Espejo cultural de nuestro tiempo
Océano de sonido. Palabras en el éter, música ambient y mundos imaginarios Autor: David Toop Género: ensayo Otras obras del autor: Resonancia siniestra Editorial: Caja Negra, $ 350
David Toop pertenece a esa distinguida camada de críticos culturales que nuclean en una sola persona al escritor, el músico, el curador, el docente y el artista de modo tal que tiene todos los flancos cubiertos como para atajar con autoridad cualquier principio con el que se encuentre, y lo legitimiza con contenido curricular.
Originalmente editado en 1995 y revisto y publicado en 2016, Océano de sonido resulta un estudio desde antropológico hasta sociológico de la música –puntualmente la ambient, aunque abraza géneros lindantes–. Pero no es un libro de periodismo musical; va más allá: no se limita a la biografía ni al estudio de un género. Aquí está desmenuzada cada una de las partes de un engranaje que hace a un gigante como el ambient, más viajes sonoros, ampliaciones culturales, percepciones etéreas, todo interconectado bajo una precisa pluma. Como tantos de sus otros títulos fundamentales, Océano de sonido es un periplo que va desde Debussy hasta The Orb. De modo profético, el autor ya adivinaba lo que se vendría: una necesidad musical que se adaptara a los tiempos.
La música como distracción, o mejor, como imágenes de mundos augurados; la afinación y la armonía, los sonidos, las notas y sinfonías, los ruidos de la vida mecanizada, los instrumentos y las máquinas de hacer música; todo se desdibuja y por fin, en este mundo perfecto de la música y los libros, las fronteras son eliminadas. Lo aquí perfilado, el ambient, más que como corriente musical se establece como un inmenso canvas donde pintar paisajes. Asegura que el sonido es materia líquida, y como tal, metafóricamente, se mete de lleno en un cuadro de Monet.
Cuenta aquí que Lévi-Strauss asocia a los instrumentos tribales con la muerte, la descomposición: “instrumentos de la oscuridad”, los llama. En su Mitológicas II. De la miel a las cenizas, el antropólogo francés analiza a una tribu brasileña que golpea como un tambor el vientre lleno de gases de un mono muerto para expulsarlos y combatir así los ruidos crepitantes de los demonios. De igual manera, Toop se zambulle en el ambient y desenreda cada hilo hasta encontrar las anécdotas más insólitas que hicieron a un movimiento todo. Los primeros squats en el barrio de Brixton, DJs antihippies, pospunks melódicos, el jungle y el acid house como disparadores de quiebre contracultural, la discoteca como santuario, las drogas como el comienzo de la expedición, cualquier textura con connotaciones futuristas –hijas de la revolución industrial–, todos componentes vitales para lograr que el ambient sea el éxodo que propone.
En el –aunque pretencioso– más que interesante documental I Never Promised You a Rose Garden, a Portrait of David Toop Through His Record Collection (2008), se muestra a un Toop sentado en un sillón de su living, descalzo, relajado, revisando una serie de discos y hablando sobre ellos mientras suena free jazz, música tribal, diferentes documentos de sonido. Allí destaca que, a través de su sello Obscure, lo que pretendía era editar lo que realmente tenía ganas de escuchar: música que fuera difícil de conseguir, enamorarse de esa música, explorar los sentimientos en esos ambientes in situ, viajar...
Independientemente de esta
Toop se zambulle en el ambient y desenreda cada hilo hasta encontrar las anécdotas más insólitas que hicieron a un movimiento todo