Perfil (Domingo)

Tejedoras crean ‘abrazos de pulpo’ para bebés prematuros

Los muñecos son colocados en las incubadora­s. una economista y una profesora de crochet impulsaron este proyecto en el país.

- VICTORIA MORENO

“Tuve una cesárea de urgencia y mi hija nació prematura de siete meses, estuvo dos días con respirador artificial. Fue ahí cuando nos enteramos por Facebook del pulpito y hasta el día de hoy se lo ponemos en su cuna para calmarla cuando llora”, cuenta Belén Luque (24), sobre los difíciles 49 días que pasó su beba Juana, en la incubadora de la Clínica del Niño de Quilmes.

El pulpo al que se refiere Belén pertenece al proyecto dinamarqué­s Octopus for a preemie, o Abrazo de Pulpito, en español, que se expandió a nivel mundial (ver aparte), y no para de crecer en Argentina. Son unos muñecos tejidos al crochet, que ayudan a los bebés prematuros a sentirse acompañado­s y bajar el estrés mientras están en la incubadora.

La iniciativa llegó al país a fines de febrero, de la mano de la economista María del Mar Gelabert (37) y de la profesora de tejido, Gabriela Strólogo (48), quienes enteradas del proyecto en Europa convocaron a un grupo de tejedoras para hacerlo en el país. Empezaron con cien voluntario­s y en apenas dos meses ya son 5 mil entre tejedores, apren- dices y donantes que trabajan en varias provincias. “Esto superó todas nuestras expectativ­as”, cuenta Strólogo.

Estos amigurumis, llamados así por la técnica japonesa de crochet que se usa para confeccion­arlos, no son simples juguetes. “Para traerlos al país nos comunicamo­s con Dinamarca y nos dieron el permiso para hacerlo acá”, explica Gelabert. Y cuenta que se comprometi­eron a cumplir reglas estrictas: usar un punto de te- jido bien cerrado para que el relleno no se escape, rellenarlo­s con vellón hipoalergé­nico, y respetar con precisión las medidas de la cabeza, que mide entre seis y nueve centímetro­s, y de los tentáculos, que estirados no pueden superar los 22 centímetro­s. Además, deben pasar por un proceso de lavado especial y embolsado hermético, antes de su entrega.

“Una de las cosas que más nos costó fue encontrar la lana porque en Europa usan una sin poros, que evita que se acumulen bacterias. Hasta que supimos de un proceso químico que se llama mercerizac­ión, que se aplica al algodón, y produce ese mismo efecto en la lana común y empezamos a fabricar todo en ese material”, recuerda Gelabert.

Una vez capacitada­s y superados todos los obstáculos, ambas llevaron la iniciativa al Hospital Penna de Parque Patricios, que fue el primero que les abrió las puertas, de los veinte centros de salud que hoy están adher idos al programa. “Cuando nos plantearon este proyecto evaluamos las experienci­as de otros países. Ya se entregaron 29 mil pulpitos a nivel mundial. Nos reunimos las comisiones de obstetras, neonatólog­os, gente de enfermería, el comité de infeccione­s, y lo pusimos en marcha cuando el director del hospital dio su aprobación”, afirma Graciela Breccia, jefa del departamen­to Materno Infanto Juvenil, del Penna. “Hoy todos los que llegan piden el pulpito”, agrega.

El proyecto se hizo tan conocido que incluso hay escuelas secundaria­s, fundacione­s y centros de jubilados que se sumaron al grupo de tejedores. “Es una causa que conmueve, un momento muy difícil para el bebé y los padres, y saber que alguien piensa en ellos, reconforta”, concluye Gelabert.

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FOTOS: MARCELO ABALLAY GZA. ABRAZOS DE PULPITO EN ACCION. Gabriela Strólogo, una de las impulsoras del proyecto que comenzó en el Penna. FELIZ. Los tentáculos se parecen al cordón umbilical.
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COLOR. Se tejieron 29 mil de estos muñecos en el mundo.

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