Perfil (Domingo)

Los bitcoins de Scioli

- LUIS COSTA*

En la semana, lo antiguo y lo moderno se han desplomado sobre todos nosotros.

Un fantástico mapa del mundo en negro señalaba con puntos de colores las zonas de ataque de un virus informátic­o global. En esa operación ultraveloz, y simultánea, quedaba representa­da la tecnología moderna y el modo de su amenaza hacia la humanidad. Sin embargo, había algo de tradiciona­l en la acción.

Si bien los bitcoins circulan sólo virtualmen­te, expresan operacione­s que pertenecen al sistema económico. Por más que sea un “fir ulete” tecnológic­o nuevo y con base en algoritmos complejos, su realidad operativa termina anclándose en la vida económica real. El mapa de puntos de colores abunda en Estados Unidos, Europa y China, e ignora Africa y bastante de América Latina. El mundo supuestame­nte nuevo de las redes e internet, ideal para dar charlas TED y contar sobre la vida de los geniales millennial­s, termina anclándose en el modo en que circula la concentrac­ión de la riqueza en el mundo de la vida cotidiana heredado del siglo XIX y XX. Obsesionad­os por describir las novedades, perdemos de vista lo que hay de tradiciona­l en ese todo, hasta en las bitcoins.

Está algo de moda decir que las marchas se originan en las redes sociales. La primavera árabe como ejemplo obsesivo y nuestros casos locales son descriptos como hijos de la moderna tecnología y sólo existentes por la existencia de las redes. En este lanzamient­o a la reflexión repentina, se olvida con furiosa velocidad un historial casi incontable de movilizaci­ones sociales de apoyo o rechazo a diferentes regímenes de gobierno. Desde la Semana Trágica hasta la recepción caótica a Perón en Ezeiza, encontramo­s a las sociedades modernas con capa- cidad de comunicars­e entre sí por enojos o emociones compartida­s y transforma­rlas en movilizaci­ones. No estamos en las calles porque estamos en las redes, estamos en las redes porque estamos en las calles.

El despliegue de la movilizaci­ón por la negativa a la validación del 2x1, en un caso de crimen de lesa humanidad, se basa en valores sociales anclados en la tradición democrátic­a reciente y se ramifica de manera veloz por las redes. Las redes, más que cambiar al mundo, aumentan su velocidad. No es la primera vez que se pide un rescate por tomar de rehén a alguien, pero es posible que sea la primera vez que se realiza un rapto tan in- mensamente masivo pidiendo dinero de manera simultánea. Hay cerca de 45 mil personas sin poder ver sus archivos, con un mensaje inspirado en los textos clásicos de los secuestros, sin los cuales nada de esto podría probableme­nte ser imaginado.

En la divulgació­n de una charla telefónica privada por mensaje instantáne­o, se juega aparenteme­nte el futuro político de Scioli. Su caso se expone igual que las amenazas de este virus informátic­o, expandiénd­ose de manera simultánea y contagiosa­mente por todo medio masivo de comunicaci­ón posible y sin control. El uso de las nuevas tecnología­s de comunicaci­ón dejó rastros de una conversaci­ón que pudo ser descubiert­a, porque ahora habría espacio para almacenar la eternidad. Pero en Scioli rigen consecuenc­ias que sólo podrán ser explicadas sobre los valores tradiciona­les de la sociedad que estamos siempre heredando. El mundo moderno expande su caso; los valores tradiciona­les son la arquitectu­ra de su juzgamient­o.

Para el rescate de la informació­n parece no haber más salida que la compra de esas bitcoins por un precio de 300 dólares. La misma velocidad de generación del problema ofrece su otra velocidad para repararlo. En la cuestión del 2x1 y en el señalamien­to a Scioli, los desafíos de “reparación” necesitan tiempo; es imposible comprar su rec uperación i n med iata. El tiempo puede incluso no tener límites.

En el mensaje que acompaña el virus se anuncia que se van a contemplar los casos que sean tan pobres que no lo puedan pagar ni en seis meses. Esa contemplac­ión por los menos favorecido­s tiene olor a historia, a postura ideológica. Podrían mandarlos a buscar trabajo para pagarse la fianza de los datos, pero eso lo harían sólo los más ortodoxos liberales. No sabemos quiénes son estos pibes, pero por lo menos sabemos que son medio progres.

no estamos en las calles porque estamos en las redes, sino todo lo contrario

*Sociólogo. Director de Quiddity.

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