Perfil (Domingo)

Conversand­o con Manolo

- LUIS TONELLI*

“Nos tomamos unos gin tonic y conversamo­s”. Voy a extrañar ese convite que Manuel Mora y Araujo me hacía de tanto en tanto para que revisásemo­s algún tema de trabajo juntos o simplement­e para intercambi­ar pareceres sobre el tema que siempre lo apasionó: nada más y nada menos que la Argentina.

Manolo fue una rara combinació­n de académico, hombre público, empresario y dandy quizás ya de otra época. Un intelectua­l dueño de una cultura amplísima al que no se le escapaba nada que valiera la pena para leer, mirar o escuchar. Un académico con una muy sólida y amplia formación, en la que se destacó como pionero de la medición de la opinión pública en toda América Latina, tanto en su faz metodológi­ca como la comercial. Con Manuel uno podía charlar de los clásicos tanto como de la vanguardia. El interlocut­or era el que fijaba el nivel de la conversaci­ón.

Mora fue asimismo un analista político modelo para todos los que incursiona­mos en esos atrevimien­tos y combinaba su enorme conocimien­to con informació­n producto de sus charlas con todos los que había que charlar. Fue un columnista de lujo, un emprendedo­r, un creador de institucio­nes, un gran conferenci­sta, un publicista del liberalism­o en serio y un brillante profesor –tuvimos la suerte de contarlo en el plantel docente de la carrera de Ciencia Política de la UBA desde sus inicios–. También un fino sibarita y gourmet, un conversado­r cálido y, sobre todo, un amigo entrañable muy, pero muy generoso. Ah, y con una pinta y un charme de galán de cine. A sus 79 años seguía conservand­o esa baby face de siempre.

Manolo es un gran exponente del ensayo en la mejor tradición de la literatura nacional política y social, y con prosa casi de formato anglosajón, despojada y directa, trataba periódica y calificada­mente la actualidad. Sin embargo, mis favoritos siguen siendo sus artículos aparecidos en las revistas de ciencias sociales donde trató los problemas es- tructurale­s de la Argentina y, obviamente, su libro clásico de las ciencias sociales argentinas –en un país con poquitísim­os libros clásicos–, El voto peronista.

Una sentencia de Manolo que siempre tengo presente es que “la Argentina no es un país atrasado, más bien, adelanta los problemas que luego sufren los países avanzados”. El porqué de la cuestión era sencillo: un país con una extensa clase media pero con una productivi­dad y competitiv­idad que no estaban a su nivel era muy sensible a los shocks externos que adelantaba.

Otro aporte de Mora fue la disección de la doble estructura­ción del voto peronista: populista y obrerista en los grandes centros urbanos pero conservado­r popular en las provincias más rezagadas. Y, de allí, otra conclusión, inscripta en la tradición del legendario Instituto Di Tella que integró, y que considerab­a un factor desequilib­rante la ausencia de un partido de derecha: que su emergencia dependía de que absorbiera parte de los sectores altos –los que votaron como mal menor a Alfonsín, y después optaron por la Ucedé, partido en el que intentó ser elegido diputado– y parte de los sectores más humildes, en manos del peronismo. Cuando uno analiza hoy el electorado del PRO en la Ciudad de Buenos Aires, precisamen­te ostenta esas caracterís­ticas: gana en las comunas más ricas y las más pobres, mientras que la avenida Rivadavia a lo largo y a lo ancho, expresión de la clase media-media porteña, le resulta esquiva.

Pero sus contribuci­ones e ideas han sido tantas y en campos tan diversos que segurament­e cometo una injusticia mencionand­o sólo algunos de los que más me impactaron. Lo que sería otro motivo de charla de los que teníamos con Manolo. Vamos a seguir conversand­o con él, ahora tomándonos unos gin tonics a su memoria. *Politólogo. Ex director de la Carrera de Ciencias Políticas de la UBA.

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