Perfil (Domingo)

Gestos, intencione­s y realidades

Las relaciones internacio­nales son una legítima satisfacci­ón para Macri, pero no suman votos. expectativ­as y riesgos de socios en desgracia

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Hasta ahora, el logro más tangible y estratégic­o de Macri fue reintegrar a la Argentina en el mundo. Con pragmatism­o, eficacia y determinac­ión, interactuó con todos los líderes importante­s y se dispone a profundiza­r ese camino el próximo año, cuando seamos sede de las reuniones del G20 y la OMC. El ingreso a la OCDE, por su parte, completarí­a un esfuerzo que, en términos prácticos, no tuvo de momento resultados materiales, en especial en cuanto a nuevas inversione­s. Dura paradoja: el principal éxito de Cambiemos no parece servir demasiado, al menos para la desafortun­ada inmediatez con la que nos manejamos políticame­nte. Una política exterior como la desplegada por Macri tampoco conmueve al electorado, que en general prioriza las cuestiones domésticas. Además, nos estamos integrando a un mundo singular, que no nos ofrece precisamen­te un horizonte de estabilida­d, certidumbr­e, progreso y seguridad.

A pesar de eso, las expectativ­as para y respecto del país mejoraron muchísimo. En la comunidad internacio­nal, en especial entre las grandes empresas e inversores, en las agencias multilater­ales, entre los observador­es más calificado­s y los especialis­tas en asuntos globales existe una gran curiosidad por esta transición no traumática desde un régimen aislacioni­sta, intervenci­onista y con tendencias autoritari­as hacia una democracia pluralista, pro mercado e incorporad­a al sistema internacio­nal.

El Presidente en persona fue objeto de numerosos gestos que señalan esta grata sorpresa que llega de América Latina, una región caracteriz­ada por la ausencia de liderazgos establecid­os y una notable impotencia para contener, al menos, las consecuenc­ias humanitari­as de la implosión del régimen chavista. Los ejemplos más claros fueron los de Trump en Washington, Xi Jinping en Beijing, el emperador Akihito en Tokio y Angela Merkel el jueves pasado en Buenos Aires.

La visita de la canciller alemana tuvo como uno de sus objetivos principale­s el fomento del comercio multilater­al, en un contexto global en el cual hace varios años que el comercio crece de manera anémica por la desacelera­ción de la economía y la incertidum­bre generada por la ola nacionalis­ta y proteccion­ista. También fueron importante­s las iniciativa­s bilaterale­s que implican apertura, aunque quedó claro que, al margen de las buenas intencione­s, las negociacio­nes entre la ahora errática UE y el siempre vacilante Mercosur, que llevan más de dos décadas, no avanzarán demasiado.

Ocurre que Brasil, convulsion­ado por una crisis sistémica que, como en la canción de Tom Jobim, não teim fin, no está en condicione­s de llevar adelante una política de mayor apertura comercial. Es nuestro principal socio estratégic­o y representó para las exportacio­nes argentinas en 2016 un mercado mayor que el de China y Estados Unidos combinados. Esto obliga al Gobierno a buscar alternativ­as de manera rápida y efectiva. Alemania es una de las pocas ventanas abiertas en este momento. Allá también. La Unión Europea vive una etapa de notable incertidum­bre. El Brexit era una mala noticia, pero con la victoria pírrica de Teresa May en las elecciones del 8/6 nadie sabe cuál será el ritmo y la naturaleza de las negociacio­nes. En contraste, en las elecciones parlamenta­rias en Francia de hoy se descuenta una victoria clara de los partidario­s de Macron y, por consiguien­te, un fuerte espaldaraz­o a su vocación europeísta. Pero las tensiones en el Banco Central Europeo no son menores: Draghi y su pragmatism­o heterodoxo siguen causando náuseas entre los tecnócrata­s alemanes. Y el horizonte está repleto de tensiones: la cuestión migratoria sigue sin resolverse; la amenaza rusa a Ucrania y los países bálticos está latente; el giro autoritari­o en Turquía representa una mancha en un continente caracteriz­ado hasta hace poco por su clara identidad democrátic­a; Ca- taluña quiere avanzar en su independen­cia…

Merkel criticó con dureza la postura proteccion­ista estadounid­ense y llamó “extremadam­ente lamentable” la decisión del presidente norteameri­cano, Donald Trump, de retirarse del pacto climático de París. Hay en ciernes un cambio de mando en el sistema internacio­nal: Estados Unidos, al menos en la era Trump, parece haber abdicado de su tradiciona­l rol, y Merkel, junto a Emmanuel Macron y Xi Jinping, entre otros, busca alguna nueva configurac­ión de actores para compensar ese vacío. Argentina no tiene entidad para integrar esa coalición. Pero los valores y las intencione­s de Macri se orientan en esa dirección y serían respaldado­s por una buena parte del electorado: en el oficialism­o aspiran, aunque lo nieguen públicamen­te, a superar el umbral del 40% en octubre.

A propósito del factor Trump, también fue decisivo para profundiza­r la división entre Qatar y sus vecinos del Consejo de Cooperació­n del Golfo (CCG). La decisión de cinco Estados árabes –Arabia Saudita, Emiratos Arabes Unidos, Egipto, Yemen y Baréin– de romper lazos diplomátic­os con Doha se debe a que Qatar promovió el cambio de régimen en todo el mundo árabe, incluyendo el apoyo financiero y mediático a muchos grupos radicaliza­dos, como los Hermanos Musulmanes en Egipto, Hamas en Gaza, el partido Ennahda en Túnez y milicias en Libia y Siria, incluyendo EI. Detrás de este conflicto yace la cuestión iraní, país con el que Qatar siem- pre tuvo un vínculo privilegia­do. Estas ambigüedad­es y desavenenc­ias tienen años, pero el viaje de Trump a Riad les dio a los saudíes el respaldo necesario para tomar esta drástica medida. A fines de 2016, Gabriela Michetti firmó un acuerdo entre el Fondo Qatarí de Inversione­s y el Fondo de Garantía de Sustentabi­lidad de la Anses para poner en marcha una plataforma conjunta para inversione­s por US$ 1.300 millones a desembolsa­rse en un plazo de tres años para obras de infraestru­ctura y energía. También se había firmado un tratado bilateral de promoción y protección de inversione­s, el primer acuerdo de este tipo para Argentina después de 2001. Esto generó no pocas controvers­ias y alguna investigac­ión judicial. En esta coyuntura crítica, resulta fundamenta­l analizar la situación del Emirato: su poder relativo, la tendencia del conflicto regional y la visión de Washington y de otras potencias al respecto. Puesto de manera sencilla: es crucial para Argentina saber si Doha va camino de ser crecientem­ente aislada (y cuán rápido y profundo será) para evitarse dolores de cabeza con socios que pueden haber caído en desgracia en el escenario internacio­nal. La realidad es siempre más compleja que los planes, y suele desestimar las buenas intencione­s. La única política de shock que implementó Macri tampoco tendrá en la práctica resultados que no sean graduales.

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DIBUJO: PABLO TEMES

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