Una idea malograda
Cáscara de nuez
Autor: Ian McEwan Género: novela Otras obras del autor: Expiación, Sábado, Solar, Operación Dulce, La ley del menor Editorial: Anagrama, $ 265 Traducción: Jaime Zulaika El no nato, el feto en sí, luce el artefacto del pensamiento y la enunciación. En términos editoriales representa la voz del autor, que emulando a un pequeño dios interviene como comentarista de lo real, de aquello que ocurre fuera de la bolsa amniótica. Esto remite a dos escritores distantes: por un lado, al Ro
daballo de Günther Grass, y por otro, al Frasquito de Luis Gusmán, en tanto la voz del no nato de McEwan es a la vez un pez de sus propias aguas y un ser testigo de toda la crueldad en un acto despectivo y tanático, vale decir, no es original. También las referencias mecánicas de ambos se unifican, el testimonio de la historia introduce una supuesta voz que atraviesa la circularidad del tiempo como la revulsión del acto más abyecto, materializado en la traición. Y esto es lo más cercano a Shakespeare, y pese a las declaraciones mediáticas del autor, tal reverberación tangencial a una fuente literaria queda olvidada en el desarrollo.
Cáscara de nuez es una idea desperdiciada. La tímida estructura del yo fetal no hace más que concluir en un acta policial sobre la torpeza de la madre, el amante, y su tonto padre expuesto al oprobio del veneno. Entre párrafos, algunos pensamientos sobre el estado de Europa y enumeraciones de la catástrofe humana, que se deslucen como un tardío justificativo de lo que el público contemporáneo espera del consagrado que firma. McEwan no toma riesgo alguno con el lenguaje, y por el contrario, embarra la prosa con pronombres posesivos reiterados hasta el cansancio, como si el lector careciera de memoria para saber que el discurso es el de un ego en formación. La traducción no ayuda y es un agravante para la medianía lingüística expuesta.