El eterno triunfo del talento
Memorias tergiversadas
Autor: Jorge Asís Género: novela
Otras obras del autor: Diario de la Argentina, Flores robadas en los jardines de Quilmes, Carne picada, Los reventados, Fe de ratas, La manifestación, Cazadores de canguros, Cuaderno del acostado Editorial: Sudamericana, $ 299 Y cuando creíamos que lo habíamos leído todo, Jorge Asís se sirvió del género de las memorias no sólo para alterar su vida sino para crear una novela nueva y fascinante. “Podría escribir un libro de memorias. Pero tergiversadas. Donde lo más selectivo son los olvidos. Memorar para olvidar”, advierte en un pasaje.
Sobre esta base, y con Madrid como escenario recurrente, se desarrolla la totalidad de una obra en la que, al relato central, se le unen otros relatos cortos: los hilarantes “Por el ahijado” y “Pendeja para quilombo”, el estremecedor “Aparición de Jardán, El Amarillo” y el genial “Retrospectiva de Marcos Gottardi Usandivaras”.
El resultado es una fiesta para l os sentidos, donde confluyen la ternura, el humor negro, la crueldad, la valentía y la paranoia con una prosa donde la capacidad de síntesis, el expresionismo y la maestría para adjetivar están al mando de un hombre que transpira, mucho más que política, anécdotas populares e ingenio verbal, literatura.
Por si en estos tiempos a alguien se le olvidó, nos referimos a uno de los grandes escritores que el país ha dado en las últimas décadas, al autor de Diario de la Argentina, Flores robadas en los jardines de Quilmes, Carne picada, Los reventados y La manifestación, grandes frescos de época que trascienden su argumento y que, por su calidad y su vigor, se pueden disfrutar hoy tanto como siempre.
Aparece en Memorias tergiversadas, desde una tercera persona aparentemente lejana, el período del menemismo ferviente, del suceso de la obra inicial, de las sospechas en torno al momento en que ese éxito explotó, de la carrera diplomática, de la política electoral y, también, del amor, en un hermoso capítulo llamado “La Pretinha”.
Pero entre la picaresca y el miedo se cuelan una habilidad descriptiva y una necesidad de contarlo todo que atrapan con el ritmo al que no renuncia ningún escritor que verdaderamente esté más preocupado por el lector que por el canon.
La proscripción de Clarín, la expulsión del “purgatorio de la literatura” y la vida como “acostado” son otros de los temas que desfilan por las páginas de este libro. Pero aquí es tan relevante el estilo como el contenido.
“La financiera del Sud pertenecía al tío, don Llanata Alejandro Amore, el hermano del actor fracasado que se descerrajó un balazo, mientras Sofía mamaba vergas desconocidas en Recife. Y se inyectaba hasta con pinga. Ahora Sofía encaraba su propio camino místico”, escribe en un momento cumbre Asís, quien, como John Ford, alterna la crudeza con la dulzura y el drama con la comedia como si las páginas se escribieran solas, pero sin solemnidad y con un notable sentido lúdico.
No importa si el narrador habla de un “homosexual contenido, nunca asumido, culposo y silenciosamente solitario”, de la hipocresía de un ambiente artístico que nunca lo toleró o del desastre que significó la década kirchnerista. Lo que escribe tiene valor porque está despojado del cinismo y del ingenio efectista con que reviste sus apariciones televisivas y, sobre todo, porque es una muestra
Con Madrid como escenario recurrente, se desarrolla la totalidad de una obra en la que, al relato central, se le unen otros relatos cortos
de que el talento siempre triunfa.
Y de que, por lo tanto, las siguientes líneas, en que un extinto pintor se dirige al narrador desde el Infierno, afortunadamente no son ciertas: “Lo tuyo es de novelista sin códigos. No estás a la altura de ser un embajador. Mi historia con Ofelia, que tan livianamente manoseás, fue una historia de amor. Como la que un canalla como vos nunca podrá tener. Porque sos un miserable heterosexual del conurbano bonaerense que apenas aspiró, en la vida, a ponerla. Ni pudiste ni podrás tener un amor intelectual tan creativo, entre las sutilezas del artista y la discípula. No fue ningún polvo al paso, como los tuyos. Los que sirven para sostener una literatura decadente, sin grandeza ni trascendencia”.