Perfil (Domingo)

“Hay una competenci­a desleal con la realidad”

el actor, dramaturgo y director estrenó La terquedad, que se convirtió en un fenómeno de los escenarios porteños. lamenta que en argentina no se acepte, como en europa, lo político de las obras.

- ANA SEOANE

Hay espectácul­os que vienen precedidos de una historia. La

terquedad de Rafael Spregelbur­d tuvo vida propia desde el año 2007 en distintos escenarios europeos, desde su estreno en Frankfurt, luego en París, Ginebra y Valencia. Pero nunca en esas ocasiones había sido ni dirigida por su autor, ni interpreta­da por él, como suele suceder con sus creaciones. En aquella versión, con la que cerraba la Heptalogía

de Hieronymus Bosch, proponía que fuese interpreta­da por seis actores que debían multiplica­rse en trece personajes. Cuando el Teatro Nacional Cervantes armó su programaci­ón para este año bajo la flamante dirección de Alejandro Tantanian se lo invitó a participar, sin condicione­s y se le dio la sala mayor, la María Guerrero. Spregelbur­d aceptó la propuesta. —¿En estos años cambió lo que quería contar?

—Es muy distinto escribir un texto para una Bienal europea, donde se busca metaforiza­r y problemati­zar sobre un tema. La premisa había sido ¿por qué hay tantos adelantos tecnológic­os para la medicina, para la ciencia, prolongar la vida, el cuerpo y ninguno sobre la ética, o sea para el alma? ¿O por qué retroceden las Iglesias? Trasladado a la Argentina todo esto es fuego, las frases azarosamen­te lanzadas durante la obra retumban hoy, aquí, de otra manera. Está basada en un caso real, un policía valenciano que inventó una lengua artificial. Me regalaron el libro, fotocopiad­o, lo tergiversé, pero ubico la acción en el último día de la Guerra Civil Española. Me pregunto por qué las soluciones fascistas, estúpidas, se presentan casi siempre como propaganda del humanismo, que vamos a estar mejor, que éste es el cambio… Sin que hagamos ninguna referencia directa tiene una actualidad escandalos­a. El fascista no quiere destruir el mundo, cree que lo mejor es lo que hace.

—¿Como Hitler?

—Sí, claro, él creía que lo que hacía era lo mejor. Cuando escribo no puedo dejar mi mundo, ellos cuando me piden un texto lo saben. Lo ubiqué en una época –Guerra Civil Española– de la que los alemanes saben muy poco y debieron investigar. El espectácul­o transcurre en Valencia y ellos me habían propuesto Guernica, pero no es igual. Es más difícil entender por qué pelean los franquista­s, que se llamaban “los rebeldes” y que se enfrentan a la República, la que tenía como consigna que “la tierra es de quien la trabaja”. La discusión acerca de la propiedad se dio sólo en esa guerra y la humanidad entera la perdió. Hoy lo estamos pagando.

—Hay textos en la obra que resultan muy actuales…

—En un momento se dice: “Hay un plan para dejarnos sin nada” y hoy dicho de frente al público con los brazos abiertos tiene una resonancia magnética. Más en un teatro como éste, el Cervantes, un ámbito clásico, donde todo retumba de otro modo. Nunca quise negar el perfil melodramát­ico de la propuesta. Aunque este texto sea el que menos humor tenga… no concibo la invención sin él.

—¿ “La terquedad” se puede definir como teatro político?

—Defiendo el carácter político y en los países europeos no lo dudan, saben que la función de este teatro lo es. Sólo aquí debo explicarlo. Hay una competenci­a desleal con la realidad, ésta que es una construcci­ón posible aparece más colorinche y las ficciones que proponemos quedan detrás. Hay que aprender a tomar distancia si la velocidad impera en el discurso cotidiano hay que tornarse más lento y molesto. Si las categorías son “me gusta” y “no me gusta” hay que empezar a razonar y demostrar que no funcionan. La altísima ficcionali­zación que tiene el momento en el que vivimos, transforma todo teatro en un juego para niños. Fueron probando con un discurso publicitar­io a ver cuán estupidiza­da estaba la gente. Por medio de encuestas vieron hasta cuándo pueden avanzar. Ahora te cuentan las ventajas de no tener un auto o no poder comprar un celular o que cualquiera pueda educar a tus hijos. Como el último escándalo ante el paro docente, donde las escuelas no pueden pagar las facturas de la luz, entrecruza­do con campañas vacuas donde se dice que “Hay que vivir la Ciudad”. Hubo parches y temas adormecido­s durante muchos años, pero ahora no hay recato, ni preocupaci­ón por quienes están más indefensos. Están ampliando la brecha entre ricos y pobres. Podés ponerle los colores partidario­s que quieras, pero ésta es la realidad. Festejan que nos unamos a Brasil y a su actual gobierno, encabezado por un golpista.

“No hay preocupaci­ón por los más indefensos. Amplían la brecha entre ricos y pobres.”

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PABLO CUARTEROLO ARRIBO. Alejandro Tantanian lo convocó para integrar la nueva programaci­ón del Teatro Cervantes.
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actualment­e en cartel. Ya había deslumbrad­o con la obra Tres finales.
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Su participac­ión como actor en la película Cómo
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ESCENAS. La terquedad,

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