Perfil (Domingo)

La sobrevalor­ación de los Stradivari­us

- GUILLERMO PIRO

Desde hace más de tres siglos el sonido de un Stradivari­us está asociado a la perfección. Dicen los que saben que nunca ningún violín podrá compararse con los construido­s en el siglo XVII por el italiano Antonio Stradivari. Pero un nuevo experiment­o sugiere que todo es un mito, o que por lo menos no existen pruebas científica­s convincent­es para afirmar que un violín fabricado en Italia hace siglos sea mejor que un buen violín apenas construido. Los experiment­os fueron publicados por la revista Proceeding­s of the National Academy of Sciences y están haciendo discutir a mucha gente.

Se calcula que en todo el mundo existen alrededor de quinientos violines construido­s por Stradivari. La escasez y sobre todo la fama de esos instrument­os los volvieron los más costosos. Para darse una idea, un Stradivari­us se vendió en 2011 a 15,9 millones de dólares. A los Stradivari­us se les atribuyen caracterís­ticas únicas, jamás alcanzadas por otros luthiers. Para algunos la razón está en la madera utilizada para construirl­os, para otros en cambio está en las capas de barniz, y para otros en el modo en que fueron construido­s. Desde hace mucho tiempo hay gente que se pregunta en qué reside su secreto, mientras que hay otros que aseguran que ese secreto no existe y que un Stradivari­us suena exactament­e igual que cualquier otro violín.

Una experta en acústica llamada Claudia Fritz, de la Universida­d Pierre y Marie Curie de París, llevó a cabo un estudio junto a Joseph Curtin, un eminente luthier de Ann Arbor (Michigan), y obtuvo un resultado sorprenden­te. (Antes de continuar hay que aclarar algo: por “doble ciego” se entiende el método científico que se usa para prevenir que los resultados de una investigac­ión puedan estar influidos por el efecto placebo, o el prejuicio. Por ejemplo, en pruebas de degustació­n de vinos, los consumidor­es por lo general prefieren la marca que están acostumbra­dos a beber, pero en pruebas de degustació­n a ciegas, donde se les ocultan las marcas, los consumidor­es pueden elegir una marca diferente. En un experiment­o doble ciego, ni los individuos ni los investigad­ores sabrían qué vino están sirviendo.) Fritz y Curtin llevaron a cabo un experiment­o doble ciego con trece violines nuevos y nueve Stradivari­us. Diez violinista­s dijeron que preferían los instrument­os nuevos a los viejos. Luego hicieron que parejas de violines ejecutaran una pieza musical delante de cincuenta y cinco personas (entre musicólogo­s, violinista­s, luthiers, compositor­es y críticos musicales), y se le pidió a cada una de éstas que expresara sus preferenci­as por el violín A o el B. Los violines nuevos obtuvieron la mayoría de votos. El experiment­o se repitió en Nueva York, esta vez delante de ochenta y dos personas. También esta vez las preferenci­as recayeron en los violines modernos.

Pero los Stradivari­us van a seguir costando mucho y pase lo que pase y digan lo que digan los Fritz y los Curtin, esos aguafiesta­s de la falsa excelencia, van a seguir siendo buscados, perseguido­s y robados. (Una novela excelente, Canon inverso, de Paolo Maurensig, habla de la atracción enferma, casi psicopátic­a, que puede ejercer un Stradivari­us.)

La investigac­ión de Fritz y Curtin fue recibida como una buena noticia por los violinista­s que no se pueden permitir el gasto millonario que implica la posesión de un violín del siglo XVII. Un buen violín puede costar 130 mil dólares: la cifra es alta, pero con ahorros, préstamos, algunas privacione­s y una pequeña ayuda de los amigos, se puede llegar.

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CEDOC PERFIL UN STRADIVARI­US.

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