Trump en materia de inmigració­n, según el autor, está condenada al fracaso.
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