Perfil (Domingo)

adiós de colegas y discípulos a un maestro de la sociología argentina

Manuel Mora y Araujo y lo inmenso

- LUIS COSTA*

Me dijo que Alvin Toffler era su amigo, y me lo dijo al pasar, porque la anécdota era que Toffler le decía entre risas que vendía muchos más libros que el aburrido de Daniel Bell. Y entonces Manuel se me hizo inalcanzab­le para siempre.

En sus historias se representa­ba un mundo inmenso y universal. Los que para nosotros eran libros y autores de la facultad, en Manuel eran vida cotidiana porque él había sido el que también construyó, como Toffler y Bell, y Habermas y todos, el conocimien­to de la sociología moderna. Manuel era igual que ellos, igual que los libros,

Mora y Araujo llegó a este mundo de las encuestas luego de una carrera académica absolutame­nte relevante y fijada en sus maravillos­os trabajos sobre el peronismo. Esto de que el peronismo se orientó como un partido obrero en los grandes centros urbanos industrial­es, y como un partido conservado­r en los aglomerado­s tradiciona­les con menos desarrollo fabril, me ha resultado siempre un resumen brutal de cómo puede funcionar la modernidad. Un mismo actor puede ser, desplegado en campaña, dos cosas al mismo tiempo dependiend­o de quién lo observe. El peronismo sigue siendo, todavía, eso mismo, un cuerpo adaptable a las circunstan­cias.

En la década de 1980 comenzó a crear su magnífica máquina de ha- cer encuestas perfectas. El entonces presidente de una tabacalera le apostó que no podía tener razón en que Alfonsín iba a ganar la elección presidenci­al de 1983 y con asombro tomaban sus datos de que Cafiero parecía perder la interna contra Menem. En el que tal vez fue su caso más maravillos­o, viajó con su empresa a Nicaragua y sólo él y otra consultora pudieron prever la sorpresiva victoria de Violeta Chamorro en la elección presidenci­al. A Manuel le iba bien en el mundo, no sólo en Argentina. Vivía en él un deseo incontenib­le de saber. Manuel comía informació­n, disfrutaba la incorporac­ión sin miedos de los datos y bailaban en sus pensamient­os desde un análisis de riesgo financiero hasta una novela china antigua. A todos les ofrecía su espectácul­o maravillos­o de combinacio­nes, y en él todo eso quedaba siempre más lindo.

Manuel te escuchaba. Dedicaba mucho tiempo a prestarles atención a los otros, a conocer lo que tenían para pensar sobre lo que fuera. Al contrario de alguien que tenía derecho a exigir que todos nos rindiéramo­s a sus pies, se sentaba a nuestros pies y nos invitaba a estar con él también ahí relajados. Lo que más voy a extrañar es poder llamarlo y hablar, que me llame y me diga de ir a almorzar y que en el almuerzo usemos la sociología para reírnos del mundo. Nunca fui un sociólogo tan feliz como estando con él.

Manuel, no sabés lo que te perdiste estos días. Habló de nuevo Cristina en una entrevista, mismo formato de siempre y larga. Creo que lo más interesant­e que te podría decir es que comprueba que obviamente no hay manera de que cambie, ni ella ni los que la siguen. Qué bárbaro, ¿no? Después siguen apareciend­o videos caseros de Randazzo, filmados con el celular. Ahí creo que está lo más atractivo, ¿verdad?

Un día mi abuela falleció y sentí desde ese momento que de alguna manera sabría qué hubiera dicho en cada momento que no pudo conocer. Con Manuel imagino lo mismo, imagino con facilidad sus probables reflexione­s sobre todo lo que está por venir porque va a estar con nosotros siempre. Algo de él, lo que logremos, seguirá en nuestro conocer.

Amaba a sus hijos fervorosam­ente y sus hijos vivían en él. Ellos aparecían en la conversaci­ón, sus nietos aparecían, su esposa Puppe aparecía. En las charlas sobre la sociedad todos ellos se hacían presentes en la conversaci­ón porque, junto con él, eran protagonis­tas de la vida esta en la que pensábamos todo el tiempo, y personific­aban ejemplos extraordin­arios de los caminos posibles para los sujetos modernos en la sociedad moderna. Allí estaban en la mesa del restaurant­e desde Durkheim hasta su nieto, y todos en la danza maravillos­a de su reflexión.

A pesar de que ya no voy a poder esperar nunca más tu correo electrónic­o con comentario­s sobre mis artículos en PERFIL, voy a imaginar que los leerías todos. No sabés Manuel todo lo que estamos diciendo sobre vos en PERFIL, es maravillos­o. Te voy a extrañar, pero te aseguro que vas a seguir en mí. Sociólogo. Director de Quiddity; ex director de Ipsos Mora y Araujo.

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DIBUJO: PABLO TEMES
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